La narración entra en harina a partir del capítulo IV, que narra el apresamiento de Pedro.
p. 131:
JUAN.-¿Qué es empalar?
PEDRO.-La más rabiosa y abominable de todas las muertes. Toman un palo grande, hecho a manera de asador, agudo por la punta, y pónenle derecho, y en aquél le espetan por el fundamento, que llegue quasi a la boca, y dexánsele ansí vibo, que suele durar dos y tres días.
JUAN.-Quales ellos son, tales muertes dan. En toda mi vida vi tal crueldad; ¿y qué fue del primero que justiciaron?
p. 133:
Como yo vi que ninguno [oficio] sabía, ni nunca acá le deprendí, ni mis padres lo procuraron, de lo qual tienen gran culpa ellos y todos los que no lo hazen, imaginé quál de aquellos podía yo fingir para ser bien tratado y que no me pudiesen tomar en mentira, y acordé que, pues no sabía ninguno, lo mejor era dezir que era médico, pues todos los errores había de cubrir la tierra, y las culpas de los muertos se hablan de echar a Dios. Con dizir Dios lo hizo, había yo de quedar libre; de manera que con aquella poca de Lógica que había estudiado podría entender algún libro por donde curase o matase.
Esto de aprender un oficio es una usanza judía; San Pablo se ganaba el pan tejiendo tiendas de campaña y Espinosa puliendo lentes. Me parece una medida de buen orden.
p. 134:
Quando vinieron a mi, yo dixe liberalmente que era médico. Preguntándome si me atrebería a curar todos los heridos que en la vatalla pasada había, respondí que no, porque no era zirujano, ni sabía de manos nada hazer. Estaba allí un renegado genovés que se llamaba Darmux Arráez, que era el cómite Real, y dixo al general que mucho mayor cosa era que zirujano, porque era médico de orina y pulso, que ansí se llaman, y quiso la fortuna» que el general no traía ninguno para que me examinase, y allá aunque hay muchos médicos judíos, pocos son los buenos.
Aprovecho para contaros un chascarrillo de mi médico. Me dijo que se decía en su facultad. Hay tres clases de médicos: Los internistas (los médicos habituales, o como dicen aquí, «de pulso y orina»), que saben mucho pero no curan nada; los cirujanos, que no saben nada pero curan mucho, y los traumatólogos, que ni saben ni curan. Hay que tener en cuenta que la cirugía (cortar y coser) era considerada entonces arte mecánica, no liberal, como la medicina «de pulso y orina».
p. 140:
y entre todas las naciones del mundo somos los españoles los más mal quistos de todos, y con grandíssima razón, por la soberbia, que en dos días que sirbimos queremos luego ser amos, y si nos conbidan una vez a comer, alzámosnos con la posada
O tempora… Envidia me dan. Ofende el que puede. Nótese que dicen españoles, no castellanos.
p. 144:
ellos hurtan por grueso, diziendo que al rey es lícito urtarle porque no le da lo que ha menester.
El respeto de la propiedad pública nunca ha sido lo nuestro.
p. 148:
Cúmpleos que nunca desauciéis a nadie, sino que a todos prometáis la salud luego de mano; porque quiero que sepáis la condición de los turcos ser muy diferente de la de los christianos, en que jamás echan la culpa de la muerte al médico, sino que cada uno tiene en la frente escrito lo que ha de ser dél, que es cumplida la hora: y demás desto, sabed que prometen mucho y nada cumplen
El fatalismo mahometano; prima-hermana de la predestinación protestante, aunque creo que ya no insisten en tocar esa tecla.
p. 154:
en lo más alto las vanderas de Mahoma, y debaxo dellas los pendones que nos habían tomado, puestos los crucifixos y imágenes de Nuestra Señora que venían dibuxados en ellos, las piernas hazia riba, y la canalla toda de los turcos tirándoles con los arcos muchas saetas
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