Lo que sigue es un resumen de la serie de artículos publicados en The Occidental Observer en la que se reseñan escritos del tradicionalista católico francés Léon de Poncins sobre la influencia judía en el Concilio Vaticano II, en particular sobre Nostra Aetate.
VII: La lucha del judaísmo contra la tradición católica.
Detrás de la iniciativa “ecumenista” judía estaba la tarea de demolición de la tradición católica, que ha tenido lugar en tres fases, según Josué Yehuda.
Sobre la primera, el Renacimiento, escribe:
“Podemos afirmar que si el Renacimiento no se hubiera desviado de su curso original en favor del mundo dualista griego, tendríamos, sin duda, un mundo unificado por el pensamiento creativo y la doctrina de la Cábala”.
Sobre la segunda, la Protesta (Reforma, para él): “Con la Reforma, … la universalidad de la Iglesia fue hecha pedazos”.
La tercera es la Ilustración, que introdujo el ateísmo y contribuyó a la descristianización de Europa.
Yehuda ve la historia como una lucha de las fuerzas del progreso contra el oscurantismo católico.
El Vaticano II sería otro paso en ese sentido, dado este por la propia Iglesia.
VIII: Solo el monoteísmo de Israel es teológicamente correcto
Para Yejuda, el cristianismo es “una imitación vacilante a la luz del auténtico mesianismo (…), y el antisemitismo no será erradicado mientras el cristianismo se niegue a reconocer su problema, que es la traición del auténtico mesianismo monoteísta”.
Otro autor, Elías Benamozegh, propone que los cristianos solo podrán superar sus divisiones reconociendo al judaísmo como la verdad común.
IX: Supongamos que Cristo existió verdaderamente
Le toca el turno a Rabi:
“A veces me imagino, al final de los tiempos, al último judío a los pies del Creador, como está escrito en el Talmud… ¿Qué dirá para justificar su firmeza? Le oigo decir: “No creo en la divinidad de Cristo”… Para nosotros, la conversión al cristianismo es una gran blasfemia, en particular, la creencia en la divinidad de un hombre”.
Siguen pensando lo mismo que Caifás. Exactamente lo mismo.
X: Israel y la subversión
Trata del protagonismo judío en la subversión de las sociedades cristianas:
“Su misión histórica está perfectamente definida, y quizás para siempre. Será el principal factor de las épocas apocalípticas, sucedió al final del mundo antiguo y sucederá al final del mundo cristiano en que vivimos”.
XI: Imperialismo judío
“De hecho, [los judíos] son el único pueblo cosmopolita, y, como tales, deben –y en realidad lo hacen- actuar como un disolvente de toda raza y nacionalidad. El gran ideal del judaísmo no es que algún día todos los judíos se reúnan en una esquina del mundo para separarse, sino que el mundo entero esté imbuido de enseñanzas judías, y que entonces en una hermandad universal de naciones –en realidad un judaísmo difuso- todas las razas y religiones separadas desaparezcan. Van más allá. Con sus actividades científicas y literarias, con su supremacía en todos los sectores de la vida pública, están preparando para fundir pensamientos y sistemas que no son judíos o que no corresponden a modelos judíos”.
Escrito en el periódico Jewish World (Mundo judío) en 1923.
XII: La Divinidad de Cristo, obstáculo para el mesianismo judío
El principal obstáculo del imperialismo mesiánico judío es el catolicismo. El Galileo hizo descarriar el proyecto al universalizar el judaísmo, quitándole su exclusivismo racial, y posponer el cumplimiento mesiánico a la Vida Eterna. Contra todo pronóstico, y a pesar de las persecuciones, instigadas por los judíos muchas veces, el cristianismo se impuso, incluso como religión oficial con Constantino.
La Protesta, la Ilustración y la Revolución están sin embargo recuperando el tiempo perdido.
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