Cara al sol no, que nos volvemos rojos

He dicho antes que «lo peor del Franquismo fue el Antifranquismo». Es una ocurrencia mía que tiene una grandísima parte de verdad, y que se aplica a comunistas y etarras, los verdaderos opositores del franquismo, directamente. Posteriormente, amplié la aplicación de la regla a los falangistas, en la reseña de un libro que mostraba cómo se reciclaron en izquierdistas más o menos subversivos.

Ahora leo en La turuta del Titanic, procedente de aquí, este ensayo histórico sobre cómo Franco domó a la Falange. No valoro políticamente el hecho. Simplemente os invito, si os gusta la historia, a leerlo: Falangistas y Franquismo, en diez asaltos.

Unas curiosidades:

… el grupo legitimista pone en marcha los trámites para promulgar una Carta o Fuero del Trabajo. Fernández Cuesta nombra para ello una comisión formada por Joaquín Garrigues, Javier Conde y Dionisio Ridruejo que plantea de forma revolucionaria la propiedad sindical, la nacionalización del crédito y la proscripción del contractualismo laboral y del salario. Es un órdago económico en toda regla que pone a Serrano entre la espada y la pared. Porque está claro que éste no puede permitir que un proyecto así se presente siquiera ante el Consejo Nacional; sería como darle el plácet. Pero a la vez no quiere perder el apoyo de los falangistas legitimistas. La solución, nuevamente maquiavélica, es designar una segunda comisión, ésta de carácter claramente reaccionaria y encabezada por Pedro González Bueno, conocido serranista y ministro por entonces de Organización Sindical. Y el resultado, una ponencia mixta, notablemente más “blanda” que la original, que es aprobada por el Consejo Nacional el 9 de marzo de 1938. Se trata de un texto que incide especialmente en uno de los objetivos económicos de los falangistas, el relacionismo laboral; es decir, en la negación de la idea liberal del trabajo como mercancía contratable; pero que al mismo tiempo carece de mecanismos que hagan inevitable su aplicación. En consecuencia, Serrano ha parado el golpe revolucionario. Lo que no logra es evitar la ruptura con Fernández Cuesta y Pilar Primo, que abren por fin los ojos a la verdadera realidad: Serrano no es un aliado. A partir de ahora, serranistas y legitimistas entrarán en una estéril dinámica de confrontación que no acabará hasta 1956. Franco, entre tanto, feliz. Legitimistas y serranistas se acusan mutuamente de la falsificación del ideario falangista, y él queda fuera, como árbitro de la confrontación. La jugada es maestra, más propia de un tahúr del Mississipi que de un tosco militar africanista.

El Falangismo era socialista.

Y estalla la contienda mundial, con todas sus hipotecas y dependencias. Los legitimistas, sabedores de lo que esto podría significarles, organizan para octubre una magna concentración de cerca de cuarenta mil almas en Madrid. Poco después, a principios de 1940, presentan a Serrano un ultimatum revolucionario para instaurar el nacionalsindicalismo sin más trucos ni demoras. Pero el cuñado de Franco, que conoce bien a sus interlocutores, que sabe de sus limitaciones y sus miedos, se limita a dar la callada por respuesta. No sólo eso: el Régimen se desmarca de toda ensoñación revolucionaria. En febrero de 1940, promulga una Ley que restituye a sus antiguos propietarios todas las fincas expropiadas por el republicano Instituto de Reforma Agraria, algo que Fernández Cuesta se había resistido a hacer durante su etapa como ministro de Agricultura.

Franco desactiva los bríos revolucionarios de los falangistas «impasible el ademán». Más:

… un mes después, en junio, Alemania pone en marcha la «Operación Barbarroja»; y entra en Rusia. Para Franco, es la gran oportunidad de aceptar por fin un cierto compromiso bélico que, sin ser una entrega total, tranquilice a Hitler y evite la temida invasión de la Península Ibérica. Para Serrano, es la ocasión de recuperar el prestigio entre los falangistas de base, que piden la entrada de España en la guerra contra Rusia, y relanzar su menoscabada carrera dentro del régimen. Para los falangistas legitimistas, la posibilidad de dar un golpe de efecto y posicionarse en el liderazgo falangista aprovechando la pérdida de poder de Serrano. A todos, en fin, se aparece la campaña alemana de Rusia como una beneficiosa necesidad. De ahí la escalada retórica germanófila de esos días.

