Se llama Anne Kling, autora de La France LICRAtisée. LICRA es la Liga Internacional Contra el Racismo y el Antsemitismo. Una vez más vemos a los judíos sirviendo de coartada del multiculturalismo. Otras veces se ponen ellos mismos en la primerísima línea del frente que tiene como objetivo la destrución de esto que se llamaba la Cristiandad. De hecho, esta misma autora tiene un libro titulado Revolucionarios Judíos.
Los extractos que he leído con las opiniones de esta señora me parecen «moderados», y en todo caso propuestas aceptables en el discurso político de cualquier sociedad libre. Otro caso similar al de Wilders.
Tiene este blog: LICRA : « La France LICRAtisée », le blog d’Anne Kling
Conseil de l’Europe : Anne Kling, rétrogradée, déboutée pour ses propos sur l’islam.
* * * * *
Aquí está la lista de revolucionarios judíos. Im-presionante.
Son Capitalistas y Comunistas, todo con el objetivo de acabar con la Cristiandad….¿donde he oído yo eso?.
Giovani Papini, en GOG (un libro extraordinariamene atípico), hace que un estudiante judío exponga ciertos hechos, si me lo permites los copiaré.
Antes sólo te diré, que no creo en la premisa, sólo que la inteligencia parece desarrollarse más cuando no se somete a moldes establecidos, y el carácter de «pueblo errante» nunca del todo integrado ha resultado muy fértil y beneficioso en el campo de las ideas. Lo que expone Papini no deja de ser un «divertimento», como el Libro de Joly (que inspiró la creacción de «Los Protocolos de los Sabios de Sión» -la falsificación más existosa y de más criminal renombre).
-«La inteligencia hebrea, de un siglo o siglo y medio a esta parte, no ha hecho otra cosa que socavar y ensuciar vuestras más caras creencias. Desde el momento en que los hebreos han podido vivir libremente, todo vuestro andamiaje espiritual amenaza caerse.
El Romanticismo alemán había creado el Idealismo y rehabilitado el Catolicismo; viene un pequeño hebreo de Dusseldorf, Heine, y con su genio alegre y maligno se burla de los Idealistas de los Románticos y de los Católicos.
Los hombres habían creido siempre que política, moral, religión, arte, son manifestaciones superiores del espíritu y que nada tienen que ver con la bolsa y con el vientre. Llega un hebreo de Treviri, Marx, y demuestra que todas aquellas idealísimas cosas proceden del estiércol de la baja economía.
Todos imaginaban al hombre de genio como un ser divino y al delincuente como un monstruo; llega un hebreo de Verona, Lombrosso, y nos hace tocar con la mano que el genio es un semiloco epiléptico y que los delincuentes son nuestros primos carnales.
A fines del ochocientos, la Europa de Tolstoi, de Ibsen, de Nietzsche, de Verlaine, se hacía la ilusión de ser una de las grandes épocas de la humanidad; aparece un hebreo de Budapest, Max Nordau, y se divierte explicando que vuestros famosos poetas son unos degenrados y que vuestra civilización se fundamenta en la mentira.
Cada hombre estaba persuadido de ser, en conjunto, un hombre normal y moral; se presenta un hebreo de Freibergm Sigmund Freud, y descubre que en el más virtuoso y distinguido caballero se esconde un invertido, un incestuoso o un asesino en potencia.
Los intelectuales, filósofos, y pensadores han considerado siempre que la inteligencia es el único medio para llegar a la verdad y a la mayor gloria del hombre; surge un hebreo de Paris, Bergson, y con sutiles y geniales análisis, abate la superioridad de la inteligencia, derriba el milenario edificio del platonismo y deduce que el pensamiento conceptual es incapaz de captar la realidad.
Las religiones son consideradas por casi todos como una admirable colaboración entre Dios y el espíritu más elevado del hombre; y he aquí que un hebreo de Saint-Germain de Layle, Salomón Reinach, se la ingenia para demostrar que son simplemente un resto de los viejos tabús salvajes. Sistemas de prohibiciones con supraestructuras ideológicas variables.
Nos imaginábamos vivir tranquilos en un sólido Universo, ordenado sobre fundamentos de un tiempo y de un espacio separados y absolutos; sobreviene un ´hebreo de Ulm, Einstein, y establece que el tiempo y el espacio son una sola cosa, que el espacio absoluto no existe, ni tampoco el tiempo, que todo esrtá fundado sobre una perpetua relatividad, y el edificio de la vieja física, orgullo de la ciencia, queda destruido».
Aunque dá que pensar, ¿verdad?.
Pues creo que sí, lo curioso es que la casa que están derrumbando se les va a destrizar en su caída en plan Sansán y los filisteos.
En Europa el antisemitismo está que se sale, en Venezuela les ha entrado en una sinagoga, a destrozar. Y como Europa resulte islamizada, va a tener que abandonar Israel.
Que desastre.
Estoy con Carlo. Tenemos un pueblo errante y desarraigado, muy frecuentemente maltratado y por ello resentido, dedicado generación tras generación a las llamadas «profesiones liberales» que son su modo casi único de ascenso social (y por tanto con un «capital cultural» heredado fortísimo, que les lleva a estar sobrerrepresentados en las ciencias y en las artes de un modo espectacular).
En el momento en que se secularizan y dejan de estar sujetos a unas firmes constricciones morales y que además se les abren las puertas de las instituciones políticas y culturales son la carne de cañón perfecta –también el motor– de toda idea revolucionaria, iluminada, de corte vengativo e internacionalista que les prometa además su emancipación plena. La principal: el comunismo. Obviamente no existe ninguna «cábala» ni conspiración oscura «contra los goyim», ni ninguna porquería de ese estilo que algunos de cuyo nombre no quiero acordarme se dedican a propalar para engañar a los simples.
La única solución que veo es que la propia intelectualidad judía se dé cuenta de esta trayectoria (creo que muchos intelectuales «conservadores» han empezado a hacerlo) y como Zemmour elijan ayudarnos a sobrevivir, ya que con eso estarán siendo justos, y porque no decirlo, se ayudarán a sí mismos también. Cada día está más claro.
Creo que fue Teddy Roosevelt quien dijo que educar la mente de un hombre sin darle una moral era crear un peligro para la sociedad. Qué razón tenía.