Las dos primeras me las manda JC, y las suscribo punto por punto.
Primera (La lección del Rabino. Consideraciones sobre los dichos de Riccardo Di Segni, Gran Rabino de Roma). Así empieza:
Al ver la transmisión de la visita del Soberano Pontífice a la Gran Sinagoga de Roma, hemos sentido una profunda humillación. ¿En pos de qué bien para la Iglesia y aún para los mismos judíos realiza el Papa este gesto? Su aspecto hierático y incomodidad ¿no delatan, acaso, que él mismo se sentía incómodo en este acto protocolar? ¿No era el Papa Benedicto consciente de que la visita trasciende el ámbito de las buenas relaciones entre ambas comunidades y se interna en un ambiguo terreno teológico?
Con estos sentimientos de pena, vergüenza ajena y rechazo espiritual hemos ido tratando de discernir la visita, que se nos ocurre tan innecesaria como perniciosa.
Y así acaba:
No queremos saber nada con la Iglesia de antes del Concilio, dice el Gran Rabino. La única que reconocemos, -con grandes dudas y reservas- es la Iglesia posconciliar.
Esta confesión, sin duda bien premeditada, del Rabino Mayor de Roma, pone el hacha en la raíz del problema de la Iglesia conciliar. No se acepta otra identidad que la nueva, generada por lo que el Papa llama la “hermenéutica de la ruptura” y los tradicionalistas ven como ruptura en sí. El rabino reclama de un modo explícito y terminante que esa ruptura sea el dogma fundante de la nueva religión católica con la que están dispuestos a dialogar desde una posición de patrones. Dice esto de un modo tan claro que no hay posible ambigüedad.
Lo dice de un modo que todos los católicos debemos agradecerle. Porque en su rechazo se dibuja nuevamente, con un perfil muy nítido, la verdadera identidad católica, el verdadero rostro de la Iglesia.
Gracias, Sr. Rabino Mayor de Roma: nos ha devuelto la esperanza.
En efecto, ha dejado en evidencia la vacuidad de los gestos “dialogantes”. Y es que no vale querer olvidar las diferencias. Hasta un cumplido puede tornarse un insulto, como vemos en el segundo artículo (Rabino Di Segni: «los lefebristas o nosotros…»):
Como se dijo que la visita de Juan Pablo II el 13 de abril de 1986, los Judíos son los «hermanos mayores» …
Esta definición es muy ambigua en términos de la teología, como los «hermanos mayores» en la Biblia – que mencioné en mi intervención – son los malos, los que pierden su derecho de nacimiento … Hablan de «hermanos mayores» desde el punto de vista teológico, es decir: Tú estabas allí, ahora no cuentas más!
Comentario Druídico: Este Druida reconoce no haber conocido jamás esta interpretación de la expresión “hermanos mayores” que tanta confusión ha traído a la Iglesia. Es decir, la lectura de Di Segni le devuelve a la expresión toda su ortodoxia…
¿Por qué mencionó en su discurso cuatro ejemplos de pares de hermanos, de Caín y Abel, Isaac e Ismael, Jacob y Esaú, y finalmente ha recordado a José y sus otros hermanos?
Debo decir que mi discurso no nació en una noche. Dada la importancia del evento, he consultado personalidades rabínicas. Uno de ellos sugirió que hablara acerca de este problema, que es muy impresionante y es realmente difícil de entender como hermanos. Ha sido una sorpresa para mí tener en cuenta que el argumento ha tocado profundamente la posición hierática del Papa en la que se coloca al comienzo de la ceremonia, y comenzó a mostrar interés. No sólo al final de mi charla me dijo que el tema era muy importante, sino que de nuevo lo puso de relieve en nuestra reunión privada.
Comentario Druídico: Dos temas. Uno, lo que destaca el Gran Rabino, la actitud hierática el Papa, que podría entenderse hasta como de cierto disgusto, solo suavizada en algunos momentos. Otro: el tema de la “fraternidad” entre judíos y cristianos resulta claramente indigesto para los judíos…
Es hora de que se apeen de este penoso “diálogo”, y de que se enteren de que hablando no siempre se entiende la gente.
El tercero es precisamente el de Terzio (Iglesia-Sinagoga: Un atormentado camino irreversible (?)). Así acaba:
Desde Nostra Aetate los pasos de ese camino «atormentado» los ha andado la Iglesia, con los Papas como especiales protagonistas. Los rabinos, por su parte, más que acercarse, apenas se han dejado alcanzar. Y una vez despedido el visitante, han hablado de la visita con medida y fría circunspección, casi displicencia.
Quizá mereciera la pena enfriar también el ardor y templar ese extraño termómetro que señala bajo cero por un extremo mientras el otro marca grados ardorosos en su punta.
Si queréis saber cómo tiene que escribir un caballero cristiano (y digo yo que lo querréis saber), leedlo entero.
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