El Islam es un mal grave que sirve a un designio anticristiano

Gustó al Embajador la referencia que hice al artículo de Luis María Sandoval: Límites para el Islam en España. Este le gustará aún más. Tengo que advertir que me extrañó algo, pues en más de una ocasión hemos discutido sobre si el secularismo es peor enemigo que el islamismo.

Es una suerte que en un sitio como Arbil, que podemos calificar de católico integrista (y a mucha honra, que no es delito y tal como están las cosas puede que sea una obligación) dice que el Islam es mucho más peligroso. Y lo razona magníficamente. Suscribo un 120% de lo que dice. Insisto, no os lo perdáis. Pero por si os lo perdéis, aquí os dejo algunas de sus afirmaciones:

No importa tanto acumular erudición sobre el islamismo sino acertar con el juicio que merece, por el cual se avanzará ya el género de tratamiento indicado. El islam es un mal grave, derivado de la falsedad de su profeta Mahoma, en el que se acumulan diversas modalidades de maldad hasta hacer sospechar que en su conjunto sirve a un designio anticristiano. Y en el presente, el mahometanismo sigue sirviendo para perjudicar la posición cristiana, tanto desde el exterior como en su mismo interior, al generar dilemas de mal menor, verdaderos y falsos, en relación con el pensamiento liberal. La proximidad taxonómica del islam a la Religión Cristiana no es suficiente para juzgar de su malicia sin atender al origen y los frutos de tal semejanza.

En fin, viene a decir que el Islam es un mal grave que sirve a un designio original e intrínsecamente anticristiano. Insito, no os lo perdáis (De los males del islam), yo solo os dejo un resumen:

Nuestra tesis es que la religión mahometana, o islam, no tiene origen divino, es una imitación de la religión bíblica, y es un mal, una realidad mala y perniciosa, en la cual la acumulación de maldades objetivas nos induce finalmente a pensar en la existencia, tras ellas, de una malicia en la intención, la cual la dio origen y la sostiene. Abordaremos primero el aspecto objetivo y luego el intencional de sus males.

La falsa religión, como lo es el islam, es siempre un mal de primera magnitud, y quien no comprende esto arriesga su plena conciencia cristiana porque pierde el sentido religioso.

La falsa religión es una falta contra el Primer Mandamiento. El Primero, porque si Jesucristo hizo del amor al prójimo un Segundo análogo a éste, no invirtió su posición ni decretó su suplantación.

No existe posibilidad lógica de que un cristiano conceda a Mahoma el papel de profeta. Si lo fue, y su predicación viene de Dios, hay que aceptar todo su testimonio, incluido el que se inventa acerca de Jesús negando su divinidad (Corán, sura 5, aleyas 116, 118 ó 119 según las versiones).

O Cristo es la Palabra definitiva de Dios o Mahoma es el Sello de los profetas. De ahí también que debamos rescatar la palabra mahometano por oposición a cristiano, porque lo contrario es conceder la verdad de su religión.

Por todo ello concluimos que Mahoma es un falso profeta, predicador de una doctrina que él atribuía indebidamente a Dios. Por parte de los cristianos, todo cuanto no sea afirmar esto, en la ocasión y manera clara y prudente que haga falta, es debilitar la propia Fe y dificultar la ajena. Por eso es tan inaceptable que los actuales presentadores cristianos del islam, en sus libros y artículos, aborden los orígenes del mismo adoptando en tono narrativo, sin ningún género de salvedades ni averiguaciones, reproduciendo la versión mahometana: «recibió una visión», etc [17] .

Nuestro Señor mismo advirtió y profetizó: «Guardáos de los falsos profetas» ‑que se reconocen por sus frutos- (Mt 7,15 ss); «Mirad que no os engañe nadie. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: «Yo soy el Cristo», y engañarán a muchos«, «surgirán muchos falsos profetas que engañarán a muchos«, «surgirán falsos cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios» (Mt 24 vs. 4-5, 11 y 24 y Mc 13,22). Si Mahoma no fue precisamente quien pretendió el título de ‘Profeta’ por antonomasia, y ocupar el culmen de la historia de la salvación, y si no ha engañado a muchísimos, no se sabe a quién se podrá aplicar con más propiedad estos pasajes.

