Adversus progresistas (X): Bartolomé de las Casas

Se trata de otro progre delirante. De las Casas cumple el perfil del progre actual a la perfección: Manipula hasta mentir fabulosamente, conspira para silenciar a quienes le desmienten, defiende una supuesta igualdad que no resiste ninguna prueba. De haber vivido hoy, la Academia sueca no hubiera dudado concederle el premio Nobel de la Paz. De hecho se lo concedió en 1992 a una aventajada discípula suya en la mentira.

Respecto de las mentiras fabulosas, este artículo de Pío Moa (El debate de la conquista (II)) tiene una selección de ellas. Se trata de falsedades flagrantes a las que han dado curso legal los historiadores protestantes, los ideólogos indigenistas y todos los enemigos históricos de España:

De entrada llaman la atención los datos geográficos ofrecidos por Las Casas. En La Española encuentra cinco reinos, uno con una vega de 80 leguas de sur a norte (como una legua castellana del siglo XVI equivalía a algo más de cinco kilómetros, habla de 400 kilómetros largos). La vega estaría recorrida por más de treinta mil ríos,  unos veinte o veinticinco mil de ellos riquísimos en oro, y  doce tan grandes como el Ebro; otro reino de La Española era él solo más grande que Portugal y «harto más felice y digno de ser poblado», también lleno de minas de oro y cobre; no detalla la extensión de los otros tres reinos, pero da a entender que eran también muy vastos…

Pero estos cálculos apenas son nada comparados con los relativos a la población. Las costas de tierra firme estaban «todas llenas como una colmena de gentes (…) que parece que puso Dios en aquellas tierras todo el golpe o la mayor cantidad de todo el linaje humano»; no había región que no estuviera «pobladísima» y con extensas ciudades… La Nueva España, futuro México, había disfrutado de muchas ciudades más habitadas que «Toledo y Sevilla y Valladolid y Zaragoza juntamente con Barcelona», de modo que «para andallas en torno se han de andar más de mil e ochocientas leguas» (casi diez mil kilómetros)…

Los datos son claramente ficticios, pues  la mayor parte de las tierras y costas eran selváticas y agrestes, con agricultura muy escasa -salvo en los imperios inca y azteca- y primitiva. Fuera de dichos  imperios no existían ciudades, y la mayor parte de las regiones no podía contar con una población mucho más densa que la actual Amazonia o la Patagonia.

Los indios de Las Casas son siempre «mansísimas ovejas», «sin maldades ni dobleces, obedientísimas y fidelísimas»; las gentes  «más humildes, más pacientes, más pacíficas y quietas, sin rencillas ni bullicios, no rijosos (…) sin rencores, sin odios, sin desear venganzas  que hay en el mundo»; «Carecían de vicios o de pecados»; «Gentes muy bien dispuestas, cuerdas, políticas y bien ordenadas»; «No poseen ni quieren poseer bienes terrenales». «No soberbias, no ambiciosas, no codiciosas». «Limpios y desocupados, de vivo entendimiento, muy capaces y dóciles para toda buena doctrina».

Desde luego, el dominico no manifiesta la menor intención de ser ecuánime,  sino la de impresionar al máximo a sus lectores, empezando por el rey; y uno de los principales historiadores españoles del siglo XX,  Menéndez Pidal, ha creído a Las Casas próximo a la paranoia. No obstante, su libro fue explotado a fondo por protestantes y franceses, como una verdadera arma de guerra realmente eficaz.

Tengo que leer el libro de las Casas. Me gusta la Ciencia ficción. Pero si preferís los debates serios, aquí tenéis la continuación: El debate de la conquista (y III), con un curioso detalle sobre el rival de Las Casas en la Controversia de Valladolid:

Sepúlveda, también dominico, había hecho una brillante carrera intelectual y eclesiástica en Europa, donde alcanzó renombre internacional como teólogo, filósofo e historiador. Había estudiado en Alcalá de Henares y en Bolonia, alojándose en el Colegio Español creado por Gil de Albornoz, y vivido largo tiempo en Roma. Había criticado a Lutero y, contra Erasmo, defendía las tradiciones cristianas y la religiosidad exterior, no solo interior. Carlos I lo nombró su capellán, cronista y preceptor del príncipe heredero, el futuro Felipe II. Las Casas trató de impedir la publicación de alguna de sus obras.

Sí, como tantos progres, era muy amigo también de la libertad de expresión:

Democrates alter, sive de iustis belli causis apud indos, que no obtuvo licencia de impresión debido a las presiones de su rival Bartolomé de las Casas, aunque sí logró publicar en Roma una Apologia pro libro de iustis belli causis.

Por cierto, mirad la página de la Wiki en español sobre el personaje, ni siquiera menciona -como hace la versión en inglés, de pasada- que las flagrantes falsedades del personaje están puestas en cuestión.

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