Bulgaria, cierran 200 mezquitas por falta de imanes

Esta sí que es Buena:

Bulgaria has 1,500 mosques, but only 900 are currently open to the faithful and 200 of those are likely to be shut down indefinitely.

Bulgaria has 8.7 million inhabitants, of whom 12 percent are Muslim. The country joined the European Union in January last year.

Most Muslims in the country are Bulgarians of Turkish origin that have been living in the area since the time of Ottoman rule from the late 14th until the late 19th century.

Los musulmanes NO son un problema, el problema es su radicalización por los predicadores. Cerradas las mezquitas, los musulmanes se integran tarde o temprano.

Bulgaria: Imam shortage forces 200 mosques to close

4 comentarios

  1. «Los musulmanes NO son un problema, el problema es su radicalización por los predicadores. Cerradas las mezquitas, los musulmanes se integran tarde o temprano.»

    Veo que seguimos en ese punto del camino. Los búlgaros de origen turco son turcos en Bulgaria; no es que lo diga yo, es que lo sabe cualquier búlgaro (como el puñado que conozco en cierta sierra). Que estén mucho más secularizados y por tanto sean mucho menos radicales no los convierte en búlgaros. Al igual que los gitanos nunca quisieron ser payos ni se consideraron tales ni siquiera cuando eran nominalmente católicos (hasta hace dos días como aquel que dice).

    No sabía yo que el objetivo de todo esto es «integrar», es decir, forzarnos a nosotros mismos a desaparecer y a soportar para siempre jamás el Brasil islámico en el que se está convirtiendo Europa Occidental. No es ese desde luego mi objetivo. Mi objetivo, si es que tiene sentido que hable en esos términos, es decir, como si fuese algo que yo solo pudiese conseguir, no es desde luego aguantar para siempre jamás a los musulmanes que se dignen plantar sus reales en la tierra de mis mayores y obligar a mis descendientes a soportarlos o a ser sojuzgados por ellos. Mi objetivo es que España siga siendo España, la tierra de los españoles. La España que conocí de niño y adolescente y que desaparece cada día a marchas forzadas, delante de mis mismos ojos, hasta el punto de que seremos minoría en 35 años. La España de mis abuelos. La España de mis padres. Que la generación de mis bisnietos, con todas las variaciones superficiales que imponga el tiempo, sea descendiente de la de mis bisabuelos. No que sea una mezcla islamizada, amorfa y mestiza de Ecuador, Marruecos, Senegal, Rumanía, República Dominicana y China. Porque eso no es España.

    España y el resto de Europa Occidental no son los EE.UU. (que por otro lado eran europeos en un 91% hasta 1965) . No. Europa es Europa. Y me importa mucho más la patria ancestral de mis muertos que la democracia liberal, la cual, si es un impedimento para nuestra mera supervivencia, se puede ir desde ya al mismísimo infierno de cabeza. Faltaría más.

    Así que no, yo no lucho para que esta cochambre de mierda en la que nos pudrimos siga en marcha. Lucho por la supervivencia (física, cultural, histórica y política) de mi gente, que no es cualquier hispano-senegalés-manchego-polaco o rumano-argelino-cubano-vietnamita que se ponga una estúpida camiseta de alguna de nuestras selecciones y diga que él es tan español como yo porque lo parieron aquí y el mestizaje, mire usté, es lo mah grandeh. Porque a él se lo dicen en televisión.

    Si fuésemos una sociedad viva y no el anciano moribundo que somos, ni siquiera nos plantearíamos si es moral o no preocuparnos porque, por ejemplo, nuestras mujeres no tienen hijos y los pocos que tienen son de extranjeros. Lo que nos preguntaríamos es que clase de enfermos masoquistas repulsivos son capaces de dudar de que es perfectamente legítimo sentirse enfermo por esta situación. Una situación que –ahí están todas las estadísticas demográficas– nos está exterminando.

    Y no, no hay transmisión cultural sin transmisión generacional. Es de cajón incluso para el más endófobo y enfermizo tarado de los movimentarios. E incluso aunque tal cosa fuese posible, tengo el perfecto derecho de desear que mis descendientes se parezcan a mi, porque eso que yo sepa no significa que me considere superior o más digno que nadie. Tan sólo que no me odio lo suficiente como para desear la desaparición de mi propia estirpe.

    Así que no, aunque no hubiera un solo musulmán en España o aunque todos fuesen unos ángeles recién descendidos del Cielo, seguiríamos estando en trance de pasar al cubo de la basura de la Historia como exactamente lo estamos. Y el problemón seguiría ahí. Y todos los hechos innegables que nos están borrando del mapa seguirían, lozanos y hermosos, mostrándose para todo el que quiera verlos. Y la «integración», que es el eufemismo bonito con el que etiquetamos nuestra emasculación y la prostitución masiva de nuestras mujeres, puede reventar en mil pedazos. Porque yo no quiero integración, yo quiero supervivencia e identidad.

    (Hay días en los que pasan cosas, por esas casualidades de la vida. Y se vuelven buenos momentos para fijar posiciones porque luego nos hacemos líos, a la mañana siguiente nos vuelve la cobardía, no queremos ser demasiado claros, etc. Por eso hay que aprovechar el furor del momento).

  2. Montcalm, eso es otro historia, aunque está relacionada. La gente que no tiene hijos desaparecerá y la sustituiremos quienes tenemos.

    Lo más importante es que en la transición no tomen Europa ideologicamente, lo segundo demográficamente. Lo segundo.

  3. ¿Lo segundo? ¿Y de dónde crees que va a emanar tu fuerza sin número y sin una identidad clara y distinta? ¿De la autoridad moral? No es condición suficiente; eso es evidente, sólo hay que mirar a la calle. Pero si es condición necesaria.

    Y si no que se lo cuenten a los libaneses.

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