Uno de los acontecimientos estratégico-políticos más importantes en la llamada guerra contra el terrorismo es la progresiva extensión del islamismo hacia el sur del continente africano, cuando tradicionalmente había afectado sobre todo a la zona norte (Egipto, Argelia).
Están en el Yemen y el Golfo de Adén, y buena parte de la destrozada Somalia se encuentra bajo su control. Respecto al Sahel, hace ya tiempo que grupos islamistas se mueven por el Chad, Mali y Mauritania; incluso han penetrado en Níger. El islamismo es también causa de la carnicería diaria en Sudán. Junto con Afganistán e Irak, el Sahel constituye uno de los frentes abiertos del terrorismo islámico.
Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) nace de la iniciativa de Al Zawahiri de unir a varios grupos islamistas bajo unas mismas siglas. El Grupo Salafista para la Predicación y el Combate era uno de ellos. El GSPC operaba tradicionalmente en los países del norte de África; también en España, donde se han desarticulado varias células terroristas. Ataques a aldeas, a comisarías, a cuarteles generales con una salvaje violencia: es su forma de actuar tras el 11-S. Tras varios años de colaboración, el GSPC pasa a ser AQMI en el año 2006: distintas siglas, mismos integrantes e idéntica furia criminal contra Argelia, Túnez, Marruecos y Mauritania.
El triángulo formado por las fronteras de Mauritania, Argelia y Mali es un agujero negro en todos los sentidos: entre traficantes de armas y de seres humanos y tribus nómadas, se mueven varios centenares de miembros de Al Qaeda. Cada vez más asentados y bien conectados entre sí y con el exterior, estos grupos son cada vez más activos. En el caso actual, en contra de la labores de búsqueda y localización juegan la rapidez con que se mueven estos elementos, bien adaptados al terreno y al modo de vida nómada, y la vasta extensión del territorio, en este caso en manos de dos estados, Mali y Mauritania, que no lo controlan. Encontrarlos será cuestión de mucha suerte. Las acciones de los terroristas de AQMI podrían, a grandes rasgos, dividirse en dos grandes categorías.
1) Ataques a las fuerzas de seguridad y a los ejércitos de los países de la zona. Mal equipados, dispersos, con escasas infraestructuras, constituyen un blanco relativamente fácil. Atacan cuarteles, emboscan convoyes, vuelan comisarías. Argelia, que hace años dio por finalizada exitosamente su guerra contra los terroristas, aún tiene que enfrentarse al salvajismo islamista, que también se manifiesta en secuestros y brutales asesinatos rituales.
2) Secuestro de occidentales. A veces Al Qaeda utiliza los secuestros como forma inhumana de propaganda: conocemos de sobra los casos de los norteamericanos y británicos secuestrados en Iraq o Afganistán finalmente asesinados y convertidos, en su última hora, en herramienta propagandística intimidatoria. El objetivo final es atemorizar a las sociedades occidentales y forzar a sus gobiernos a retirar las tropas de lugares de choque contra el islamismo.
Comunicado de Al Qaida en el Magreb Islámico
Los secuestros suelen ir, pues, acompañados del chantaje, sea político o económico. En varias ocasiones han amenazado con asesinar a sus rehenes si no se ponía en libertad a tal o cual preso islamista. Y a veces llevan sus amenazas a efecto: el pasado 3 de junio el ciudadano británico Edwen Dyer fue asesinado luego de que Gran Bretaña se negara a poner en libertad al emblemático terrorista Abu Qutada. España no tiene en sus cárceles miembros tan importantes para AQMI; sin embargo, las celdas están repletas de presos islamistas argelinos, tunecinos o marroquíes vinculados con tramas criminales. Si los secuestradores han puesto la mirada en alguno de ellos, el drama para nuestro país y para el Gobierno estará servido, será más intenso y de desenlace más complicado que en el caso del Alakrana. No está nuestro Estado de Derecho para órdagos como éste, y probablemente cedería una vez más ante los terroristas.
Los cooperantes y las ONG españolas están desde hace tiempo en el punto de mira de AQMI: ideológicamente, los islamistas ven en ellos un instrumento occidental contra las enseñanzas del Corán, una empresa de occidentalización inadmisible. Estratégicamente, el islamismo trae consigo sus propias redes de cooperación y ayuda a los desfavorecidos, convenientemente encuadradas en la yihad global. Ni quiere ni puede tener rivales, y aniquilará a las ONG sin pestañear. En el peor de los casos, el secuestro respondería a esta lógica, y sería una advertencia para los demás.
Las pocas empresas españolas que hacen negocios en Mauritania están igualmente en el punto de mira del terror: especialmente las dedicadas a la construcción de infraestructuras y obra civil en el norte y en el este del país. Tampoco ellas están a salvo de la barbarie islámica. Desgraciadamente, si en el caso del Alakrana las posibilidades eran amplias, en el caso de Mauritania se reducen notablemente. La situación es de jaque a nuestro país.
Fuente: extraído de Grupo de Estudios Estratégicos
Información adicional: Entrevista a Carlos Echeverría Jesús
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