Execración de los judíos, por D. Francisco de Quevedo y Villegas

Acabo de leer este memorial político de Quevedo (pdf) que se consideraba perdido pero que ha sido recuperado por casualidad en un archivo y publicado en Internet. La introducción me ha resultado muy aclaratoria pues no sabía que ya en el s. XVII los judíos habían vuelto a Castilla. Se trata de judíos portugueses bautizados en falso, a los que el Conde Duque concedió ciertas exenciones con el fin de reemplazar a los banqueros ginoveses como financieros de la Corona. Quevedo se opone a esta política. Ni que decir tiene que la introducción califica al texto como “el de más violento antisemitismo quevediano” y a este antisemitismo como “la faceta más odiosa del autor”.

El desencadenante del escrito fue la aparición en la puerta de una iglesia de unos carteles que decían en lengua portuguesa “Viva la ley de Moisés y muera la de Cristo” y otras cosas de ese tono. Insistimos en el odio inextinguible de la Sinagoga hacia Cristo, a quien por otra parte, y en flagrante contracción, tratan de presentar algunas veces, para ningunearlo, como un predicador judío que no habría traído nada nuevo. Si no dijo nada nuevo ¿por qué rechazan su ley? ¿y por qué la contraponen a la de Moisés?

El año anterior al cartel se había producido el episodio del Cristo de la Paciencia. En todo caso, lo relevante para el memorial de Quevedo es la creciente presencia de judíos en Castilla, por la política filosemita del Conde Duque. Quevedo, que empieza apoyándole, pasa a oponérse a su política, tras acercarse al Duque de Medinaceli.

El capítulo 2 de la introducción da más detalles sobre el contexto del memorial. Castilla y Aragón expulsaron a los judíos; en Portugal solo se les ofreció la conversión, que aceptaron aunque manteniéndose como criptojudíos. Atención a esto:

Estos judíos portugueses se hicieron pronto con los negocios de las especias, esclavos, productos de lujo y casi todo el comercio ultramarino del imperio portugués. En la medida en que éste decreció, sus miradas se dirigieron a España, en donde alguna decisión política y la situación comercial empezaban a ser más favorables. Añádase a esto el hecho de que en Castilla era posible una cierta integración social y, además, la Inquisición española era menos rigurosa que la portuguesa y no perseguía los delitos cometidos en aquel país.

Me parece muy significativo que se hicieran con el comercio del país; me gustaría tener más información al respecto. Nótese también la calificación de la Inquisición española como “menos rigurosa”, cuando nos la pintan como dedicada a la persecución irracional de personas acusadas falsamente.

Quevedo escribe contra esa política de readmisión de los judíos. Una de las razones que alega es su escasa fiabilidad, pues al estar establecidos en todas las naciones y no ser leales a ninguna acaban favoreciendo a los enemigos de España. Más:

… cuando los banqueros son además judíos, la situación se torna, desde este punto de vista, condenable en absoluto. No sólo prestan con interés, sino que el beneficio revierte en manos impuras en virtud de un pragmático mercantilismo que además favorece a los enemigos de España. Porque los asentistas portugueses negociaban los créditos con sus casas «centrales» de Ámsterdam u otros lugares de Europa y mantenían, de manera simultánea, sus negocios con Asia y Brasil (39). De ahí la preocupación de Quevedo de que este dinero fuese a parar a los antagonistas del reino.

Durante la guerra de los Treinta Años, justo en la época que ahora nos ocupa, esto es particularmente cierto: España mantiene un veto a los buques holandeses y serán los judíos, gracias al contrabando, los que sostengan un rico comercio clandestino con los Países Bajos.

«Al par que estos asentistas, que sólo eran una ínfima minoría, invadieron Castilla una multitud de cristianos nuevos que, menos opulentos, se contentaban con arrendar las rentas reales o dedicarse al comercio» (42). Todos, sin embargo, se apoyaban mutuamente y formaban un grupo impermeable aunque no homogéneo.

… paseaban altivos por Madrid y que celebraban fastuosas fiestas o publicaban obras de gran actualidad. De hecho, el antisemitismo caló en las capas más populares de la sociedad española de las grandes ciudades; y en Madrid, en los comienzos de la década, se maldecía la presencia altiva de los negociantes portugueses más adinerados…

los prestamistas de la Corona actuaban en complicidad con los judíos de Amsterdam y otros lugares de Europa, invirtiendo en tierra enemiga los beneficios de su trato financiero.

