Aquí los tenemos, en nuestra misma casa, y amenazando:
La derrota del Ejército del Mesías
JOSÉ MARÍA IRUJO – Madrid – 15/03/2009
El Ejército del Mesías tenía su base en la mezquita Darkawia, en el humilde barrio ceutí de El Príncipe, y el objetivo de sus soldados era tan difícil como ambicioso: liberar Ceuta y Melilla del dominio español e iniciar así la reconquista del Al Andalus por los musulmanes. Una quimera por la que Mustafá, uno de ellos, parecía dispuesto a morir.
«Alá me envió para luchar y ser sacrificado en su causa. Roguemos a Alá que acepte de nosotros el esfuerzo y que nos cobije en la sublimidad de su paraíso. No os aflijáis ni me lloréis. Siempre estaré en vuestros corazones», escribió el soldado Mustafá, de 32 años, a su madre, Sodia, una mujer triste y enjuta. Un testamento que para su hermana Nayat es «sólo una poesía». El poeta se disfrazaba en su casa de muyahid con una imitación de un rifle Kaláshnikov en las manos, un pañuelo palestino en el rostro y las Torres Gemelas a sus espaldas. Y guardaba la foto en su ordenador.
Mustafá y Yusef, hermanos de Hamed Abderramán, Hmido, el talibán ceutí ex preso en Guantánamo, eran dos de los miembros más activos del Ejército del Mesías, según se desprende del auto del juez Baltasar Garzón en el que se procesa a ambos y a otros siete ceutíes por los delitos de integración en banda armada, robo con intimidación y uso de armas. Un procesamiento que los convierte en los primeros yihadistas acusados de intentar liberar Ceuta y Melilla desde que en 2006 Ayman Al Zahawiri, número dos de Al Qaeda, ordenó a sus huestes esa nueva conquista.
El Ejército del Mesías tenía proyectos claros y ordenados: dominar la pequeña mezquita en la que oraban para imponer sus ideas salafistas; robar a los confiados cambistas ceutíes que caminan por las calles con fajos de miles euros en la cartera; y asaltar un polvorín del Ejército para atacar varios blancos: iglesias, el puerto y los ferrys abarrotados de viajeros que unen la ciudad con la Península, una vieja obsesión de Al Qaeda para la que Kalid Seikh Mohamed, el cerebro del 11-S, envió en 2001 a varios saudíes que fueron detenidos en Marruecos.
«Viva el islam, vamos a morir por él», fue una de las primeras pintadas que en diciembre de 2005 hicieron los miembros del grupo en los barrios musulmanes más abandonados y deprimidos. A este anuncio le siguieron otros como «Muerte a los cristianos y judíos», «Garzón os vamos a matar Bush», «Viva Al Qaeda, Zarkawi, Bin Laden y mulá Omar», «Por la boca muere el pez, chivatos», un elenco de mensajes para captar a jóvenes radicalizados y atraerlos a la mezquita Darkawia, el refugio más seguro del grupo.
Allí, en el pequeño templo donde los viernes rezaban cincuenta jóvenes, Mohamed Fuad Abdesalam y los hermanos Abderramán dieron un golpe de mano para derrocar a un imán cuyas pláticas moderadas se alejaban de los dictados salafistas de Abu Qutada, su referente espiritual. «No hay que rezar detrás de este imán», decían a sus espaldas hasta que lograron expulsarlo de la mezquita. Su sustituto tampoco les satisfizo y tardaron poco en echarlo, hasta que ellos mismos colocaron a dos imanes marroquíes que predicaban «la versión más extrema del islam, adecuada a la justificación de la yihad y a los planes previstos por los imputados», según señala el auto de Garzón.
Las reuniones periódicas en la mezquita Darkawia, una de la veintena que existen en Ceuta, se camuflaban bajo la cobertura de una asociación benéfica de carácter religioso. Pero en aquellos encuentros la palabra yihad y el uso de la violencia «legítima» contra los cristianos y judíos se convirtió en el discurso de cada día. En Ceuta hay una importante comunidad judía.
El 13 de mayo de 2005, un grupo de practicantes tabligh -una corriente religiosa con fuerte implantación en Ceuta-, que venían en peregrinación desde Panamá, fueron expulsados de la mezquita por sus posturas pacifistas. En septiembre de ese año y enero de 2006 quemaron dos morabitos (cementerios musulmanes) y más tarde los hermanos Abderramán alojaron en su casa a un reclutador de muyahidin para hacer la yihad.
La experiencia de Abdelkrim Chaib, ex miembro del Ejército y activista del grupo, les sirvió para planear un asalto al polvorín militar situado en la fortaleza Monte Hacho. Abdelkrim sabía dónde se guardaban los explosivos y ya contaban con chalecos antibalas, armas y machetes para entrar en acción.
Los hermanos Abderramán fotografiaron los objetivos, las iglesias, el puerto, los ferrys; y Mustafá, el que se despidió de su madre, atracó al cambista Mohamed Demgha y se apoderó de su dinero. «Hay que hacer algo en Ceuta», repetían los miembros de la célula, según ha confesado al juez un testigo protegido. Otro ejército, unos 300 policías, los detuvieron en la Navidad de 2006 y terminaron con su sueño de liberar la ciudad.
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