(13 de julio de 2012 – Dennis Prager/TD) Hace muchos años, uno de los rabinos ortodoxos más respetados de nuestra generación, Shlomo Riskin, el rabino jefe de Efrat, me contó la siguiente historia – y, por supuesto me dio permiso para que la cuente en su nombre.
Seguía viviendo en los Estados Unidos y estaba buscando un decano para una yeshiva (escuela talmúdica) que estaba empezando. Cuando en el proceso de selección quedaban solo los 10 solicitantes mejor preparados, los entrevistó. En primer lugar, tenían que leer y explicar una parte muy difícil del Talmud. Todos ellos aprobaron esa parte de la entrevista fácilmente.
Después les hizo esta pregunta: supongamos que usted ha pedido una maquina de afeitar eléctrica a una tienda cuyo propietario no es judío y, por error, la tienda le envía dos máquinas de afeitar. ¿Devolvería la segunda maquinilla?
Nueve de ellos respondió que no, mientras que el décimo dijo que sí lo haría.
Lo importante es comprender por qué respondieron de esa forma. Los que no hubieran devuelto la maquinilla no eran unos pillos. Explicaron que la halajá (ley judía) les prohíbe la devolución de la maquinilla. Según la halajá, tal como se la habían enseñado, un judío tiene prohibido devolver un artículo perdido a un no-judío. La única excepción es si el no-judío sabe que el judío ha encontrado el objeto perdido, porque no devolverlo incitaría al antisemitismo y sería Khilul Hashem (profanación del nombre de Dios). El que dijo que la devolvería mencionó precisamente esa misma razón – que sería Hashem Khilul si no lo devolviera y sería Kidush Hashem (santificación del nombre de Dios) la hacerlo. En todo caso, también él, creía que no estaba obligado según la ley judía a devolver la maquinilla.
No es que los nueve estuvieran equivocados o que se les enseñara mal. La ley judía es esa. Rambam (Maimónides) dictaminó que a un judío se le permite beneficiarse del error de un no-judío en un negocio.
Mi gran respeto hacia la comunidad ortodoxa judía es bien conocido. Sin embargo, el número de leyes erradas o irracionales es demasiado grande para cualquier persona preocupada por el futuro del judaísmo. Si el rabino Riskin no estuviera también preocupado, no me hubiera contado la historia de la maquinilla.
Hay otros ejemplos. La ley judía prohíbe a los hombres escuchar la voz de una mujer, porque lo considera sexualmente estimulante (literalmente, una forma de la desnudez). La semana pasada, el Rabino Jefe de la Fuerza Aérea de Israel, el teniente coronel Moshe Ravad, presentó la dimisión de su cargo en el programa de integración de soldados ultraortodoxos en el ejército israelí. El anuncio del rabino fue la respuesta a la decisión del ejército de no exceptuar a los soldados ultraortodoxos de los acontecimientos militares en los que cantan mujeres (ya están exentos de otros entretenimientos). Aproximadamente una semana antes de eso, Elyakim Levanon, rabino del asentamiento cisjordano de Elon Moreh, advirtió que si el ejército insiste en que los soldados tienen que asistir a los eventos oficiales en que cantan las mujeres, «tienes que huir de esos eventos, incluso si hay un pelotón de fusilamiento esperándote para dispararte a muerte. «Mejor es para un judío ortodoxo morir que escuchar las canciones de un coro mixto de hombres y mujeres».
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