La Revolución Francesa según Pierre Gaxotte (3). Guerra, República, Gironda, Jacobinos: “No queremos juzgar al rey queremos matarlo”

Continuamos esto: La Revolución Francesa según Pierre Gaxotte (2)

Cap. VIII. La guerra.

La constitución era inaplicable. La nueva asamblea tiene una mayoría de independientes. La mitad de los miembros del parlamento son abogados (charlatanes, dice el autor); el ambiente de las discuiones es de patio de colegio.

La administración local dependía de cargos electos. La recaudación de los nuevos impuestos es caótica. Comienza la inflación y la violencia en el interior.

Los reyes intentar hacer que le resto de los soberanos intervenga. Pero de alguna forma, Inglaterra y Prusia se alegran de los problemas de la poderosa Francia. Solo cuando de hecho financian la agitación.

Por su parte, la política exterior de los revolucionarios es delirante:

p. 154: “… a propuesta de Petion y Robespierre, la Constituyente declaró al mundo la paz perpetua”.

Los problemas surgen por el caso de Avignon, un enclave del papado en Francia, que pasa a ser una tierra de nadie y un refugio de ladrones. La población pide incorporarse a Francia, pero acoger la petición era lanzar un reto al resto de Europa ¿qué pasaría si otros lugares lo piden? Al final se vota la anexión.

Alsacia, parte del Imperio aunque territorio de Francia era otro problema, y la agitación de los emigrados, establecidos en las ciudades del Rin. El rey les desautoriza.

En Pillnitz, el rey de Prusia y el emperador de Austria hacen una declaración ambigua que los girondinos agitan como declaración de guerra. Los ánimos revolucionarios estaban calmados y los radicales necesitaban excusas. El protagonista de este episodio es un tal Brissot.

El rey se resiste, pero ante el acoso de la izquierda (¡Sí a la guerra! en este caso) la derecha se desmorona y dimite, los girondinos se hacen con el gobierno. Un Luis XVI sonámbulo envía un ultimátum arrogante a Austria, que declara la guerra.

Capítulo IX. La Caída del trono.

p. 168: “Hasta pensaron un momento en recurrir a la vieja receta de las diversiones orientales: la invasión de Hungría por los turcos”

Los girondinos juegan la carta del enemigo interior. Se recrudece la presión contra el clero refractario. Se ejerce enorme presión sobre el rey, a quien se desarma (se le priva de los 6000 soldados de su guardia constitucional). Se quiere convocar a Paris 30.000 guardianes nacionales, de lealtad revolucionaria. Se organiza un motín que entra en las Tullerías, pero es finalmente contenido.

p. 175: “En el estado en que se encontraba Francia, no había más que un medio de detener la Revolución: tomar un fusil y salir a la calle; pero cincuenta años de escepticismo y de filosofía lacrimosa hacían imposible esa defensa”.

En esas mismas estamos en toda Europa actualmente. Cincuenta años de paz y de lavado de cerebro progre han dejado a la gente atolondrada.

Los jacobinos pudieron en esas circunstancias preparar la insurrección general, con la toma de las Tullerías. Mataron a todo el personal, incluidos los pinches de cocina. Encarcelan a los reyes en la torre del Temple. Se desata una auténtica carnicería en París y después en provincias.

Afortunadamente para ellos, el ejército republicano para a los prusianos en Valmy.

Capítulo X. La Gironda.

En la situación de disturbios, se elige la Convención, votó la décima parte del censo. Se trata de una asamblea constituyente que tiene que redactar una constitución republicana (wiki, no os perdáis la retórica progresista de la entrada).

Tiene 749 miembros oficiales, pero se presentan solo la mitad 371, en sus momentos mas flojos se reduce a 186. Y a eso llaman democracia.

Se divide en dos tendencias (no hace falta decir a estas alturas que esta es la tónica de la revolución de los sistemas salidos de ellas; un truco verdaderamente satánico, como leí en C. S. Lewis).

p. 187: “La Gironda se sienta a la derecha; es la antigua izquierda de la Legislativa. Es republicana, demócrata, parlamentaria y anticlerical. Sus miembros son burgueses instruidos y quiméricos. Se creen en posesión de la verdad revelada y su fanatismo no tiene límites, pero son consecuentes y sinceros. Tienen horror a la canalla… Discípulos de los fisiócratas, que traen la representación de los hombres de campo, son hostiles a toda intervención en el campo de la producción y del comercio”.

