La decisión del Rey de Arabia Saudí, Salman bin Abdulaziz, de nombrar como su heredero a Mohamed Ibn Salman -en reemplazo de Mohamed bin Nayef– no es motivada por capricho o mero afecto paternal.
Hay que circunscribirla en la nueva alineación de los poderes regionales saudíes e israelíes y en la perspectiva subjetiva y proyectiva de la convergencia de tendencias en la administración Trump.
Palancas de poder saudí en manos de un joven inexperto e imprudente
Cabe resaltar que el cerco y el aislamiento internacional que durante años determinadas facciones del sionismo, del occidente globalista y de las monarquías petrodólares ejecutaron sobre Irán se rompen cada vez más, emergiendo el gobierno de Teherán como eje regional al reposicionarse como verdadero poder militar y económico e interlocutor político válido de sus socios regionales ante Occidente y el mundo entero.
Asimismo, el naciente corredor Teherán-Beirut y la alianza Teherán-Doha ponen muy nerviosos a los que detentan el poder en Riad al comprobar que ya no son el eje regional galvanizador y hegemónico por excelencia y que su importancia económica mundial decrece en favor de Irán y de su devenido ex socio Qatar.
Por ello, el rey saudí de 81 años que sufre de predemencia escogió a su hijo favorito de 31 años por la visión geopolítica de la mayor parte de los integrantes de la Casa de Saúd que ve amenazada su existencia y su poder por el bloque referenciado principalmente por Irán.
Autor de Arabia Visión 2030, Mohamed Ibn Salman plantea reformar la estructura económica del reino, diversificar su economía (más del 80% de sus exportaciones se deben al petróleo), establecer un nuevo fondo soberano, reducir la influencia del poder de los religiosos, etc.
Diego Pappalardo. Director de la Consultora Universum.
Dejar una contestacion