La Comisión Trilateral
Tras año y medio de intensos tanteos y reuniones preparatorias auspiciadas por el Chase Manhattan Bank, en julio de 1973 hacía su presentación oficial la Comisión Trilateral, un organismo de carácter privado que su más destacado ideólogo, Zbigniew Brzezinski, iba a definir como «el conjunto de potencias financieras e intelectuales mayor que el mundo haya conocido nunca».
Pero el caballo de batalla de la Comisión Trilateral, y aquí ya entramos de lleno en sus motivaciones esenciales, es la interdependencia, un concepto que, en la práctica, no es sino el elemento básico en torno al cual se articula la tesis y el propósito fundamental de la organización, a saber, el Gobierno Mundial.
La idea según la cual los Estados nacionales deben renunciar a su soberanía en aras de un proyecto supranacional, controlado e instrumentalizado, naturalmente, por los cónclaves plutocrático-tecnocráticos, aparecía ya esbozada en un comunicado emitido por el Comité Directivo de la Trilateral a raíz de la cumbre de 1975: «La comisión Trilateral espera que, como feliz resultado de la Conferencia, todos los gobiernos participantes pondrán las necesidades de interdependencia por encima de los mezquinos intereses nacionales o regionales». Posteriormente, las manifestaciones en ese mismo sentido, pero expresadas ya de forma más explícita, se han venido sucediendo como algo habitual. A título de muestra, bastará con citar algunas de ellas.
Así, en una entrevista publicada por el New York Times (1-8-76), el inefable Brzezinski afirmaba que «en nuestros días, el Estado-Nación ha dejado de jugar su papel». En términos parecidos se expresaba el financiero Edmond de Rothschild en la revista Enterprise. «La estructura que debe desaparecer es la nación». Otro destacado trilateralista, R Gardner, significaba en el Foreign Affairs (revista del Consejo de Relaciones Exteriores) «los diversos fracasos internacionalistas acaecidos desde 1945, a pesar de los esfuerzos por evitarlos llevados a cabo por las distintas instituciones de reclutamiento mundial», proponiendo como refuerzo alternativo a esa situación «la creación de instituciones adaptadas a cada asunto y de reclutamiento muy seleccionado, al objeto de tratar caso por caso los problemas específicos y corroer así, trozo a trozo, las soberanías nacionales». Declaraciones similares a las citadas, pero más contundentes aún, ya fueron reproducidas al principio del este capítulo, por lo que bastará con remitirse a ellas.
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Para conocer el exacto significado de esa interdependencia, perfectamente claro por otra parte, basta con prescindir de la retórica practicada por dichos foros supranacionales y acudir a las conclusiones que adoptan en sus cumbres periódicas. La Conferencia de Davos de 1971 ofrece una buena muestra al respecto: «En los próximos treinta años, alrededor de trescientas multinacionales geocéntricas regularán a nivel mundial el mercado de los productos de consumo, y no subsistirán más que algunas pequeñas firmas para abastecer mercados marginales. El objetivo deberá alcanzarse en dos etapas: primeramente, diversas firmas y entidades bancarias se reagruparán en el marco multinacional; después, hacia finales de la década, esas multinacionales se acoplarán al objeto de controlar, cada una en su especialidad, el mercado mundial». Si nos situamos en la más inmediata actualidad, la última reunión de Davos tenía lugar entre el 26 y el 31 de enero de 1995, con la asistencia de los dirigentes de las más poderososas Multinacionales del planeta y de un nutrido elenco de tecnócratas y líderes políticos. En el curso de dicho encuentro, uno de los principales animadores del Foro Económico Mundial, el trilateralista y ex-ministro francés Raimond Barre, se dirigió a los asistentes lamentando el hecho de que, pese al indudable avance experimentado en los últimos años por el proceso de globalización de la economía mundial, éste no progrese al ritmo adecuado, añadiendo como colofón que «tal vez sea necesaria la experiencia de un crack económico para que queden definidas las nuevas reglas de juego».
Está muy claro. La conspiración se ahora a la luz del día.
Por lo que se refiere al otro gran estratega de la Trilateral, Abraham ben Elazar, más conocido como Henry Kissinger, nació el año 1923 en la localidad alemana de Fürth (Baviera), desde donde emigró en 1939, junto con su familia, a los Estados Unidos, país cuya nacionalidad adoptaría en 1943. En 1947 obtuvo una beca del Fondo Rockefeller merced a la cual cursó estudios y se graduó en Ciencias Políticas en la Universidad de Harvard, reputado centro fabiano del Establishment en el que posteriormente desempeñaría varios cargos docentes y directivos.
