“Creo, porque es absurdo” y otras reflexiones teológicas

Os hablé aquí del libro Dios salve la razón: Gustavo Bueno: «la Iglesia ha sido la salvación de la razón».

Os traigo dos lecturas relacionadas. Esta (Dios condene la sinrazón) es

un comentario sobre la acogida, interpretación y posible repercusión de la «traducción» que realiza Gustavo Bueno a las coordenadas del materialismo filosófico de la famosa lección magistral de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona del 2 de septiembre de 2006.

Critica la falta de réplica de la filosofía católica a la «trituración materialista» del discurso del Papa por Bueno:

No está, tampoco, claro el motivo de este silencio por parte de la filosofía y teología católicas ante el materialismo filosófico. Por supuesto, bien pudiera ser debido a que el materialismo filosófico fuera tan minoritario y estuviera tan constreñido a una región que acaso pudiera ser despreciado como «curiosidad pintoresca» de Asturias. Pero también podría pensarse que la degradación filosófica de la misma Iglesia Católica -a partir del Concilio Vaticano II- haya corrompido de tal forma su tradición que ya sólo le queda el engolfamiento hermenéutico y doxográfico dejando a un lado el enfrentamiento con enemigos dialécticos que dado que no puede refutar, prefiere ignorar, no fuera que su estado de podredumbre quedara al descubierto.

Esta es su conclusión mayor:

Gustavo Bueno, no sólo ha alabado sin más el catolicismo{14} sino que su alabanza es inseparable de su «traducción», es decir, de la crítica al catolicismo desde un sistema filosófico más potente que los sistemas filosóficos católicos, pues es capaz de asimilar las ideas más fecundas de ese catolicismo no sólo sin dejar de seguir siendo materialista, sino dando las claves para discernir las corrientes materialistas que existen dentro del catolicismo. Porque el Dios católico del que habla Bueno salva también a los católicos de sus mismos componentes irracionales y que muchas veces pasan como dogmáticos. Jesús de Nazaret, el Jesús histórico, no pasó de ser un predicador escatológico del Reino de Dios, tal vez transido de la creencia de ser el Mesías esperado de Israel. Pero la grandeza del cristianismo posterior consiste no en que continuara fielmente la tradición del Nazareno: al Jesús histórico no le interesó la filosofía. Ni la académica ni la de ninguna otra clase. Apenas hay en ese Jesús algún rasgo de los que hoy se considerarían propios de la «tradición occidental». Tan es así, que el Nazareno no puede expresarse sistemática y críticamente teniendo que exponer su mensaje de forma literaria en parábolas y con apotegmas fácilmente recordables y asimilables por sus oyentes. Jesús fue judío y, por tanto, su Dios es el judío, un Dios que, según declara Bueno en la presentación del libro{15}, tampoco puede afirmarse que salve a la razón con la potencia con que lo hace el católico. El Dios de Jesús no es el Dios de la Iglesia, como el Dios de Mahoma no es el Dios Trinitario niceno-constaninopolitano. Y es que la grandeza del catolicismo no está en que haya conservado el Depósito de la Fe, sino todo lo contrario. Miles de progres en todo el orbe se desgañitan en demostrar lo mala que es la Iglesia Católica por haber abandonado sus prístinos ideales que ellos -da igual aquí que se sea más progre o más regre- consideran sublimes. ¿Pero acaso no supone mayor racionalidad precisamente eso, es decir, ligarse a los contextos materiales actuales realmente existentes en vez de dejarse arrastrar por ideas añejas que ya poco pueden decirnos o necesitan ser profundamente reformadas? La Iglesia Católica construyó sus dogmas desde las mismísimas realidades políticas, sociales, culturales y científicas que estaba viviendo. Aquí reside su potencialidad. Elementos contrarios al dogma, cuando se han demostrado verdaderos, han sido asimilados por la Iglesia Católica merced a su misma Idea de Dios que lo vincula inseparablemente a la razón y a la verdad; lo que no significa que entendamos este proceso de asimilación de modo armónico.

Tengo que decir que este ateísmo me es irresistíblemente simpático. Creo que la filosofía católica tiene el deber ineludible de dialogar con él y no con el brazo moderado de la ideología criminal mahometana. Otro párrafo muy interesante:

Entonces, la mayor racionalidad de la Biblia consiste precisamente en que cuanto mayor pluralidad se de en su seno de textos, contradicciones, procesos históricos, errores, escuelas teológicas, &c., mayor pluralidad de combinaciones existirán y más fecunda será la composición de los materiales dados, así como su confrontación con el resto de cosas existentes. La superioridad de la Biblia frente al Corán estriba en la pluralidad del libro cristiano -que propiamente no es un libro sino una colección de libros- y en las contradicciones objetivas que el texto sagrado posee. Por consiguiente, como materialistas, podríamos admitir sin problemas que el Corán -texto único elaborado teniendo ya en cuenta el peligro racionalista que suponía la pluralidad bíblica- es un libro más coherente y menos contradictorio que la Biblia [Nota de amdg: muy discutible]. Pero por eso mismo es más irracional, por haber cerrado la posibilidad de que todas esas racionalidades preexistentes (textos contradictorios, tradiciones, &c.) continúen en el texto para poder el lector desbordarlo. La coherencia del Corán elimina las contradicciones y armoniza sus partes{26} impidiendo cualquier regreso racional al texto y al mundo que lo envuelve para poder criticarlo: el fundamentalismo está servido. En cambio, cuando la pluralidad bíblica plagada de contradicciones y textos ideológicamente diversos tiene que ser explicada desde las coordenadas de la filosofía académica griega, los conceptos e Ideas que broten de él alcanzarán una potencialidad racional que llega hasta nuestros días.