El islam es una refinada imitación invertida de la religión verdadera, muy propia del ‘mono de Dios’ que es el Demonio. Y también hallamos en él la perversión de la más sincera religiosidad humana -posiblemente en su manifestación más elevada fuera de la Iglesia- hasta recordar aquello que profetizara Nuestro Señor al decir «llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios» (Jn 16,2).

Desde luego, el islam, con su credulidad acrítica y sus supersticiones, con la cerrazón intelectual del fideísmo, con sus costumbres indefendibles legisladas por la divinidad, y con su llamamiento programático a la guerra santa, es un género de compañía de la que no blasonar y con la que sería preferible no quedar clasificados.

Aquí explica por qué es preferible la alianza con los secularistas moderados a la de los mahometanos:

Occidente es hoy una realidad de raíz y herencia cristiana, aunque sea residual; de población todavía cristiana en buena parte, aunque con frecuencia se trate de una religiosidad sociológica, descaecida o desorientada; de leyes y gobiernos con principios liberales laicistas, correspondientes a mayorías de ese signo; y, en conjunto, una situación de hecho en equilibrio inestable entre principios y realidades ampliamente contradictorios entre sí. Y, con todo, Occidente no deja de ser nuestra patria carnal, y sus autoridades de hecho, ilegítimas por muchos conceptos, merecen adhesión cordial, solidaridad y obediencia, especialmente hacia fuera, en tanto no contradicen directamente nuestros deberes cristianos [33] .

Pero tal planteamiento se descalifica por su odio e imprudencia. Las coincidencias puramente negativas no son sólidas, a más de envenenar el corazón. Y, por otra parte, no existe la menor oportunidad en un oportunismo cuando los presuntos aliados no son menos opresores y sí mucho más fuertes que uno mismo. La situación después del Guadalete de los vitizanos -a la postre godos y cristianos- debería hacer reflexionar algo más desde un principio sobre las ventajas e inconvenientes de buscarse tales aliados.

El Catecismo de la Iglesia Católica dice explícitamente que «El derecho a la libertad religiosa no puede ser de suyo ni ilimitado, ni limitado solamente por un ‘orden público’ concebido de manera positivista o naturalista«, para recordar con el Concilio que esos justos límites deben estar en «normas jurídicas conformes con el orden objetivo moral» (CEC § 2109).

La libertad religiosa del liberalismo oscila, de hecho, entre las promesas de tolerarlo absolutamente todo y las pretensiones de dictar una moral pública laica obligatoria. Y cuanto más insistan las minorías islámicas en occidente en establecer su jurisdicción religiosa entre nosotros, pasado el inicial optimismo multicultural, más se excitará la tentaciónde dictar un laicismo rigorista que también perjudicará a la Iglesia.

¿Es el islam un mal menor que el liberalismo? Esa es la cuestión verdadera, que no es exactamente la misma que se argumenta cuando se escuchan preferencias esteticistas del género ‘prefiero un adversario radical coherente que un tibio inconsecuente’. Hoy se puede escuchar aplicado a islamistas y liberales, como ayer pudo serlo a comunistas ateístas y a burgueses materialistas.

¡Lo que nos interesa es quién sea el adversario menos dañino para los cristianos! Y ése es, sin duda, el de principios laxos e incoherente con ellos [38] , es decir, el liberalismo cotidiano, mientras no recrudezca su práctica retomando sus principios.

León XIII, el papa que condenó expresa y continuadamente el liberalismo en varias encíclicas (con una específicamente dedicada a la cuestión: Libertas praestantissimum, 1887), ciertamente enseñó que un régimen liberal, permaneciendo inaceptable en orden de principio, podía ser aceptado y deseado como alternativa más tolerante a un régimen más opresivo y crudamente perseguidor [39] . Valía para el comunismo y vale para el mahometismo.

Se habrá observado de qué modo, en el fragor de la polémica, se esgrimen argumentos en que se confunden el mal menor para los cristianos con el menor mal que estarían cometiendo sus adversarios, abstractamente considerado. Y por otra parte, en la práctica, no se trata tanto de la posibilidad de sustituir uno por otro, cuanto de añadir a los males del liberalismo imperante los de parcelas de poder reconocidas al islam.