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No será necesario exponer las tesis de Henry Kissinger en materia de política internacional y en asuntos soviéticos, toda vez que, en lo esencial, son las mismas que ya viéramos al hablar de Brzezinski. Lo que sí es digno de reseñarse son las actividades que desarrolló nuestro protagonista en aplicación de tales planteamientos, así como las controversias que suscitó como consecuencia de todo ello. Y no solamente fue la curiosa política de distensión aplicada por Kissinger lo que provocó la perplejidad de los más diversos círculos políticos, sino también los nombramientos que efectuara desde su puesto como secretario personal de Nixon y, posteriormente, desde la jefatura del Consejo Nacional de Seguridad y la dirección del Departamento de Estado. Nombramientos entre los que figuraron varios personajes conocidos por su filiación pro-marxista, como sería el caso de Helmuth Sonnenfeld, James Sutterlin, Boris Closson, William Hall y Arnold Wiesner.
La perplejidad de los primeros momentos acabó dando paso a la sospecha abierta, que terminaría concretándose en una serie de informes, tanto privados como oficiales, que iban a desvelar con pruebas contundentes el origen de tan extraños hechos.
El primero de ellos fue elaborado por Frank Capell, experto en cuestiones de espionaje y analista de varias revistas políticas estadounidenses, una de las cuales, The Herald of Freedom, lo publicó íntegramente en octubre de 1971. Dicho informe fue posteriormente leído en el Congreso por el diputado John Rarick, y recogido en el tomo 117 de los Informes Oficiales de Sesiones Congressional Records de 28-10-71. Con arreglo al mismo, las relaciones de Henry Kissinger con varios de sus colaboradores y subordinados en el Consejo Nacional de Seguridad y en el Departamento de Estado se remontaban al período 1943-1946, durante el cual Kissinger permaneció en Alemania como integrante de las fuerzas de ocupación norteamericanas, que le nombraron, pese a su escasa graduación militar (sargento), administrador de la ciudad de Bensheim. Fue en ese período cuando Kissinger entró en contacto con sus correligionarios Helmuth Sonnenfeld, Gunter Guillaume, agente de los servicios secretos de la Alemania del Este y más tarde secretario de Willy Brandt, y Egon Bahr, colaborador de la inteligencia soviética y futuro artífice de la Ostpolitik. Todos ellos se integrarían en una célula de espionaje en favor de la URSS, en la que el sargento Kissinger operaba bajo el pseudónimo de Bor.
Tales imputaciones, que la Administración norteamericana se limitó a negar sin más, fueron posteriormente confirmadas por dos ex-oficiales del KGB, Golitsin y Goleniewski, así como por un completo dossier elaborado por un equipo de agentes de la CIA, en el que se revelaban todos los lazos existentes entre Kissinger y la Inteligencia soviética. El contenido de dicho dossier, archivado en su día por Stansfield Turner, director de la Agencia norteamericana y miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, ha visto la luz recientemente gracias a un trabajo publicado por tres expertos en asuntos de espionaje, William Corson y los esposos John y Susan Trenton («Four american Spies, the wives they deft behind and the KGB’s crippling of American Intelligence»).
Este tipo de hechos, que tampoco suponían ninguna novedad, eran habitualmente interpretados por la ultraderecha conservadora, siempre tan perspicaz, como parte de un plan dirigido a colocar a Occidente bajo las garras del Imperio Soviético, cuando lo que realmente significaban es que se estaba operando la deseada simbiosis entre el capitalismo expansivo y los estereotipos humanistas propios de la demagogia marxista, para dar paso así al capitalismo multinacional y progresista vigente en la actualidad.
Por lo demás, el contenido de los informes mencionados no empañó en lo más mínimo la carrera política de Henry Kissinger, que sólo se vió momentáneamente truncada cuando la Suprema Corte Rabínica de Estados Unidos decretó en 1976 su excomunión, a raíz de las maniobras desplegadas por el entonces Secretario de Estado para maquillar las conquistas de Israel durante la Guerra del Yon Kippur. Un conflicto a cuyo desencadenamiento «preventivo» no fue ajeno el propio Kissinger, y que reportó a las arcas de sus patrocinadores, los Rockefeller, y a las multinacionales petrolíferas en general, enormes beneficios.
Interesante personaje.