Además, lo prevenía de la infiltración de estos asentistas en los más elevados círculos del poder…

Así concluye esta introducción histórica:

Quevedo se muestra en el memorial como un encendido defensor del providencialismo que fecundó toda la política imperial de los Austrias. Quevedo añora la defensa de la fe de los Reyes Católicos, de Carlos V, de Felipe II, que produjo tantos éxitos a la Corona de España. Es un hombre del antiguo régimen que no acepta la nueva forma de pensar.

Hablar de “antiguo régimen” para referirse a los comienzos del s. XVII es, cuando menos, anacrónico. Y no nos metemos en la carga ideológica que la propia expresión lleva.

En lo que respecta al texto hay una referencia a un supuesto consejo de los “principes de la sinagoga de Constantinopla” a los judíos españoles, en el que se dan estas recomendaciuones:

“Y pues decís que los dichos cristianos os quitan vuestras haciendas, haced vuestros hijos abogados y mercaderes, y quitarles han ellos a los suyos sus haciendas. Y pues decís que os quitan las vidas, haced vuestros hijos médicos y cirujanos y boticarios, y quitarles han ellos a sus hijos y descendientes las suyas.

Y pues decís que los dichos cristianos os han violado y profanado vuestras ceremonias y sinagogas, haced vuestros hijos clérigos, los cuales con facilidad podrán violar sus templos y profanar sus sacramentos y sacrificios». Yo, Señor, no estoy tan cierto de que les diesen este consejo los judíos de Constantinopla a los de España, como de que los judíos de España le han ejecutado.

Se califica de invención y patraña la carta (incluso Quevedo duda de su autenticidad), aunque las profesiones indicadas de mercaderes, medicos y abogados han estado y están plagadas de judíos y criptojudíos, y últimamente han llegado hasta muy arriba en la jerarquía católica.

Atención a esto:

no hay cosa que se venda o se compre, por menudo ni por junto, vil ni preciosa, desde el hilo hasta el diamante, que no esté en su poder, ni estanco (38), ni arrendamiento, ni administración que no posean. Y con haber arribado a ser asentistas han avecindado su venganza a más de lo que pudieron maquinar los detestables rabíes de Constantinopla.

Sobre su descreimiento:

Con este lugar pruebo yo que los judíos hoy son los puros ateístas. Opinión es mía; no pierda por serlo, ni por nueva.

Señor, los judíos es evidente que no creen nada, porque al que es Dios le niegan y al que no lo es le aguardan. Tienen por ley la que ya no lo es y así viven sin ley, cosa que los turcos los hacen confesar cuando reniegan.

Imagino que esta es la razón de la inclusión de burro y vaca en los belenes:

(‘Conoció el buey a su dueño y el jumento el pesebre de su señor, mas Israel no me conoció’)

La historia del becerro de oro tiene un detalle en que no había reparado:

2 Y Aarón les dijo: Quitad los pendientes de oro de las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos.

3 Entonces todo el pueblo se quitó los pendientes de oro que tenían en las orejas y los llevaron a Aarón.

4 Y él los tomó de sus manos y les dio forma con buril, e hizo de ellos un becerro de fundición. Y ellos dijeron: Este es tu dios, Israel, que te ha sacado de la tierra de Egipto.

21 Entonces dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo para que hayas traído sobre él tan gran pecado?

22 Y Aarón respondió: No se encienda la ira de mi señor; tú conoces al pueblo, que es propenso al mal.

23 Porque me dijeron: «Haznos un dios que vaya delante de nosotros; pues no sabemos qué le haya acontecido a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto.»

24 Y yo les dije: «El que tenga oro, que se lo quite.» Y me lo dieron, y lo eché al fuego y salió este becerro.

Sí, hay que tener mucha cara.

Quevedo trata sobre la hipocresía de los sacerdotes que recogen las monedas que les arroja Judas y no las juntan con el tesoro del templo, pero las usan igualmente: “La concincia de los sacerdotes recibe lo que el arca del Templo no admite”

Para acabar, de las notas explicativas de la edición:

124 A partir de la concesión del permiso de estancia indefinida a los judíos por el emperador Maximiliano, Praga se convirtió en una de las juderías centroeuropeas más importantes y, en las primeras décadas del siglo XVII, llegó a ser, tras Roma, la mayor judería de la cristiandad. Desempeñó un papel clave en la financiación de las campañas de la guerra de los Treinta Años. Véase J. Israel [1992:59 y 115].

En efecto, curiosamente, los judíos nunca fueron expulsados de los Estados Pontificios.

Ni que decir tiene: da gusto leer el estilo barroco del memorial.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*