Esos cuatro mantras del “consenso cultural socialdemócrata” que supuestamente resumen la excelencia moral del Homo progresssivus no son sino vicios repintados de virtudes:
– Tolerar es permitir el mal quien puede evitarlo. Además es ofensiva, por aristocrática, como dice Bueno:
“quien tolera es el poderoso, que suspende, porque quiere, la potestad que tiene para reprender al tolerado, y que esa desigualdad ofende.”
– La Ilusión es un autoengaño. Vean esto:
“Vamos a recuperar tu ilusión. Palabra” es el lema que acompañará a Izquierda Unida durante toda la precampaña, un mensaje “en positivo” con el que quieren convencer…”
– Sobre el Entusiasmo (del griego, éxtasis, inspiración divina), un comentario que nos ha dejado un lector, con cita de Hume:
“[..] la persona inspirada llega a verse a sí misma como favorita de la Divinidad, y cuando alcanza este frenesí, que es la cumbre del entusiasmo, sus extravagancias quedan consagradas: la razón humana, incluso la moralidad [suena hayekiano, es decir] son rechazadas como guías falaces […] La esperanza, el orgullo, la presunción y la imaginación calenturienta son, pues, junto a la ignorancia, las verdaderas fuentes del entusiasmo”.
– Y para rematar, la Complicidad es la participación en un delito, aunque la exija el editorial de un PFFR:
Ello ocurre cuando el Gobierno necesita de la complicidad del partido de Rajoy para avanzar en su intento de acelerar el fin de ETA.
Pues eso.
San Tomas de Aquino escribió: «No debemos respectar quien no merece respecto».
Lo mismo se pasa con la tolerancia.