El materialismo filosófico coincide con el tradicionalismo católico (ETA es parte del sistema):
La corrupta partitocrocia española no es capaz de superar su hueca retórica
Los objetivos de la banda se cumplen con precisión geométrica
Jueves 30 de julio de 2009, por ER. Madrid
Aún con los cuerpos todavía calientes de los dos guardias civiles asesinados por la banda antiespañola ETA, la partitocracia española se apresura a repetir su cursi y repetitiva jerigonza. Y es que hasta en este grave asunto, gobernantes y opositores han llegado a una ecualización total. Tal es el inoperante nivel del político profesional español, individuo -«democrata» según su propia autodefinición- sin iniciativa que se limita a obedecer la disciplina de partido y que consagra todas sus esperanzas en el fundamentalismo democrático
Zona de Palma de Mallorca donde se ha acordonado en un perímetro de seguridad la zona del asesinato neofeudalista hispanófobo de los guardias civiles jóvenes
ETA mata por una única razón: todo aquel que sea español y defienda España merece morir
Nada nuevo podemos esperar de esta corrupta grey, que no sólo atenta contra las arcas de la Nación Española, sino que colabora, por acción u omisión, en la destrucción de la misma.
Desde El Revolucionario no podemos sino afirmar que ETA es parte del «sistema», un «sistema» que permite, y aún fomenta, acogiéndose al peregrino argumento de que «todas las opciones políticas son respetables», la existencia de partidos cuyo objetivo explícito es la destrucción de la Nación.
De uno de estos partidos, concretamente del PNV saldría la ETA, grupo de derecha indefinida que opera en España desde hace más de 40 años valiéndose de la complacencia y colaboración de unos indignos políticos atentos siempre a su particular «aritmética». Constituida con el objetivo de la destrucción nacional, ETA no sólo ha contado con la colaboración de partidos políticos como el ultraderechista ERC -el lector recordará las reuniones de Pérez Carod en Perpiñán, de las cuales se derivaría la tregua territorial para la Cataluña que daría de inmediato un golpe de Estado de guante blanco: el Estatuto de Cataluña- sino que otros «poderes», significativamente el judicial, han arrimado el hombro en tan infame tarea.
A este acto terrorista que duerme el sueño de los justos en el más alto y manipulado tribunal, consentido e impulsado por Zapatero, se uniría su propia iniciativa con respecto a ETA, la que se desplegó bajo la llamada «tregua» en la que asistimos a los gimoteos de Alfredo Pérez Rubalcaba ante la «huega de hambre» de De Juana, quien, por cierto, disfruta en la actualidad de una vida libre fuera de España. Fue en esta tregua cuando se «llevó a Europa» -en un gesto que dice mucho de los complejos provincianos de nuestros representantes- el «conflicto». En definitiva, fueron todos ellos actos que sólo tienen un nombre en una nación soberana: alta traición, delito que históricamente, y al margen de la orientación de las ideologías que han mantenido a las naciones, se ha atajado mediante el concurso de instituciones penales tales como la horca, la guillotina o la certera bala de un fusil.
La verborrea «democrática» no va a cesar en estos días. Mientras tanto, los objetivos de ETA, pieza esencial del «sistema», de ese «sistema» que trata de implantar el neofeudalismo ya asumido por toda la clase política, se van cumpliendo si retrocesos: la España de las Autonomías ha conseguido fragmentar la soberanía nacional, erradicar de muchas de ellas -con la aquiescencia de los dos partidos mayoritarios- la lengua común. En definitiva, la igualdad entre españoles, así como la unidad de la Nación, son cosas del pasado.
Desde nuestro periódico, conscientes de que ninguna plataforma política se atreverá a intentar acabar con esta lacra, proponemos dos medidas necesariamente revolucionarias: la demolición del régimen autonómico, y la instauración de la eutanasia procesal
Eutanasia procesal, buen eufemismo