En 1981 el Club de Roma auspició la creación de un organismo apéndice cuyo cometido sería proyectar «una nueva humanidad». Tras varios días de debates en la Universidad Gregoriana de Roma, un feudo de la Orden jesuita propuesto por ésta como marco del encuentro, nació el Forum Humanum, cuyo principal patrocinador económico ha venido siendo desde sus inicios la multinacional FIAT.
Entre los postulados ideológicos sostenidos por el Club de Roma para alumbrar esa «nueva sociedad» figura, cómo no, la necesidad de implantar un Gobierno supranacional. En ese sentido se han manifestado reiteradamente sus más destacados dirigentes, desde el ya fallecido Aurelio Peccei, quien en su momento significó que «uno de los mayores obstáculos para el progreso de la humanidad es el concepto de la soberanía de cada nación», hasta su discípulo y sucesor en la jefatura del Club, Alexander King, según el cual «la sociedad mundial requiere una única dirección, un gran capitán que guíe la tierra hacia un destino común». Ni el Gran Hermano de la pesadilla orwelliana se habría expresado mejor.
Entre los miembros más relevantes del Club figuran individuos como Daniel Jensen (Trilateral, Bilderberg), Sol Linowitz (Trilateral, CFR), Edgar Pisani (Instituto Aspen, Bilderberg), Jimmy Carter (Trilateral, CFR) y Kurt Rothschild. Por lo que se refiere a sus socios españoles cabe citar dentro de los más conocidos a Jose Luis Cerón, Carlos Robles Piquer, Federico Mayor Zaragoza, Joaquín Ruiz Jiménez Cortés, Fernando Morán, Javier Solana y Mercedes Sala.
Otra de las lumbreras de este distinguido aerópago es el ideólogo marxista Adam Schaff, cuyos vínculos con diversos foros plutocrático-oligárquicos le hacen acreedor a una mención especial. Las razones de su pertenencia al Club de Roma las ha expuesto él mismo con afirmaciones como éstas: «Me gusta tratar con los capitalistas del Club de Roma; son los únicos que se atreven a hablar abiertamente del futuro de la humanidad; son tan poderosos que no tienen nada que temer».
Al igual que ocurre con otras entidades afines de carácter mundialista, la Comisión Trilateral cuenta con una serie de émulos surgidos en diversos países a modo de prolongación o réplica a escala regional del modelo trilateralista. Uno de tales organismos, con sede en Francia, ya fue citado por el rotativo L’Humanité en 1977, aunque hubo que esperar hasta 1991 para que la indiscrección de una colaboradora del mismo permitiera conocer su relación de integrantes. El grupo en cuestión se denomina Le Siècle, y en su seno confraternizan y hacen proyectos de futuro la oligarquía plutocrática y la vanguardia «proletaria».
Sigue.
El Bilderberg Group
Pero antes de seguir adelante convendrá escudriñar en los orígenes de esta entidad, en los que aparece como eminencia gris e instigador un personaje de escasa resonancia pública, pero de enorme peso en los más discretos y selectos círculos del Poder. Se trata de Joseph Retinger, un sujeto a quien el propio Bernardo de Holanda rendiría homenaje fúnebre con estas palabras: «La historia conoce numerosos personajes notables sobre los cuales se concitó durante su vida la atención general. Ellos fueron admirados y festejados por todos, y nadie ignoró su nombre…. Existen, sin embargo, otros hombres cuya influencia es todavía mayor, incidiendo con su personalidad en el tiempo en que vivieron, aunque no son conocidos, pese a todo, más que por un círculo de iniciados muy restringido. Joseph Retinger fue uno de éstos». (Bulletin nº 5 du Centre de Culture Europeèn).
Joseph Retinger nació en Cracovia el año 1887 en el seno de una prestigiosa famila de origen judío-austríaco. A la edad de 18 años marchó a París, donde se doctoró en Letras y entabló sus primeros contactos en las altas esferas sociales occidentales. Acto seguido se iniciaría su azarosa y agitada existencia, caracterizada por sus múltiples cambios de residencia y constantes desplazamientos, así como por su presencia en la mayor parte de los escenarios político-diplomáticos donde se ventilaron los conflictos europeos de la primera mitad de este siglo. Una frenética actividad, en suma, que guarda un curioso paralelismo con las andanzas de los célebres agentes itinerantes de la francmasonería iluminista.
