Un artículo redondo, que he leído del veces: El yobel calceatense y otras reliquias numinosas. Así acaba:
Finalizamos. La presencia en los templos católicos de cuernos, ya sea en forma de yobel o integrados en la media luna que se sitúa a los pies de las vírgenes, da cuenta de la particular y potente racionalidad inherente al catolicismo, expresada a través de cuerpos, frente al espiritualismo incorpóreo mahometano o protestante. A nuestro juicio, este es un motivo más que suficiente para conservar dichos vestigios de religiosidades pretéritas. Vaya desde aquí nuestra felicitación a los clérigos riojanos por el mantenimiento de esta reliquia numinosa dentro del templo calceatense, hecho que permite que el yobel siga formando parte del cuerpo de la religión. Sacar del templo al yobel, desacralizarlo, supondría enfrentar a esta reliquia, en tanto que fetiche, con otros fetiches artísticos que, al calor del Mito de la Cultura, anegan los museos y son contemplados con la misma veneración que un católico admira una crucifixión, como podemos comprobar, por ejemplo, al leer a Juan-Eduardo Cirlot, quien en el capítulo titulado «Concepto mágico del objeto», que forma parte de su libro El mundo del objeto a la luz del surrealismo, afirma lo siguiente:
«Al lado del «conocimiento técnico» del objeto (que lo estudia según su función), del estético, (que se ocupa de su belleza y perfección formal), del «físico» (que trata de las condiciones relacionadas con el objeto, como cuerpo en el espacio y como materia dotada de ciertas propiedades) y, añadiríamos, del «sentimental», que prescinde de todo lo anterior, para atender sólo a relaciones extraobjetivas que dependen de conyunturas externas y personales, hay el concepto «mágico» del objeto. La cosa es, a su luz, considerada como un receptáculo de fuerzas universales, como un centro que irradia poderío místico.»{10}
Tras la lectura de estas líneas debidas a la pluma del insigne crítico de arte barcelonés, cabe plantearse hasta qué punto una serie de movimientos artísticos nacidos tras la llamada «inversión teológica», y al amparo de sociedades no católicas, han conducido a la sacralización de objetos banales y descontextualizados tras los cuales no se halla ni la embestida animal ni el dios trinitario, sino, a menudo, el capricho de un demiurgo autosatisfecho que trabaja para un público igualmente complacido que circula en días festivos por las nuevas girolas artísticas y devora, con anhelos eucarísticos, las sagradas escrituras de comisarios y críticos.
No es del tema principal del blog, pero lo tenía escrito y estoy algo vago para daros noticias.
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