La Pizzeria «Casa Mia» era un negocio regentado por una familia de inmigrantes italianos.
Un nutrido grupo de manifestantes de PEGIDA iban a esa pizzeria cada lunes tras la manifestación. Políticos del gobierno, asociaciones subvencionadas por el gobierno, medios de comunicación y finalmente también grupos de antifascistas iniciaron una campaña contra ese local por atreverse a servir a los manifestantes de PEGIDA.
El propietario argumentó que él no se mete en política y quien respete las normas de convivencia en su local tiene derecho a ser servido.
A partir de aquí las llamadas al boycott, las pintadas en las puertas o cristales rotos se convirtieron en algo cotidiano para los pobres propietarios. Ahora y tras varios meses de lucha no pueden seguir, el negocio ya está hundido.
Así funciona la idea de tolerancia y diversidad.
El propietario que luchó hasta el final:
La familia y los trabajadores del local que han hundido.
Políticos del SPD llamando al boykott a los locales que sirvan a «ultraderechistas y disidentes»
Imagen de la prensa difamando el local:
Ataques de cachorros antifascistas:
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