Después de cursar estudios en la Escuela de Ciencias Políticas parisina se trasladó a Munich, donde siguió un curso de psicología. Posteriormente, en 1914, se dirigió a Londres para inscribirse en la London School of Economics, centro en el que entabló estrechos contactos con los círculos fabianos británicos aglutinados en torno a esa influyente institución. Tras iniciarse en la francmasonería sueca, se desplazó a los Estados Unidos, país en el que ampliaría sus relaciones de alto nivel y protagonizaría un sinfín de peripecias. Finalmente, una vez concluída la 2ª Guerra Mundial, Joseph Retinger se entregó de lleno a la tarea de construir los cimientos del movimiento europeísta.
En mayo de 1946, junto con Paul von Zeeland, crea la Liga Europea de Colaboración Económica, un organismo en el que, contrariamente a lo podría deducirse por su nombre, participaron activamente varios miembros destacados de la nomenclatura oligárquica estadounidense, como John McCloy (CFR, Bilderberg, Chase Manhattan Bank), Averell Harriman (CFR, Bilderberg, Pilgrims, The Order), George Franklin (CFR, Bilderberg, Trilateral), John Foster Dulles (CFR, Bilderberg), William Wiseman (socio de la Banca Khun&Loeb), M. Leffingwelle (socio de la Banca Morgan), Nelson y David Rockefeller, etc.
El 7 de mayo de 1948 veía la luz otra elaboración de Retinger, el Congreso de Europa, una entidad en la que se integraron varias organizaciones afines del momento, y de la que surgiría un año después el Consejo de Europa. No menos digno de mención es el decisivo papel desempeñado por Retinger en el alumbramiento del Movimiento Europeo, una institución que tiene como objetivo fundamental la implantación de un gobierno europeo supranacional, y cuya secretaría general ocuparía su fundador durante varios años.Obvio es decir que esta clase de organismos no son otra cosa que emanaciones de las altas esferas plutocrático-oligárquicas, por lo que nada tiene de sorprendente el contenido de un informe confidencial elaborado por uno de ellos, la Comisión Europea, durante el mandato de Jacques Delors, informe con arreglo al cual quince multinacionales se repartirán el famoso «mercado único» europeo: Allianz A.G., Mediobanca, Lazard Partners, S.G.Warburg, Lambert Group, Swiss Re., Credit Suisse, Shearson, Credit Lyonnais, Deutche Bank, National Nederlandem, Barklays Bank, Assicurazioni Generale y Zurich Insurance.
El cometido desarrollado por Retinger en la cristalización del entramado europeísta sería valorado por el Boletín nº 5 del Centro de Cultura Europea con estas palabras: «Sin él, la Liga Europea de Cooperación Económica, el Movimiento Europeo y nuestro Centro de Cultura Europea no habrían visto nunca la luz. El Congreso de Europa de la Haya fue su obra, y el Consejo de Europa su resultado. Posteriormente fue él quien concibió y dic vida al Bilderberg Group, consagrado a la comprensión y la unión atlántica».
Continuará.
Si no hacemos nada el nuevo orden mundial sera el califato mundial. Dejaros de conspiranoias creadas por el enemigo.
¿¿¿ … ???
¿To be or not to be???
No se trata de conspiranoias, sino de REALIDADES!! Lo demás, es música y de la mala! 🙁
Muy interesante el trabajo pero no entra en mayor detalle de los judíos o el «ente_negro_judío» que maquina y urde este tipo de fechorías.
Es necesarios desmistificar a los Trilateralistas con mayor ambundamientos de los origines judaicos de estos sujetos.
En toda esta historia hay mucho de ficción y engaño judaico porque los que escriben son agentes pagados por la misma judería para amplificar su ¿poder? mediaticamente publicitado.
Prooximamente nuestra organización Nuevo país por medio de IDEXNAMI emitirá un articulo sobre este bullado caso de Bilderberg , los ¿ Iluminati? y la Comisión Trilateral.
Los siervos de Yaveh no son tan tan ¿inteligentes? como que no se les pueda agarrar en calzoncillos. Nosotros ya lo hemos hecho muchas veces.
Es cierto que son cien mil veces astutos estos «humanoides». Todo y nada se puede esperar de un judío_negro (JD-NG) y nada es extraño a la mente de un «sintetista». La «egolatría» y la » locura» de la mente_negra del judío plutocrata humanoide que no cesa de publicitarse y escribir huEVOnadas son los dos agujeros por donde pierde credibilidad . El judio_negro y avanza mucho, impresiona, impacta muchas veces por medio de sus escribas judíos …… escriba judío… escriba ….. pero no llega lejos donde se haga la «síntesis» a sus desvarios .
Gracias
___NUEVO PAÍS___
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