Termino con lo iniciado aquí (Jesús de Nazareth, segunda parte (1). La expulsión de los mercaderes del Templo). La anotación anterior es esta (Jesús de Nazareth, segunda parte (3). El linchamiento de Cristo, “san Caifás” y la denuncia del Evangelio de San Mateo.).
Resurrección y Ascensión a los cielos.
p. 305: “en la tradición en forma de confesión se nombra como testigos [de la Resurrección] solamente a hombres, mientras que en la tradición en forma de narración las mujeres tienen un papel decisivo; más aún, tienen la preeminencia en comparación con los hombres. Esto puede depender de que en la tradición judía se aceptaba solamente a los hombres como testigos ante el tribunal; el testimonio de las mujeres no se consideraba fiable. La tradición «oficial», que está, por decirlo así, ante el tribunal de Israel y del mundo, debe atenerse, pues, a estas normas para poder afrontar el proceso sobre Jesús, que en cierto modo continúa.”
En el Islam, el testimonio de la mujer vale la mitad, en el Judaísmo tradicional parece ser que no valía nada. Curioso.
El libro acaba con la Ascensión de Cristo y una referencia a su Segunda Venida en majestad. Los dos últimos párrafos del libro del no se sabe bien si teólogo Ratzinger o Papa Bendicto XVI es este:
Volvamos una vez más a la conclusión del Evangelio de Lucas. Jesús llevó a los suyos cerca de Betania, se nos dice. «Levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos subiendo hacia el cielo» (24,50s). Jesús se va bendiciendo, y permanece en la bendición. Sus manos quedan extendidas sobre este mundo. Las manos de Cristo que bendicen son como un techo que nos protege. Pero son al mismo tiempo un gesto de apertura que desgarra el mundo para que el cielo penetre en él y llegue a ser en él una presencia.
En el gesto de las manos que bendicen se expresa la relación duradera de Jesús con sus discípulos, con el mundo. En el marcharse, Él viene para elevarnos por encima de nosotros mismos y abrir el mundo a Dios. Por eso los discípulos pudieron alegrarse cuando volvieron de Betania a casa. Por la fe sabemos que Jesús, bendiciendo, tiene sus manos extendidas sobre nosotros. Ésta es la razón permanente de la alegría cristiana.
El tono no se corresponde con la situación real de la Cristiandad, pero es lógico que trate de dejar un buen sabor de boca. Para mí no es suficiente después de los graves errores cometidos.
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