El dinámico islamismo indonesio

Con sus ya 240 millones de habitantes Indonesia es el país musulmán más poblado – de dicha población 207 millones son musulmanes, 36 millones más que el segundo país musulmán más poblado, Pakistán – y la tarjeta de presentación más visible del emergente Islam asiático. En este contexto de amplia población y de fuerte crecimiento demográfico el islamismo radical estaba obligado, siendo coherente con su gran motivación, a proyectarse lo más posible en dicho escenario. A dicho islamismo radical le atrae además el hecho de que Indonesia es país turístico y la tercera democracia del mundo en población, tras la India y los EEUU, motivos más que suficientes ambos para ocuparse de él. A ello se le añade el que haya sido uno de los pilares del despertar económico del Sureste Asiático o que tenga como sus principales socios comerciales a Singapur y a Japón.

Además, el hecho de que incluso un rincón del país como es la banda de Aceh, en la que hace algunos años la Unión Europea (UE) llevó adelante su misión pionera en Asia dentro de la Política Europea de Seguridad y de Defensa (PESD), esté sufriendo el crecimiento de esta lacra ideológica con consecuencias inmediatas en la vida cotidiana de sus habitantes, nos invita a prestar atención a la evolución del islamismo radical en un país que, por otro lado, ha venido sufriendo importantes zarpazos del terrorismo ejecutado bajo su estandarte. La entrada en vigor del nuevo Código Penal Islámico este mes de noviembre constituye un paso más en el avance hacia la islamización del Estado y de su sociedad en términos de un rigorismo que chocará más pronto que tarde con la tradicional apertura de este atractivo país, destino de muchos turistas descrito durante muchos años como el «Islam sonriente».

Que Indonesia es un terreno abonado para el radicalismo islamista lo atestigua el hecho de que sea cuna y principal país de despliegue del grupo terrorista Yemaa Islamiyya, una especie de red transfronteriza con proyección en diversos países vecinos – de hecho está presente con mayor o menor intensidad en todos los rincones del Sudeste Asiático – y que preconiza el Yihad guerrero contra sus enemigos, musulmanes y no musulmanes. Se considera a dicho grupo autor del sangriento atentado de Bali – en el otoño de 2002 – y de otras muchas y muy luctuosas acciones terroristas hasta llegar a los ataques del pasado 17 de julio en Yakarta que provocaron siete muertos.

El ideólogo y líder espiritual de Yemaa Islamiyya, Abu Bakar Bashir, de 71 años de edad, vive plácidamente en el Pesantren o internado de yihadistas de Ngruki, que él ayudó a fundar y que está localizado en una aldea del interior de la isla de Java, donde concede entrevistas a los medios de comunicación en las que niega cualquier relación con la violencia. Aunque ha sido juzgado nada ha podido ser demostrado sobre su implicación con los atentados de la presente década y tan sólo ha cumplido cuatro años de prisión por delitos menores saliendo de ella en 2006. No obstante, del internado de Ngruki salió lo más granado del terrorismo de Yemaa Islamiyya y aún hoy reune a buen número de yihadistas que tienen la oportunidad de tener junto a ellos a la emblemática figura de Bashir, un hombre que se radicalizó durante sus años de residencia en Malaisia donde se instaló huyendo del acoso de la dictadura del General Suharto. Aunque desde su salida de prisión en 2006 Bashir parece haberse dedicado sólo a la predicación, lo cierto es que su mensaje iconoclasta que considera cualquier gobierno en la Tierra como un insulto a Dios alimenta el radicalismo de quienes sí ponen bombas en su lucha contra el régimen político de su país y de otros. Se permite además pronunciar frases lapidarias como «el Islam y la democracia no pueden coexistir» que los posibilistas que lamentablemente consideran a Bashir como un individuo pacífico no parecen comprender en su verdadero contenido.
Recomiendo pasar a leer el articulo por las interesantes anotaciones.

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