El Fatum Mahometanum es expresión del filósofo alemán Teófilo Leibniz, quien aplicaba este nombre al sofisma perezoso según el cual, como todo está predeterminado, ni debemos obrar ni somos responsables de nuestras acciones.
Aquí se utilizará para calificar la postura de los Estados Unidos y Gran Bretaña, según la cual Europa está condenada a aceptar a Turquía como estado miembro de la UE. Esta postura la encontramos también en la prensa económica de estos países y en los artículos de opinión de sus columnistas. Además, resulta especialmente llamativa por la ausencia absoluta de la posición opuesta a la integración en esta prensa. Es el caso, por ejemplo, del Financial Times.
El discurso que se construye sobre la base de esta fatalidad histórica es, sin embargo, falso, pues parte de presupuestos rechazables desde cualquier teoría política. La mejor prueba de la falta de argumentos convincentes a favor de la adhesión es la propia consideración de esta adhesión como una necesidad histórica. Una necesidad histórica que se situaría fuera del alcance de las decisiones de las naciones soberanas de la UE.
Los partidarios de la adhesión son incapaces de señalar sus ventajas frente al Estado asociado que se propone como alternativa. Los pro-adhesión suelen referirse a los riesgos que Europa correría si no aceptara a Turquía, insistiendo en tres asuntos. Primero, la UE debe demostrar que no es un “club cristiano”, a pesar de no haber en ella ningún estado confesional, como de hecho es Turquía. En segundo lugar, sufriría el desafecto, incluso la agresión, de los millones de inmigrantes musulmanes que ya viven en ella. Por último, Europa tiene la obligación de patrocinar la prosperidad de una nación musulmana.
Estos argumentos sólo son sostenibles desde presupuestos absolutamente inaceptables como son, correlativamente: La condena de la civilización laica postcristiana; que se auto inculpen de pertenecer a “un club cristiano” quienes tienen a gala no pisar ningún templo es ya bastante sospechoso. Segundo, la falta de legitimidad de una política que exija a los inmigrantes musulmanes el cumplimiento de la nuestras leyes, incluso su repatriación y deportación en caso contrario. Y tercero, la obligación política de Europa de hacer suyos los intereses de terceros países.
Los tres presupuestos son rechazables de oficio, sin concesión alguna al compromiso. Desde ellos no cabe la discusión política sobre la adhesión. Junto a la falta de fundamento del discurso proturco, llama también la atención la falta de consideraciónde esta prensa económica, incluso el desprecio, por la opinión y las preferencias de los ciudadanos. Las encuestas están mostrando un creciente rechazo popular a esta adhesión, rechazo que no hará sino aumentar a medida que la negociación reciba mayor atención por parte de los medios.
Las élites económicas y políticas, sin embargo, están haciendo caso omiso de este rechazo, convencidas quizás de que serán capaces de reconducir la situación en su momento con un poco de “pedagogía”. Pero, ¿se puede permitir la clase política europea el riesgo de que un referéndum nacional rechace la adhesión de Turquía al final del proceso?. No, no puede; especialmente tras el fracaso del Tratado constitucional. Esto hace más necesaria aún la inclusión del “Estado asociado” como alternativa a la adhesión plena en el objetivo de las negociaciones que comenzaron el año pasado.
Leibniz consideraba a este Fatum mahometanum un fatalismo absurdo e intolerable, el peor de todos, porque destruye la previsión y el buen consejo. La Comisión europea y los Estados miembros de la UE se han equivocado al abrir unas controvertidas negociaciones con Turquía sin un plan B, el estatus de «estado asociado».
Teófilo (el que ama a Dios) fue un pseudónimo muchas veces utilizado por Leibniz, mediante el que expresaba su punto de vista en un diálogo filosófico ficticio. Pero su verdadero nombre era Godofredo Guillermo.