
Seducir para convertir. Enamorar por mayor gloria de Alá. Es lo que estarían haciendo varios grupos de jóvenes musulmanes en el sur de India, donde hinduistas y cristianos denuncian una campaña de proselitismo romántico a la que ellos mismos llaman “la jihad del amor”. Por absurdo que parezca, el debate ha pasado de los templos a los tribunales y de ahí a los despachos del Gobierno estatal, que ha puesto en alerta a los cuerpos de policía de Kerala y Karnataka. En estas regiones incluso se ha abierto una investigación parta determinar si existen o no grupos organizados de galanes musulmanes que enamoran a chicas hinduistas y cristianas.
La polémica estalló precisamente en Kerala, en la ciudad de Pathanamthitta, donde dos mujeres (una hindú y otra cristiana) se casaron con musulmanes que, según dicen ahora las muchachas, las obligaron a cambiar de religión. En un primer momento aseguraron haberse convertido voluntariamente, pero después confesaron a sus familiares cercanos que se habían sentido amenazadas. Sus maridos pertenecen a un grupo radical de estudiantes musulmanes, el “Campus Front”, asociado al “Popular Front of India” (PFI).
El incidente de Pathanamthitta desató una ola de acusaciones en los medios de comunicación locales, que se llenaron de titulares sobre el “jihad del amor”. Grupos hindúes y cristianos denuncian ahora que existe una estrategia concreta detrás de estas conversiones y que el proselitismo romántico se ha cobrado ya miles de “víctimas”. En mitad de la polémica, el principal partido de la oposición en India, el hinduísta Bharatiya Janata Party, llegó a afirmar que estos «comandos de la seducción» reciben ayuda financiera desde países de Oriente Medio para sus campañas.
La Iglesia también ha entrado en el debate y algunas organizaciones cristianas están colaborando para hacer frente a los romeos islámicos. “Alrededor de 4.000 chicas han sido obligadas a convertirse desde 2005 porque se enamoraron”, aseguró en una publicación parroquial Johny Kocchuparambil, secretario del Consejo de Armonía Social del obispado católico de Kerala. La psicosis se ha extendido hasta el estado de Karnataka, donde a los tribunales han recogido denuncias de familias convencidas de que sus hijas han caído presas de un engaño.
La Policía, sin pistas. Es cierto que la Policía hasta el momento no ha encontrado evidencias de que exista un movimiento organizado con el objetivo de seducir y convertir. Es más: algunas voces moderadas aseguran que se trata, más bien, de un fenómeno espontáneo, ya que los musulmanes son mucho más reacios a la conversión, más fácil entre cristianos e hindúes, especialmente entre las mujeres, cuando se forma una pareja mixta.
“La conversión religiosa no es un crimen y ocurre en todos los sitios, entre hinduistas y cristianos también. No se pueden pintar las cuestiones de amor como casos de conversión forzada por parte de extremistas”, aseguró un portavoz de la policía india, Naseerudheen Elamaram.
Pese a todo, varios grupos hinduistas y católicos han decidido ponerse en marcha para frenar lo que ellos consideran un “escándalo”. Mientras los cristianos se limitan a concienciar a las familias del presunto peligro, entre los grupos radicales hindúes se organizan patrullas ciudadanas para vigilar el comportamiento de las jóvenes y mantenerlas alejadas de potenciales seductores que acechan con el Corán escondido.
“Algunos grupos fundamentalistas están llevando a cabo una actitud vigilante contra las parejas mixtas desde hace años y ahora pueden usar como coartada esto de la jihad del amor para justificar sus actos agresivos”, aseguró una fuente policial citada por el diario “The Hindu”. La asociación Sri Ram Sene ha desplegado 150 grupos de activistas por todo el país para vigilar “comportamientos sospechosos”. “Cuando un activista de la jihad del amor sea identificado, será frenado en ese preciso instante”, advirtió el líder de la comunidad religiosa, Pramod Mutalik.
Sobre esta cuestión había leído algo hace un tiempo. Se trata de algo organizado y financiado por grupos islamistas. El «seductor» recibe por su trabajo un buen puñado de rupias, lo suficiente como para poner un pequeño negocio, y al tiempo se divorcia de la mujer con la que se ha casado y ha obilgado a convertirse al islam. Como la apostasia está castigada hasta con la muerte (en teoría) en el islam, la nueva musulmana se queda generalmente en su nueva religión.
Los sectores nacionalista indios, o mejor dicho los grupos hinduistas, se han movilizado contra esta práctica. Con la larga historia de enfrentamientos entre hindúes y musulmanes en la India, este asunto viene a envenenar aún más las ya tensas relaciones que rigen la convivencia antre ambas religiones.
La táctica de los musulmanes es crecer demográficamente hasta llegar al punto de tener el peso suficiente como para hechar un pulso a la nación y pedir derechos especiales y autonomía o incluso la separación (véase Cachemira, y antes de eso el mismo Pakistán y después Bangla Desh, que antes de la partición eran simplemente partes de la India).
Es de esperar que los hindúes hagan, el momento llegado, una buena escabechina. El islam, como en todas partes, es un cáncer. Se impone el bisturí.
O la radioterapia….
El policía citado tiene nombre islámico, así la policía no interviene en este caso, pero sí lo hace A FAVOR del agresor, cuando la matanza hinduísta de cristianos.