Qué curioso que las grandes hambrunas modernas hayan sido directamente producidas por el comunismo y la “democracia liberal”

Digo curioso, pero a lo mejor no es tan curioso. Del holomodor, el hambre provocada a propósito por los judeo-bolcheviques, que causó la muerte de unos seis millones de campesinos ucranianos hemos hablado aquí:

De las hambrunas que la muy democrática, liberal, y avanzada Inglaterra causó en sus colonias de Irlanda y de la India ha tratado Pío Moa en su blog en varias ocasiones, para desmayo del anglófilo Vidal, que le reprocha que rebusque en cuestiones históricas “matizables”, en las que no hay “consenso académico”.

Pues aquí estamos (Inglaterra ante la II Guerra Mundial (IV) La gran hambruna de Bengala):

Durante la guerra mundial, en 1943, una terrible hambruna devastó Bengala bajo poder inglés. El número de muertos se ha calculado entre dos y cuatro millones de personas, aparte de un número mucho mayor reducido a una extrema miseria y con secuelas graves de la desnutrición. Si resulta sorprendente (o revelador, según se mire), que en la mitad del siglo XIX una hambruna causara un millón de muertos en Irlanda, aún choca más la producida un siglo después en la India. Se la ha achacado a una plaga que destruyó la cosecha de arroz, pero otras estadísticas indican que el descenso de la producción fue poco importante, y no obstante la situación se tornó catastrófica.

Influían en ello las circunstancias de la guerra mundial, la relativa proximidad de los japoneses en Birmania y el deseo del gobierno inglés de no dejar alimentos en la región ante una posible invasión nipona. De hecho, una ley prohibió el envío de arroz de otras regiones indias a Bengala, y el gobierno compró grandes cantidades de cereales para impedir que llegasen a la región de la hambruna. Churchill replicó a los informes que “si había tal escasez de alimentos cómo era que Gandhi no había muerto ya”. Los remedios que se pusieron para paliar tal estado de necesidad fueron ridículamente insuficientes, y alguna autora los ha comparado con las raciones que se recibían en los campos de concentración nazis, aunque la situación de conjunto era obviamente distinta.

Esta no fue la primera gran hambruna que experimentó La India bajo el poder británico. Hubo no menos de veinte, que acabaron con decenas de millones de personas, más de treinta millones, según diversos cálculos, solo en la segunda mitad del siglo XIX, y que dejan en poca cosa la Gran Hambruna irlandesa. Para Londres, La India era esencialmente una mercado enorme para sus textiles y otros productos industriales. Estos destruían los modos de producción y equilibrios sociales tradicionales, llevando a la miseria total a masas de personas, al paso que impedían la construcción de fábricas que pudieran hacer la competencia a las inglesas (recuérdese, de paso, que una preocupación del ejército de Wellington en España fue la destrucción de manufacturas españolas).

Menos estudiado está el caso de Grecia, donde el bloqueo inglés causó unos trescientos mil muertos, hasta que Londres cambió de postura y permitió la llegada de ciertos alimentos.

****Algunos creen que un crimen deja de serlo si lo cometen los ingleses o los useños.

Me pregunto si Moa se refiere al anglófilo Vidal. Sobre la hambruna irlandesa (es tremendo):

Por supuesto, no todos los ingleses tenían una mentalidad genocida cuando se produjo la Gran Hambruna irlandesa. Así, el Morning Chronicle de Londres, condenaba el hecho de que, “so pretextos legales, una población que por generaciones ha vivido en esa tierra esté siendo expulsada a la deriva, sin medios, para procurarse sustento donde lo hay. Ningún derecho privado y ningún derecho público puede inducir a una sociedad a tolerar algo así. No puede justificarse invocando ningún derecho legítimo de propiedad sobre la tierra” (aunque debe decirse que la legitimidad de la propiedad de los terratenientes protestantes era simplemente la del robo y el expolio por el más fuerte). Lord Conclurry escribió: “Alguna vez se ha visto algo como lo que ocurre en este país, con hambrunas casi anuales, con todo tipo de necesidades y viéndose su gente obligad a mendigar o pedir prestado parte de su propio dinero? (pues Irlanda producía grandes cantidades de alimentos en plena hambruna). Y hubo otras manifestaciones de horror por lo que estaba sucediendo.

Existía también la postura disimulada o indisimuladamente genocida expuesta Benjamín Jovett: “Siento cierto horror hacia los economistas políticos desde que escuché a uno de ellos (se refiere a Nassau Senior, catedrático de economía política en Oxford) que temía que la hambruna no matase a más de un millón de personas, ya que esa cifra sería muy insuficiente para solucionar el problema”. Pues una opinión muy extendida entre las autoridades inglesas era que la hambruna venía a ser una plaga providencial para librar a Inglaterra del problema representado por el “excedente” de población irlandesa. Incluso un castigo divino a los irlandeses por “papistas”. Estas opiniones solían enmascararse con hipocresías, pero son perfectamente discernibles en la prensa y declaraciones de la época. (por cierto, también en el Holodomor protestó gente como Shólojof, sin ningún resultado).

¿Cuál de las mentalidades prevaleció: la genocida o la compasiva? La respuesta la dan inapelablemente los hechos. En torno a un millón de irlandeses, quizá muchos más, murieron de hambre y enfermedades derivadas y otra masa inmensa tuvo que huir en la más absoluta miseria y hacinamiento en barcos que hacían su gran negocio con ese tráfico. La gigantesca hambruna no fue, como suele decirse, causada por la plaga de la patata, sino por el hecho de que una gran masa de población hubiera sido reducida previamente a la miseria y a subsistir básicamente de ese tubérculo.

La misma mentalidad genocida se aprecia en algún anglómano del blog cuando pretende que cualquier otra actitud por parte de Londres habría sido “mucho peor”, o pinta un cuadro rosáceo de lo bien que vivían los irlandeses, que al parecer prosperaban en medio de su propia hambre y miseria, o muestra la mayor insensibilidad hacia los cuadros de los niños convertidos en esqueletos ambulantes poco antes de caer definitivamente. Nada remotamente parecido ocurrió en la España que ellos detestan y en general calumnian. Una actitud hoy muy común en España.

Debe observarse asimismo que los protestantes emprendieron campañas de proselitismo prometiendo librar del hambre a quienes renegasen del catolicismo. Con poco éxito, en general. La Iglesia episcopal obtenía además grandes ingresos del diezmo impuesto a los católicos.

Esto sucedió en Europa hace poco más de 150 años. Un auténtico genocidio.

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