Así se titula un libro que compré por casualidad tras verlo en las estanterías de El Corte Inglés. No estaba seguro de su interés, pues se presenta como una novela y no era eso lo que quería. Amparado por las facilidades que la casa da a las devoluciones de compras me decidi por él. No me arrepiento.
Aunque se presenta como novela, no es tal, sino una narración de los sucesos sin pretensiones de historia académica. Tiene no obstante una buena introducción a los personajes y a las circunstancias del suceso, empezando por la toma de Constantinopla por el Turco.
¿Por qué el título? Porque tras acabar con la armada turca no se pudo aprovechar la ocasión. Uno de los coligados, las Serenísima República de Venecia (en concreto sus comerciantes), influida por Francia, pacto con el Turco un humillante acuerdo: 300.000 ducados a pagar en tres años por el derecho a comerciar con los turcos. Limitación de la escuadra veneciana a 60 galeras.
Es nuestro deber concluir esa batalla inacabada y derrotar militar y moralmente al Islam.
El libro trata de aquella jornada en que “se desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban, creyendo que los turcos eran invencibles por mar” según Cervates. Aquella batalla naval sería además el último enfrentamento entre galeras de la historia. A partir de entonces el barco de remos dejará de ser protagonista, al trasladarse el escenario de los enfrentamientos del Maditerráneo al Atlántico.
Destaca en el título del libro el sintagma usado para definir a Lepanto: “la batalla inacabada”. En efecto, se trata de una batalla inacabada, o de la batalla de una guerra inacabada. Veremos por qué, y también veremos que las consecuencias de dejarla inacabada llegan hasta nuestros días.
El prólogo acaba con unaserie de interesantes preguntas:
¿Por qué la flota otomana era el producto del pillaje y las incursiones contra Occidente mientras la flota católica estaba financiada con el producto de dividendos del capital invertido, de la industria, la colonización de América? ¿Por qué los otomanos intercambiaban con los europeos materias primas por productos manufacturados? ¿Por qué había muchos fabricantes, artesanos renegados entre los turcos, pero muy pocos turcos eran empleados en Occidente?
Es decir, ya entonces era patente la superioridad técnica de la Cristiandad. La introducción, ahora del propio autor, se refiere al hallazgo de un manuscrito. Es un recurso antiguo, como el mismo autor nos explica. Ese manuscrito le hizo comprender la importancia de la batalla. Entre otras cosas, la razón por la que españoles e italianos se vieron obligados a poner fin al poderío naval de la potencia imperial que apoyabaa los corsarios del norte de África y por qué Francia estaba aliada con el Turco en su política antiespañola. También se refiere a las consecuencias de una derrota: caída de Italia y del Papado, caída de España, del imperio germánico atacado por el Danubio y cuarteado por la Protesta. También América hubiera acabado en su poder.
Otro aspecto curioso de la introducción es la conversación con un turco, en el que este critica la actual política exterior de España a rebufo de Francia, el enemigo histórico, Se trata de un turco muy especial, que se considera heredero del “legado bizantino”, en realidad del imperio Romano de Oriente, y que llega a afirmar que si los franceses no hubieran dividido a la Santa Alianza que derrotó al Turco en Lepanto tras esta batalla –con lo que esta hubiera seguido atacando a los otomanos- “Selim II hubiera sido el último sultán de Constantinopla, y ahora todo sería distinto. Incluso el problema actual de Oriente Medio es casi seguro que no existiera”.
Por cierto, en la página 19 hay una referencia al conjunto de acontecimientos de finales del s. XV “que dieron lugar al enterramiento definitivo de la oscura Edad Media y al renacimiento del hombre nuevo”. La Edad Media no fue oscura sino de gran progreso tecnológico y el Renacimiento un período tan violento como cursi. Además, “renacimiento del hombre nuevo” está entre la contradicción y el pleonasmo.
Continuará.
Amigo ADMG, el cuerpo de Infantería de Marina estuvo en Lepanto. Entre los infantes de marina que combatieron en aquella batalla estaba, lo podrás imaginar, Miguel de Cervantes.
Un saludo.
Bizancio tuvo una responsabilidad importante en su propia caída. Su clase dirigente anduvo tonteando con los turcos durante mucho tiempo y muchas veces, para zafarse a otros enemigos circunstanciales.
Con todo, la Cristiandad occidental debió haber acudido en ayuda de Bizancio o, al menos, haber intentado la Reconquista.
Lepanto fue, por tanto, una oportunidad desaprovechada tristemente.
Pero hubo otra más reciente: al concluir la I Guerra Mundial el Imperio Otomano fue derrotado. E igual que el Austro-Húngaro fue desmembrado.
Pero si Austria y Hungría quedaron ampliamente mutiladas, Turquía no. En parte, por la capacidad de liderazgo de ese gigante que fue Mustafá Kemal Atatürk. Pero, en parte, por nuestra propia confusión occidental.
Tracia y, especialmente, Estambul, debieron haber sido entregadas a Grecia, como quería Venizelos. La mitad de la población de Constantinopla era cristiana entonces. El Califato había sido abolido y la capital de la nueva Nación turca había sido establecida en Ankara, en Anatolia.
Tracia y Constantinopla habrían podido permanecer con Grecia, incluso con Bulgaria. Y el Islam habría retrocedido hasta el otro lado del mar.
Pero no se quiso hacer. No hubo claridad de ideas.
bueno creo que ya se demostro previamente que no eran tan invencibles los turcos con el sitio de malta, donde los caballeros de la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, nombre completo, con un total de 800 caballeros y 1.450 soldados comandados por el Gran Maestre Jean Parisot de la Valette planto cara a un ejército otomano compuesto por 30.000 hombres y más de 160 galeras, derrotandoles con la ayuda final de los españoles
en fin que francia como siempre dando puñaladas por la espalda