Es decir, son liberales radicales. La derecha del régimen (da miedo imaginarse a la izquierda). Han usado a la canalla parisiense, pero ahora la temen y quieren independizarse de esos «instrumentos despreciables de una revolución útil, gloriosa y necesaria» dice el ilustrado Condorcet. «La revolución ha terminado. La Revolución acaba en nosotros» dice otro. Eso quisieran, porque acabarán cortándoles el pelo a la altura del cuelo en la guillotina.

La otra tendencia es la de la Montaña, comunistas que quieren igualdad material, es decir, económica. También hay un tercer partido la Llanura o el Pantano, centro amorfo y abúlico. Liberal y reformista, como se diría hoy en día. Aunque ya vimos que la derecha girondina era centro radical.

La Gironda intenta meter en vereda a la municipalidad de Paris y a la Montaña (Danton, Marat y Robbespierre). Les falta cuajo y tenacidad. No consiguen gobernar.

Empieza el juicio al rey. Los radicales quieren ejecutarlo por traidor, sin mayor ceremonia.

p. 192: “No queremos juzgar al rey –dice Danton- queremos matarlo”

La ejecución del rey deja abierto el camino a cualquier experimento.

p. 196: “«Acabamos de abordar a una isla de libertad y hemos quemado el barco que nos ha conducido», proclamaba Cambon; y Lesbas decía de manera más sencilla, pero tan claramente: «Estamos en marcha: Tras de nosotros de han cerrado los caminos; hay que seguir delante de grado o por fuerza, y ha llegado el momento de decir: vivir libre o morir»”.

Socialismo o muerte, dicen en Cuba.

Se empieza a exportar la revolución financiando legiones extranjeras y clubes de patriotas, y con la guerra. Se toma sin dificultad Bélgica y la orilla izquierda del Rin. La victoria suscita problemas de gestión de los territorios, pero básicamente se decide dejar en ellos el ejército, porque traerlo a Francia podría traer mayores inconvenientes. Se nombran comisarios para la administración de los territorios. Lo mejor de cada casa, por supuesto.

p. 204: “Pero lo peor era que ni los franceses ni los belgas admitían las leyes revolucionarias. Los franceses les habían anunciado que les traían la libertad, y ellos habían entendido que eso era el respeto a las franquicias, propiedades e instituciones”

Con la toma de Bélgica, Inglaterra pasa a ver con preocupación a la Francia revolucionaria.

En primavera de 1992 empiezan las derrotas militares. La montaña acusa a la Gironda de traición. Se agita el fantasma del enemigo interior, comienza el terror: impuesto especial a los ricos, reclutamiento de un ejército de “pobres”, constitución del Comité de Salud Pública. La leva hace que algunas regiones se subleven. La Vendée en concreto.

Otra oleada de disturbios acaba con los girondinos.

Capítulo XI. La revolución, victoriosa

p. 211: “El motín del 2 de junio fue, por el contrario, un verdadero golpe de estado de las autoridades parisienses contra la representación de los departamentos, cuya primera consecuencia fue el levantamiento de las provincias contra la capital”

Parecía que la Comuna iba a quedar derrotada en cualquier momento, pero los girondinos no tiene apenas apoyo popular, solo una reacción monárquica hubiera sido capaz de aunar fuerzas,

La nueva constitución da todo tipo de derechos y garantías sobre el papel, lo que desarma a los girondinos. Todos ellos fueron condenados y ejecutados al final.

La Vandée, Lyon y Tolón fueron derrotados, masacrando a la población. Se trata del primer genocidio ideológico de la modernidad.

Se recupera Bélgica por el poco entusiasmo de la alianza de Inglaterra, Prusia y Austria.

p. 234: “En diciembre de 1793, ingleses, prusianos y austriacos se vieron derrotados. La Vandée agonizaba. La Gironda era ya solo un recuerdo. Tolon y Lyón eran ya solo dos nombres sobre el plano. Sin embargo, el Terror llegó a su punto culminante después de Fleurus. Cuanto más sólido era el gobierno revolucionario, más sanguinario se mostraba y más activa era la guillotina.”

p. 234: “… por eso, en su irreflexivo deseo de descargar de culpas al sistema, [los historiadores] se ven obligados a poner en la cuenta de un solo hombre, Robbespierre, todos los crímenes que de otro modo no podrían explicar”

Es lo que enseñan ahora en los libros de texto.

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