Me permito parodiar el eslogan para referirme a la noticia que trae El Mundo este lunes: De portavoz talibán a universitario en Yale (edición impresa):
Rahmatulah Hashemi conoció a Bin Laden y viajó por el mundo justificando los excesos del régimen antes de ser alumno de Políticas
TIM REID. The Times / EL MUNDO
NEW HAVEN (EEUU).- Segundos antes de encontrarme entre las torres venerables de Yale con el ex portavoz de los talibanes, para hablar acerca de su asombroso viaje desde el puesto de asesor del mulá Mohamed Omar a estudiante de una de las universidades de la Ivy League, me pregunto si le reconoceré. Entonces, de repente, allí está, viene andando hacia mí y es el inconfundible Rahmatulah.
Han desaparecido el turbante de color oscuro, la barba poblada y los pantalones abombachados, es decir, el aspecto con el que viajó alrededor del mundo a principios de 2001 en calidad de mensajero volante de los talibán, defendiendo el trato dado a las mujeres, la destrucción de los budas de Bamiyan y su decisión de acoger a Osama bin Laden como invitado de honor en Afganistán.
Ahora lleva puestos unos pantalones chinos y unas zapatillas Nike, con una barba bien arreglada y una mochila llena de libros, y presenta un aspecto preocupado.
Estas declaraciones son también muy interesantes, si las hubiera hecho un católico le llamarían de todo, pero como las hace un mahometano las aplauden. O magnum misterium de la multiculturalidad:
Rahmatulah ya había visitado Yale antes. En marzo de 2001 había comparecido en la universidad, con turbante y túnica, como portavoz de los taliban. En un episodio inmortalizado en la película Fahrenheit 9/11, dirigida por Michael Moore, le espetaba lo siguiente a una afgana que le había interrumpido: «Lo siento de verdad por su marido. Lo va a pasar muy mal con usted».
Rahmatulah culpa de la mayor parte de los excesos de los talibán (las amputaciones, las flagelaciones, la prohibición de volar cometas, los barberos, los libros, la radio y el ajedrez) al Ministerio del Vicio y la Virtud, aunque él defendiera muchas de esas cosas durante sus viajes en el año 2001. ¿Qué hay de las ejecuciones públicas en el estadio de fútbol? «Eso era cosa también del Ministerio del Vicio y la Virtud. También había ejecuciones en Texas», protesta.
Esto es como decir que los catalanes no tienen la culpa de lo que hace su clase política. Debe ser que no la han elegido ellos.
¡Qué despreciable es este Occidente que agasaja a sus enemigos!
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