Los milagros de Santo Domingo. Ciencia, magia y religión

No hace falta ponderar la capacidad intelectual del más importante filósofo vivo de españa. NO me refiero a Sabater, sino a Gustavo Bueno. Una muestra:

Porque el mago, como hemos dicho, no procede ajustándose a pautas racionales o científicas, sino precisamente a pautas anticientíficas. El despliega una praxis a través de la cual pretende desencadenar efectos enteramente irracionales, como puedan serlo el que algunas piedras agitadas en su bolsa produzcan la lluvia; y cuando sus procedimientos funcionan, es decir, cuando el público acepta la conexión irracional que se le presenta -y que excluye la posibilidad de aplicar aquí un criterio de causalidad, aunque fuera el criterio binario de Hume- entonces la institución se consolida, y el mago y su público quedan estúpidamente satisfechos en la convicción de que «han dominado» o controlado la Naturaleza. Por eso mismo el científico que se limita a establecer conexiones empíricas y se satisface con ellas no rebasa en mucho el nivel del mago.

Mucho más «racional», aunque tampoco sea científica, es la conducta religiosa orientada a pedir rogatoriamente la intercesión de Dios, como lo es la conducta del sacerdote. Porque el sacerdote invoca a Dios como causa suficiente para obrar el milagro. Y Dios es una causa suficiente, por su omnipotencia. Y aún sabiendo que esta invocación no explica el milagro, es decir, aún sabiendo que esa causa suficiente deja las cosas en la más completa oscuridad (a la que el sacerdote da el nombre religioso de misterio), sin embargo no por ello deja de acogerse a las relaciones racionales de causalidad.

En efecto, la inducción es incapaz de justificarse a si misma. Es la ciencia elevada a superchería, y sin embargo se trata de la filosofía de la ciencia ramplona de los científicos materialistas más arrogantes, los que solo se fían de «los datos».

De aquí: Los milagros de Santo Domingo

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