Los judíos fueron el primer pueblo que trató de racionalizar su religión. Crearon la teología, el discurso racional sobre Dios. El monoteísmo es de hecho una creación del racionalismo, frente a las miríadas de dioses más o menos menores. Lleva a la idea de ley natural, es decir, de un Dios que se comporta conforme a normas, y que espera que el hombre también lo haga. Este monoteísmo ético acabaría transformando el Mundo Antiguo (p. 38).
De la omnipotencia e infinitud de Dios se deriva que tratar de hacer imágenes de él es insultante. De ahí la prohibición de hacer imágenes de él. Dice Johnson (traducción mía: «Pasó a ser el símbolo furibundo de los fundamentalistas más puritanos, el aspecto más difícil de imponer a la nación, la diferencia más obvia, más visible entre la religión de los israelitas y el resto. (…) Está directamente relacionada no solo con el exclusivismo judío, sino también con su agresividad, ya que Dios les mandó no solo evitar sino destruir las imágenes”. Triste asunto, lo heredaron musulmanes, protestantes y en general los agresivos iconoclastas que el mundo ha padecido. Con todo, en la Biblia abundan las referencias al antropomorfismo divino, de hecho el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios (p. 39).
Esta es una afirmación de la mayor trascendencia. Johnson dice que eso es una idea básica para la moralidad judía. En realidad debería decir ética. El cuerpo humano pasa a ser tratado con un respeto y dignidad sin precedentes. También de ahí se deriva la igualdad de los hombres. Todos son hechos a imagen de Dios y son iguales ante él y ante la ley. Es curioso a este respecto que Josefo llame al régimen político israelita teocracia, mientras que Philo lo considera una democracia. Johnson dice que se puede considerar una democracia teocrática en que las leyes, igualitarias y sin privilegios, tiene carácter divino (p. 40).
Fueron una gente muy revoltosa, revolucionaria: Son unos inmigrantes que se rebelan contra la mayor autocracia del mundo, consiguen salir de la esclavitud y se dan leyes de forma asamblearia en el desierto, entre unos montes. No se conocen casos de gente con tanta garra (p. 41).
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