El 24 de junio de 1941, la Falange legitimista toma la iniciativa y organiza una importante manifestación que se presenta ante la Secretaría General de la FET cuyo titular es Arrese. No es éste, sin embargo, quien se dirige a la multitud, sino Serrano, que atento a la jugada no ha querido quedar descolocado y ha acudido con urgencia al edificio de la calle Alcalá. Una vez allí, se adelanta al propio secretario general y pronuncia la famosa frase “¡Rusia es culpable!”, que inaugura la aventura de la popularmente conocida como División Azul

También la recluta de voluntarios es asumida, en un primer momento, por la FET, que abre banderines de enganche desde el 26 de junio. Pero también aquí la Falange legitimista ve cómo se le roba el ansiado protagonismo: al día siguiente, es el propio Gobierno el que por Decreto se hace cargo oficialmente de esa responsabilidad. Es una verdadera carrera contra el tiempo en la que nadie quiere quedar descolocado. Por lo mismo, y a toque de cornetín, los mandos de una y otra facción falangista se ofrecen como voluntarios. Aznar es el más señalado entre los legitimistas; Ridruejo, entre los serranistas.

Pero la aventura no será tal. En la campaña rusa no sólo no hay victorias sonadas que apuntarse; es que las derrotas se suceden. Y crece el descontento entre la base falangista. Súmese a todo ello el que Franco está empezando a virar políticamente hacia posiciones anglófilas y monárquicas que los legitimistas no saben o no pueden contrarrestar, y que en agosto de 1942 el general aliadófilo Esteban-Infantes se hace cargo de la División Azul con la misión expresa de finiquitarla y repatriarla, y ya tenemos fijada la estructura del drama. Los serranistas culpan a los legitimistas por su inacción, pero sobre todo a Franco y al grupo de militares que le asesoran directamente, en especial al tradicionalista Varela. El 7 de julio de 1942, un desencantado Ridruejo escribe temerariamente a Franco a su regreso del frente ruso: “Mi general (…), cuando llegué a España tras una ausencia larga e ilusionada, tuve, en mi choque con la realidad, una impresión penosa”. Franco se molesta, pero otra vez el paraguas de Serrano protege al poeta falangista. Un paraguas, por cierto, al que le queda poca lona.

El punto que hace estallar la crisis es la decisiva batalla de Stalingrado, que empieza en agosto y marca el principio del fin del poderío miltar alemán. Ese mismo mes de agosto, durante una celebración tradicionalista en el Santuario de Begoña, en Bilbao, un grupo de falangistas serranistas repatriados de la División Azul lanza una bomba que causa un centenar de heridos. Juan José Domínguez, histórico de la Falange de preguerra y conspicuo serranista, es detenido, juzgado y posteriormente fusilado. Con él, obviamente, cae también Serrano, a quien Franco destituye fulminantemente de la cartera de Exteriores en septiembre de 1942.

La Falange se abre a la izquierda:

La oportunidad la encuentran en 1948. A finales de ese año, un joven formado en el Frente de Juventudes llamado Jaime Suárez se hace cargo de La Hora, la revista oficialista del SEU. Desde ahí, y aprovechando al mismo tiempo la dejadez proverbial de Fernández Cuesta y la ingenuidad de las juventudes falangistas, los serranistas y sus nuevos aliados políticos toman posiciones en uno de los núcleos más sensibles de la FET. Y lo hacen de nuevo espuriamente enfundados en la camisa azul. Las páginas de La Hora abanderarán, desde ese momento, la postura liberalizadora del sector “propagandista” -se abren, de hecho, a jóvenes artistas e intelectuales de izquierdas (Bardem, Berlanga, Miguel Sánchez-Mazas…)-, y tienen la virtud de entusiasmar a toda una segunda generación de falangistas, los nacidos a partir de 1922 y educados en el seno del Frente de Juventudes franquista. Lo cierro es que nada puede resultar más atractivo para esas juventudes que no habían hecho la Guerra que abanderar la reconciliación de España bajo la bandera de la Falange. La presencia en las filas reformistas de Tovar, Laín y Ridruejo sirve además para certificar el autoengaño.

Precisamente el enfrentamiento directo entre las dos tendencias católicas -la opusdeísta y la de los propagandistas católicos tenidos de azul- lo protagoniza Laín Entralgo al publicar en 1949 su libro España como problema, donde se acepta la tesis de que la guerra civil es el resultado de la colisión de las «dos Españas». Carga así contra la línea de flotación del régimen: su pretensión de legitimidad histórica, implícita en la tesis oficial de la guerra civil como una lucha entre España y «la antiespaña». Y como para dejar constancia de que la línea ideológica del franquismo no está en ese momento ya en los falangistas legitimistas sino en la facción opusdeísta, quien responde a Laín es el opusdeísta Rafael Calvo Serer, director por entonces de Arbor, la revista del CSIC. Y lo hace ese mismo año con un libro de título significativo: España sin problema, que recibe el Premio Nacional de Literatura.

Sigue contándonos  el transfondo de la agitación universitaria de los 50:

Por una parte, la infiltración en el proceso de jóvenes efectivamente educados en el franquismo, miembros “con carné” del SEU, pero ajenos o sólo vagamente leales a las inquietudes de los falangistas. Se trata en muchos casos de minorías previamente encuadradas en grupos de izquierda, a quienes les mueve, de hecho, la idea de acabar directamente y sin componendas con el Estado surgido tras la guerra civil. Su actuación aprovecha además además la propia plataforma oficial que el SEU les ofrece, y logra convencer y arrastrar -al menos en un primer momento- a una parte importante de la generación del Frente de Juventudes.

