La Terminal

Había escrito dos anotaciones sobre un magnífico blog del país que lleva como nombre una de las apelaciones del Nuestro Señor, me refiero a La Terminal y a El Salvador. Las borré por error, así que he tenido que rehacerlas. La primera reseñaba este texto (Los tesoros perdidos), del que había escogido esto:

Alí ibn Yusuf al-Qifti, un cultivadísimo historiador egipcio musulmán del siglo XIII cuya valiosísima biblioteca privada estaba integrada por 50,000 textos, autor de numerosos libros y tratados como “Ta’rikh al-hukama’” (La Historia de los sabios) y “Los anales de los gramáticos”, nos cuenta cómo ese fulgor de sabiduría contenida en la Biblioteca de Alejandría fue definitivamente apagado en hogueras cuando las hordas islamistas en la primera Yihad (en 642) recibieron del Califa Omar (sucesor directo de Mahoma) la siguiente orden: “Si los libros de esos griegos dicen lo mismo que el Corán, son redundantes, así que quémenlos. Pero si dicen cosas diferentes del Corán, son perniciosos: también quémenlos” (reseñado también en su “Historia de las dinastías” por el tratadista sirio Gregorios Abu’l-Faradg Gamal al-Din, filósofo, teólogo, científico e historiador)

Dicho y hecho: los títulos de la Biblioteca de Alejandría se quemaron.

Se dice fácil, pero -tal era la dimensión de la colección- que tardaron seis meses en darles fuego como combustible para la calefacción de los 4000 baños de la ciudad. Se dice que el general islamista que tuvo que cumplir la pirómana orden, salvó de la destrucción las pocas obras de Aristóteles que nos quedan hoy.

Vieja maña la de esos muchachos: venían de arrasar con todas las bibliotecas a su paso, entre ellas -cuatro años antes- la de Cesarea fundada por San Pánfilo con 30,000 volúmenes (las obras completas de Orígenes entre ellas). Mañita ésta de los islamistas radicales que han sacado del baúl de los recuerdos, nada más ni nada menos que en París.

El comentario que había escrito ironizaba sobre el hecho de que hoy en día, lo correcto políticamente (y no “políticamente correcto”: en español el adverbio va tras el adjetivo al que afecta) es afirmar que fueron los cristianos quienes destruyeron la biblioteca y que los moros, por el contrario, recuperaron los textos. Tiene eso mucho mérito. Me refiero a la recuperación de los textos a partir del humo de esas hogueras sucedidas varios siglos antes.

Mi segunda anotación reseñaba esta: Et Verbum Caro Factum Est (Feliz Navidad. El título me gusta mucho, porque se refiere al sublime misterio de la Encarnación, sobre el que pongo y repongo dos veces al año esto: Et Incarnatus est…

En mi anotación decía que solo por eso, por que alguien se inspire en algo tuyo, lo recree, reenfoque, desarrolle y supere aportando otros puntos de vista… solo por eso, merece bloguear. Pues eso, os recomiendo que pongáis a La Terminal en vuestro blogroll, bloglines, reader…

JC, un abrazo, amigo.

9 comentarios

  1. Muchos pseudohistoriadores defienden hoy en día que la ciudad estaba en ruinas a la llegada del muslimerío, excusándose en pruebas arqueológicas.posiblemente inexactas o incompletas.

    Curioso que pasen por alto ciertas crónicas árabes que hablan de la gloriosa ciudad que encontraron, con 4.000 baños y 40.000 judíos para tributar.

    Vaya con las ruinas…

  2. «Se dice que el general islamista que tuvo que cumplir la pirómana orden, salvó de la destrucción las pocas obras de Aristóteles que nos quedan hoy.»

    Ejem.
    Permítanme que lo dude.
    Probablemente las obras de Aristóteles se hubieran salvado gracias a la herencia del Bizancio convertido al Islam por la fuerza.

  3. Wow! Me has ruborizado. Gracias por tanto halago. Gracias por el consejo gramatical, tienes razón (algunos hispanoamericanos escribimos castellano sólo por «obra y gracia de Dios»)

    Un gran abrazo desde el otro lado del océano

  4. Me gusta leerte, simplemente.

    No es consejo gramatical sino explicación de por qué llevo la contraria, pues la forma inglesa ya se ha impuesto…

    Habláis castellano por la fuerza de las armas españolas y a decisión del emperador de que los predicadores hablaran castellano, ellos querían utilizar el latín que en ese caso se hubiera impuesto.

    Cosas de la historia. Por supuesto nunca se sabe lo que al final hubiera sido mejor. Pero eso es lo que se hizo.

    Un abrazo.

  5. Ya ví que hablabas de eso el otro día. En efecto, los españoles, sobre todo del centro hablamos de forma muy seca, en comparación con vuestra suavidad, se nos puede calificar de desabridos.

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