La Tradición cristiana, junto a la filosofía académica de raigambre helenística, ha sido ese «Dios que ha salvado la razón». Porque la Tradición cristiana, tal y como la ha entendido la Iglesia Católica es constitutivamente una Tradición institucional en la que se incluye no sólo el texto bíblico, sino también la liturgia, los rezos, la música sagrada, la arquitectura, las órdenes religiosas, la vida de una muchedumbre de santos, &c. Por tanto, la primacía que la Iglesia Católica ha mantenido de la Revelación frente a la Razón puede traducirse en muchos casos como la primacía de las instituciones en curso frente a un formalismo metafísico de consecuencias muchas veces delirantes por más que dijeran basarse -o precisamente por eso mismo- en el desarrollo lógico-deductivo de primeros principios tenidos como evidentes. ¿Acaso la postura católica en el uso de las imágenes -frente a la iconoclastia judía que compartió Jesús- no es una rectificación del delirio monoteísta que quiere impedir al hombre que piense sobre Dios destruyendo los materiales quirúrgicos desde los que puede hacerlo?

Curiosamente, hay un artículo que no responde directamente al anterior, pero que es una respuesta, en general a la teología de Bueno que tiene como título el aforismo famoso de Tertuliano (¿Cómo traducir el apotegma: Credo, quia absurdum?). Así empieza:

La publicación reciente de La Fe del ateo de Gustavo Bueno recoge el argumento ateo que impugna la existencia de Dios a partir de su esencia. Ensayamos una primera respuesta al mencionado argumento

La Idea de Dios está construida sobre una estructura absurda, irracional, de modo que tal idea se descubre como una pseudoidea o una paraidea. En contra de san Anselmo, nadie puede pensar en «Dios» y menos pensarlo para demostrar su existencia. Nadie puede pensar en Dios, ni Dios mismo con toda su omnipotencia cognoscitiva podría hacerlo, del mismo modo que Dios no podría pensar en un bilátero como polígono regular. Dios, por tanto, no podría reflexionar sobre sí ni podría, en consecuencia, ser el Ipsum Intelligere Subsistens o el noeseos noesis noeseos. La Idea de Dios es impensable en todo orden. No se puede pensar tal Idea y menos como existente. Por tanto, ningún hombre tiene cierta Idea de Dios, porque Dios no es una Idea. Dios no existe como Idea porque es una esencia absurda que no puede incluirse como objeto de un pensamiento racional.

Y esta es la respuesta:

Pero «Dios» no es ni un Concepto ni una Idea, sino un Principio. Con esta perspectiva se prosigue la tradición realista de santo Tomás de Aquino y se salva la objeción del materialismo filosófico cuya formulación sin embargo tanto habría contribuido a destacar la corrección de la tradición tomista realizada por Leonardo Polo{3}. Animamos a Gustavo Bueno a revisar sus argumentos desde esta nueva perspectiva surgida en el realismo filosófico, aunque sólo sea para darnos la oportunidad de revisar los propios razonamientos a fin de asimilar las nuevas objeciones que se nos pudieran presentar, a su vez, por parte de tan digno adversario.

Creo que es la respuesta procedente. Al fin y al cabo, de los que se trata es de responder a la pregunta famosa de por qué el ser y no la nada. La respuesta es porque una inteligencia ajena al mundo así lo ha querido o por necesidad (por el propio desarrollo de una materia infinita) o por casualidad (que equivale echar la pregunta a un lado encogiéndose de hombros).

Vosotros elegís, que ya sois mayores. En todo caso, el aforismo de Tertuliano se interpreta así:

Retomamos el apotegma de Tertuliano desde el realismo filosófico. «Credo, quia absurdum» sería interpretado no como «creo porque es ilógico» sino como: «Creo, porque es paradójico», pero no por ser «contradictorio» o «irracional» al modo fideísta ni por ser «praeterracional» puesto que nos movemos en el ámbito de la Teología Natural y no en el de la Teología Revelada.

Creemos en Dios porque es paradójico, usando «paradoja» en sus dos acepciones:

1) Es decir, según una lógica poco habitual, pero totalmente rigurosa, que no concede nada a la irracionalidad fideísta pero tampoco nada a la racionalidad logicista atea, situándose en un justo medio de virtud entre dos extremos igualmente viciosos. Este fino equilibrio tan difícil de obtener es el que convierte en inusual y paradójico este uso razonable de la Razón.

2) Para un estudio de las notas de «Dios» como Principio, que no desemboca en las figuras Formales Lógicas de la Contradicción o Literarias del Oxímoron, sino en la figura Material Ontológica de la Paradoja, se exigiría el desarrollo de una argumentación tan o más amplia que la presente. Remito a mi Tesis doctoral para una respuesta a este segundo modo de entender la paradoja: Desiderio Parrilla Martinez, «La Paradoja del deseo en René Girard», Universidad Complutense, 2008.

Me voy a comprar el libro del autor.

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*