Tenía ganas de leer esta encíclica de Pío IX, publicada el 8 diciembre 1864, junto con el Syllabus, porque son dos textos básicos para cualquier católico que quiera rechazar el modernismo. La Encíclica es una explicación del Syllabus, que es una lista de proposiciones erróneas y heréticas. Voy a comentar algunas de estas proposiciones, las que más me han llamado la atención.
XXI. La Iglesia carece de la potestad de definir dogmáticamente que la Religión de la Iglesia católica sea únicamente la verdadera Religión.
XXIV. La Iglesia no tiene la potestad de emplear la fuerza, ni potestad ninguna temporal directa ni indirecta.
Estoy de acuerdo con que la primera es errónea, porque de lo contrario no podría ni definir su propia doctrina. Sin embargo, la segunda, no diré errónea, pero es al menos ambigua. La iglesia puede afirmar que tiene esa potestad, pero de hecho, no la tiene. Además, ha aceptado -al menos hoy en día- el no ejercerla.
En todo caso, son precisamente las cuestiones de la separación Iglesia-Estado las que me parecen más difíciles. Por ejemplo:
XLVI. Aun en los mismos seminarios del clero depende de la autoridad civil el orden de los estudios.
XLIX. La autoridad civil puede impedir a los Obispos y a los pueblos fieles la libre y mutua comunicación con el Romano Pontífice.
L. La autoridad secular tiene por sí el derecho de presentar los Obispos, y puede exigirles que comiencen a administrar la diócesis antes que reciban de la Santa Sede la institución canónica y las letras apostólicas.
LI. Más aún, el Gobierno laical tiene el derecho de deponer a los Obispos del ejercicio del ministerio pastoral, y no está obligado a obedecer al Romano Pontífice en las cosas tocantes a la institución de los Obispados y de los Obispos.
LII. El Gobierno puede, usando de su derecho, variar la edad prescrita por la Iglesia para la profesión religiosa, tanto de las mujeres como de los hombres, e intimar a las comunidades religiosas que no admitan a nadie a los votos solemnes sin su permiso.
Esto es una interferencia inaceptable del Estado en la Iglesia, sin embargo, estas dos son algo más controvertidas:
XLVII. La óptima constitución de la sociedad civil exige que las escuelas populares, concurridas de los niños de cualquiera clase del pueblo, y en general los institutos públicos, destinados a la enseñanza de las letras y a otros estudios superiores, y a la educación de la juventud, estén exentos de toda autoridad, acción moderadora e ingerencia de la Iglesia, y que se sometan al pleno arbitrio de la autoridad civil y política, al gusto de los gobernantes, y según la norma de las opiniones corrientes del siglo.
XLVIII. Los católicos pueden aprobar aquella forma de educar a la juventud, que esté separada, disociada de la fe católica y de la potestad de la Iglesia, y mire solamente a la ciencia de las cosas naturales, y de un modo exclusivo, o por lo menos primario, los fines de la vida civil y terrena.
Acepto que la autoridad, acción moderadora e ingerencia de la Iglesia en la educación es lo óptimo, pero considero que no es prudente en todas las situaciones. En la actual, por ejemplo, dado el grado de corrupción de las costumbres, lo mejor es apartarse a un lugar seguro, recoger a los propios y dejar que a la sociedad civil se la lleve la riada. Los católicos no tenemos por qué aprobar una educación «separada, disociada de la fe católica y de la potestad de la Iglesia», pero nos podemos fumar un puro mientras el incendio consume a quienes lo aprueban. Especialmente, si no solo no hacen caso de las advertencias, sino que muerden rabiosamente a quien se las hace.
Sobre el matrimonio:
N.B. Aquí se pueden dar por puestos los otros dos errores de la abolición del celibato de los clérigos, y de la preferencia del estado de matrimonio al estado de virginidad. Ambos han sido condenados, el primero de ellos en la Epístola Encíclica Qui pluribus, 9 de noviembre de 1846, y el segundo en las Letras Apostólicas Multiplices inter, 10 de junio de 1851.
La palabra «preferencia» me parece ambigua. Desde luego, la virginidad es un estado extraordinario y, por tanto, no recto, in correcto. No se puede convertir en norma universal.
LXXVI. La abolición del civil imperio, que la Sede Apostólica posee, ayudaría muchísimo a la libertad y a la prosperidad de la Iglesia.
Pues yo creo que es cierto. Si el Vaticano tuviera que gestionar los aspectos civiles de un estado numeroso, estaría sujeto a la crítica de sus políticas civiles. En la actualidad, el Papa es más libre a la hora de pontificar que en la antigüedad. Al menos sobre el papel.
Otra:
LXXVIII. De aquí que laudablemente se ha establecido por la ley en algunos países católicos, que a los extranjeros que vayan allí, les sea lícito tener público ejercicio del culto propio de cada uno.
Resulta curioso comprobar que en la actualidad haya príncipes de la Iglesia que se congratulan por que la inmigración musulmana haya traído la religión a Europa… Creo que la libertad de culto público no es un derecho humano, sí el culto privado o en pequeños grupos. En todo caso, hay que concederla solo en condiciones de reciprocidad.
La última:
LXXX. El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo y con la moderna civilización.
Me ha hecho mucha gracia. En el lenguaje actual suena como un reconocimiento de culpa. De todas formas, de hecho, se ha «reconciliado y transigido», y en algunos puntos hasta excesivamente.
«XLVII. La óptima constitución de la sociedad civil exige que las escuelas populares, concurridas de los niños de cualquiera clase del pueblo, y en general los institutos públicos, destinados a la enseñanza de las letras y a otros estudios superiores, y a la educación de la juventud, estén exentos de toda autoridad, acción moderadora e ingerencia de la Iglesia, y que se sometan al pleno arbitrio de la autoridad civil y política, al gusto de los gobernantes, y según la norma de las opiniones corrientes del siglo.»
Simplemente espantoso. ¿Óptima constitución? ¿Como se mide eso y quien lo hace?
Que la escuela «se sometan al pleno arbitrio de la autoridad civil y política, al gusto de los gobernantes»
¿Puede haber algo peor?
Hoy tenemos esa herencia, y la escuela en TODAS partes no es otra cosa que un instrumento de adoctrinamiento.
K, pero por favor, esta encíclica es la más famosa declaración del integrismo antiliberal militante, junto con la advertencia famosa de “el liberalismo es pecado”. No te confundas de bando.