En todo caso, entre 1953 y 1955, la agitación y el descontento de los falangistas más jóvenes no deja de crecer, convenientemente alentado desde el SEU, es decir, desde el Ministerio de Educación. Para los promotores del proyecto, de lo que se trata es de forzar movilizaciones no traumáticas, pero sí lo bastante agrias como para hacer pensar en cambios en el régimen. Y en ese juego, la juventud falangista, aún numerosa, cumple un feo papel de peón. En enero de 1954, el SEU organiza una manifestación en protesta por la visita de la reina Isabel de Inglaterra a Gibraltar. Para ello, se suspenden oficialmente las clases, lo que no deja duda acerca del apoyo institucional al acto. Cerca de veinticinco mil estudiantes se concentran frente a la sede de Exteriores, donde escuchan una belicosa arenga del ministro titular, a la sazón el democristiano Martín Artajo. Desde allí, se dirigen hacia la Embajada británica, pero en el camino tropiezan con una durísima carga policial que deja bastantes heridos. Y aflora entonces la queja estudiantil: en las facultades de Derecho y de Ciencias Políticas de Madrid se lanzan gritos contra el Régimen y contra el SEU, al que se acusa con razón de haber incitado a la algarada para después abandonar a los estudiantes a su suerte. Desde luego, es el clan democristiano el que ha provocado la situación, pero el estudiante de a pie no distingue de sutilezas. Para él, el SEU es la Falange, y ésta la representan los viejos falangistas apoltronados, aunque tengan bien poco que ver en lo sucedido.

El momento en que la falta de unidad de criterio en el frente liberalizador queda bien a la vista ocurre poco después. En noviembre de 1955, y al amparo del rector Laín Entralgo, se celebra en Madrid un Congreso de Escritores jóvenes que reúne a un centenar de jóvenes abiertamente izquierdistas, entre ellos algunos que luego serían muy notables, como Tamames, Múgica, Sánchez Dragó o Semprún. Queda obviamente descolgada del proyecto la joven intelectualidad falangista formada en el Frente de Juventudes, que empieza a tomar conciencia de haber sido manipulada como fuerza de choque por los democristianos y los viejos serranistas. Los propios Laín y Tovar empiezan a desmarcarse de toda vinculación azul, y los jóvenes falangistas, que se habían dejado seducir hasta entonces por ese falso maquillaje, comprueban cómo empieza a aflorar la inicial connivencia de éstos con los núcleos de oposición izquierdista al Régimen.

Creo que queda bastante claro que la actual rojez de debe a un exceso de exposición caralsolera.

Remato con esto:

En el Consejo Nacional de la Sección Femenina de noviembre de 1956, celebrado en Málaga, afirma Pilar Primo de Rivera con notable amargura: «Somos como Quijotes, luchando contra fantasmas de molino (…). Hemos intentado hacer una España más ágil, más limpia, más veraz, más bella, más justa… y la mediocridad nos va pudiendo; no conseguimos romper con las losas agobiantes de la vulgaridad y el estancamiento. No han querido o no han sabido entendernos la mayoría de los españoles apegados a sus rutinas o a sus rencores». Parece la constatación absoluta de un fracaso.

Si el Señor no construye la casa… Cada día estoy más convencido.

En la foto de arriba, el que va detrás de Franco es el único cargo político nombrado por Franco que sigue oficiando.

5 comentarios

  1. La escena cultural (perdon, cultureta) y politica española esta llena de izquierdistas que en sus mejores dias, ellos, sus padres o familiares directos, pertenecian a la falange y/o al gobierno de Franco. Mucho llamar fachas a otros que no son de su cuerda, pero tendrian que limpiar con lejia su curriculum.

    Y desde luego que lo peor del franqismo fue el antifranquismo. Por mucho que les disguste a algunos el regimen termino, con la muerte de Franco, en una monarquia parlamentaria. En sus gobiernos hubo mucho tecnocrata que se daba cuenta de lo anacronico que era el franquismo, en una europa que empezaba a unierse (otra debate es en lo que ha derivado la union europea). Mientras que el antifranquismo siempre ha sido visceralmente criminal, anticatolico, antidemocrata, marxista y totalitario. Pero lo peor de todo es su caracter prescindible, ya que ni participaron ni hicieron puñetera falta para la transicion a la democracia. Luego a toro pasado salen de sus escondites de criminales para apuntarse el tanto.

    Con respecto al enlace que ha puesto ETTEVAATUST. Si se suspende la Navidad, que tampoco iluminen de verde el Empire State en el ramadan, a mi me ofenderia si viviera en NY

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