A la vista de todo ello, es más que admisible sugerir que la coincidencia de tantas manifestaciones de maldad en el islam esconde una malicia intencionada. Y aun si las falsas revelaciones de Mahoma no fueron sugestiones diabólicas, parece que el islam ha sido un instrumento del que se ha valido Satanás contra la difusión del Evangelio o la perseverancia en él. ¿Cómo habríamos de creer que el poderoso ángel caído se vale sólo de sectas satánicas marginales y no sabe ver ni emplear las grandes posibilidades que le daba y le da el islam para entorpecer la Fe y perseguir a los santos?

Ante los males que el islam causa a la Religión y los fieles, la primera consideración, siempre válida, es la de nuestros mayores y las Escrituras: Dios lo permite por nuestros pecados, no tanto como castigo -que también-, sino para que no nos creamos merecedores de lo que nos da por Gracia.

Por lo que la cuestión de la verdad, de nuestra religión y de las otras, es de la máxima importancia. Y, en último término, ¿sabemos apreciar debidamente la gracia de haber conocido la verdadera religión que pudimos no haber tenido, se la agradecemos a Dios profundamente, y la procuramos compartir con nuestros semejantes que no la conocen? La existencia del islam es un recordatorio providencial a hacerlo. Es ésta una conclusión eminentemente positiva; procuremos concretarla un poco más.

La victoria sobre el mal [es decir, el Islam]

1.- Para vencer al mal lo primero es reconocerlo.

2.- Tampoco simplificar el doble conflicto existente. Existe un conflicto entre la religión cristiana y el liberalismo y otro entre la religión cristiana y el islam que no son reducibles a uno. Ni rehuír los defectos de la religiosidad desviada del islam nos puede llevar a comulgar con el liberalismo, ni la animadversión a éste puede fundar una alianza de fondo con el islam, desvirtuando las graves diferencias existentes.

3.- Se dice que el problema y el mal son ciertos musulmanes. Es verdad sólo si se entiende bien: objetivamente considerados, los mejores musulmanes son aquellos que no son buenos musulmanes, en el sentido de cumplidores coherentes de la totalidad de su credo.

4.- Los cristianos debemos pensarnos y presentarnos ante los demás con perfecta independencia del islam. (…) Como ejemplo concreto de evitar la presentación ante los ajenos de la fe cristiana como ligada al islam merece la pena recordar este pasaje del Catecismo de la Iglesia Católica: «Sin embargo, la fe cristiana no es una ‘religión del Libro'» (CEC § 108). Del mismo modo, tampoco debemos presentar la Fe cristiana como pertenenciente a la familia de las religiones monoteístas abrahámicas, porque no existe tal familia, sino la categoría que por sus características externas agrupa al original y las imitaciones fraudulentas.

5.- Se habrá observado que el primer resultado de considerar los males del islam se refiere a correcciones que los cristianos debemos acometer en nuestro interior. Errores, incoherencias y falta de firmeza en nuestros planteamientos de Fe y en las consecuencias lógicas que de la verdad se infiere, y carencias, incongruencias y tibiezas en nuestro compromiso, que debería ser ardiente, decidido y total. Éste si es un bien, indirecto, que el islam nos hace y nos hará siempre.

6.- El postrer mal que origina el islam es que su naturaleza sectaria distorsiona y deteriora de tal modo la buena voluntad de los musulmanes hacia los ajenos (presupuesto básico de la convivencia o el mero trato humano) que más parece convertirla en mala voluntad [44] .

7.- En última instancia, la solución del problema del islam es una, y sólo una: seguir el mandato final de Nuestro Señor, procurando con empeño, mediante la oración, la predicación y el ejemplo, que los mahometanos se bauticen.

En fin he tratado de resumir lo esencial, pero es difícil. Leedla entera: De los males del islam

* * * * *

Desgraciadamente, no es esta la postura oficial de la Iglesia Católica, ni de tantos y tantos católicos protodimis que trabajan aquí y ahora por la rendición al Islam político y la entrega de armas y bagajes. A su pesar, si son realmente cristianos, tienen la obligación de reconocer -y que hacer saber a los musulmanes con los que «dialogan»- que su religión es una falsa religión; su profeta, un falso profeta con una conducta criminal, y su libro, un delirio diabólico.

Parrhesía le llamaban a eso en los tiempos apostólicos.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*