Balada, músico militante del nacionalismo catalán

En cuanto leí en la carátula del CD que los “Folk Dreams” estaban basados en melodías de Letonia, Cataluña e Irlanda lo supuse. Cataluña metida entre dos naciones perseguidas, una por el imperialismo ruso, otra por una agresión genocida de los ingleses que nunca he entendido bien. No hace falta decir quién ha perseguido a Cataluña desde tiempos de Isabel la Católica, ¿a que no? Y sin emabrgo, ¿qué culpa tendremos de que el el s. XV nos necesitaran para les sacaramos las castañas del fuego?

La portada muestra la fachada de la casa Batlló y la del palacete gótico de al lado, dentro encontramos un concierto para violín y otras obras sinfónicas de Leonardo Balada. El folleto viene además de en los tres idiomas habituales –inglés, alemán y francés- en español… no en catalán. Está escrito por el propio autor y tiene algunas cosas a las que se le pude sacar punta.

La obras citadas en el folleto ponen de manifiesto los modelos referenciales del autor: Guernica, María Sabina (la curandera de los hongos alucinógenos), Martin Lutero King, Casals, Sarasate, que quizás entró por el apellido vasco.

Hay una referencia a una crítica de su música en el NYT: “Él vivió en Barcelona, antigua ciudad anfitriona de Gaudí y Picasso, en donde los callejones convergen en modernas avenidas, así, pues, su música… une los tradicional y lo moderno”. Me hace gracia que se califique de anfitrionas a las ciudades donde vivieron –y en muchos casos malvivieron- los artistas. Derivar la música de Balada del trazado urbano de Barcelona es una graciosa licencia de la imaginación. Pero sobre todo, que Balada le de curso legal a semejante majadería, produce asombro. El autor describe a continuación la música del CD.

El concierto para violín está basado en melodías catalanas. En el primer tiempo “la identidad de la melodía se consolida”. Esto de la “consolidación de la identidad” suena realmente a programa político nacionalista. En el segundo tiempo, sin embargo, la melodía se desintegra. El tema del tercer movimiento lo pude reconocer. Es la melodía del villancico famoso “25 de diciembre”, pero con “tratamiento no convencional”, va de suyo.

En todo caso, la obra es un encargo y se estrenó en el Carnegiue Hall de NY. Como en el caso del Guggenheim de Bilbao, el nacionalismo fraccionario tendrá que ponerse al servicio del imperio anglosajón si no quiere trabajar para el hispánico, como había hecho hasta ahora con bastante entusiasmo.

La segunda obra se titula Folk Dreams. Sueños populares (vulgares, el volk es el vulgus latino). Tres movimientos, basados entres melodías, “letona, catalana e irlandesa, respectivamente”. La procedencia está escogida con criterios políticos, y en política, no hay casualidades. Como hemos dicho.

Sigue una sardana, de la que el autor asegura ser “la danza nacional de Cataluña”, falsedad que un múscio profesional no deberñía propalar. La sardana es la danza nacionalista de Cataluña:

el imaginario colectivo de los catalanes retrata a sus ancestros bailando sardanas, transmitiendo de generación en generación ese círculo que tan bien escenifica los rasgos identitarios del famoso hecho diferencial. Pero se equivoca. Pues ningún catalán había tenido noticia de la existencia de tal danza hasta hace poquísimo tiempo. Tan es así que cuando Galdós quiso incluir una sardana en una comedia ambientada en Cataluña, le fue imposible obtener la menor información entre sus amigos del Ateneo de Barcelona sobre cómo se bailaba. La razón de tanta ignorancia era simple: ninguno de aquellos entusiastas catalanistas de 1896 la había visto ejecutar jamás.

La danza popular de cataluña, como la de toda España, ha sido la jota de toda la vida, como nos cuenta Jesús Laínz en su excelente Bye, Bye, Spain.

En todo caso, la música me gustó mucho.

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