Las Cortes discuten qué hacer tras la renuncia de Amadeo de Saboya.
Pi y Margall:
¿Cómo será posible que conservarais ya la Monarquía? El privilegio de castas ha desaparecido por completo, y yo pregunto: ¿es posible que cuando se trata del mando supremo de la Nación lo vengáis á vincular en una casta, ó lo que es lo mismo, en una familia? Debéis haceros cargo del estado de las ideas y del movimiento de las opiniones de nuestro siglo. En otro tiempo en que, gracias á las creencias religiosas, universalmente aceptadas, había una base algo firme y había algo que servía de freno al movimiento de las ideas, eran posibles esos poderes inamovibles, esos poderes hereditarios; pero desde el momento en que hay un gran movimiento de ideas, ¿cómo es posible que podáis suponer que una sola persona pueda seguir le corriente de las ideas mismas? Se necesitan poderes amovibles, que puedan participar del movimiento de la opinión pública; y para eso se necesita establecer la República, establecer el Poder ejecutivo de tal manera, que pueda siempre modificarse con arreglo á la corriente de las ideas y á la corriente de la opinión pública del pueblo español.
No hay principios inamovibles, nada a que aferrarse. Mala cosa. Pero acusar a la monarquía de crear divisiones… eso sí que no es de recibo:
Ved además cuál es el estado presente de España. Las ideas absolutistas están levantadas en grandes provincias de España: vosotros estáis convencidos de que la fuerza armada, el ejército, no es capaz de poder dominar estas mismas facciones, por las razones que todos vosotros os explicáis, y de que es necesario que los pueblos se levanten contra esas facciones y ahoguen en su principio la guerra civil; y para que esto suceda es indispensable que los pueblos tengan una bandera á la cual acogerse y en cuyo nombre ataquen á esas mismas ideas. No sería fácil que lo alcanzarais por medio de la Monarquía, porque ya habéis visto que esta no produce más que divisiones y hace que los partidos populares no puedan acogerse todos á la sombra de una misma bandera.
Nicolás Salmerón:
¡Ah, Sres. Representantes de la Nación española! es de todo punto indispensable que sepamos, que si ayer nos dividían bajo la Monarquía estas pasiones estrechas de los partidos políticos; que si antes los unos y los otros pugnaban por el poder, hoy no hay Monarquía que nos divida, hoy no hay más que la bandera de la República, á cuya sombra caben todas las opiniones, todos los intereses, todas las aspiraciones políticas de gobierno. Y si vosotros, conservadores, decís que vais á prestar apoyo al Gobierno que aquí mantenga el orden social, levantad un poco más vuestro espíritu, mostrad la nobleza y la generosidad, acaso todavía en vuestras almas apagadas por el resto de una pasión política; levantad vuestro espíritu y decid: vamos á contribuir á edificar lo que sobre las ruinas de la Monarquía es preciso edificar en este país y es indispensable afirmar, vosotros lo sabéis bien, sobre lo único que queda vivo, sobre las ruinas del régimen monárquico; es preciso edificar un régimen nuevo: no traigamos la cizaña y las discordias al seno de la Patria: no os encerréis en lo que está escrito en la Constitución vigente del Estado: no os apoyéis en la legalidad existente. Porque, ¿qué es lo que queda vigente de la legalidad antigua? Una sola cosa: el título primero de la Constitución, los derechos individuales, la Representación nacional en estas Cortes. Si vosotros tenéis patriotismo, os debéis antes á la Patria que á vuestro partido: si vosotros sois hombres que sobre todo amáis las ideas con las cuales solo pueden vivir y prosperar los pueblos, venid á nuestros brazos; á todos queremos, á nadie rechazamos. La libertad y la República forman una sola Patria y crean una sola institución y una sola constitución social, bajo la cual pueden vivir los hombres de las más encontradas opiniones.
A estos argumentos se les puede dar la vuelta para reprocharles las mismas cosas a los republicanos. Lo de la inamovilidad de los principios en una monarquía hace sonreír, por su ingenuidad.
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