El timo de la economía islámica

[REPOSICIÓN]

Como los “derechos humanos islámicos”, o la “ciencia islámica”, o la “tolerancia islámica”… Nos lo explica Daniel Pipes y nos lo tradujo Madrugador. Se trata de una “tradición inventada anteayer”:

Impartiendo docencia hoy en la Universidad de Duke, Kuran concluye que la economía islámica no se remonta hasta Mahoma, sino que es «una tradición inventada de la nada» que surgió en los años 40 en la India. La noción de una disciplina económica «que sea distintiva y auto-conscientemente islámica es muy reciente». Hasta los musulmanes más eruditos de hace un siglo se habrían quedado incrédulos con «las prácticas económicas islámica».

La idea fue principalmente el embrión de un intelectual islamista, Abul-Ala Mawdudi (1903-79), para quien las prácticas económicas islámicas servían como mecanismo para lograr muchos objetivos: minimizar las relaciones con los no musulmanes, reforzar la sensación colectiva de identidad musulmana, extender el islam a un campo de actividad humana nuevo, y modernizar sin occidentalizar.

Y es un timo que deja al de la estampita en un recurso de aficionados:

En cada uno de los tres rasgos, concluye un estrepitoso fracaso: 1) «En ninguna parte de las transacciones económicas se eliminan los intereses, y en ninguna parte la islamización económica disfruta de apoyo masivo». 2) «En ninguna parte» tuvo éxito el objetivo de reducir las desigualdades mediante la imposición del impuesto zakat. 3) «El renovado énfasis en la moralidad económica no ha tenido ningún efecto apreciable sobre el comportamiento económico».

Tres de tres. Menudo éxito el de esta economía.

Economía «islámica»: otro timo más de la Sumisión

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Como ha borrado el blog, copio el artículo entero:

Nos lo explica Daniel Pipes en su último artículo. La célebre «economía islámica», nueva utopía alucinada de ex-marxistas, comunistas religiosos y otros restos de serie, de «islámica» no tiene más que los ropajes románticos con los que disfraza su verdadera faz de puro y duro macrocapitalismo financiero. Lo sentimos mucho por renegados, eurocomunistas, y verstrynges alucinados (si es que hay alguna diferencia real entre todos ellos), pero su nuevo credo revolucionario es el timo de la estampita de cuatro islamistas en busca de financiación para la Yijad Global. También sirve, por supuesto, para que un buen puñado de jeques árabes engorden aún más sus bolsillos repletos de petrodolares a costa de los más míseros de entre sus siervos.

De «igualitaria» nada. De «revolucionaria» menos. Financiación del Terror con mayúsculas y extorsión a los musulmanes pobres: eso es todo en lo que consiste. Otra gloria más que sumar a la lista de fraudes de la Sumisión.

Economía islámica – ¿qué significa?
Mientras que el mundo exterior apenas lo ha notado, una cantidad significativa y cada vez creciente de dinero es ya gestionado en concordancia con la ley islámica, la shari’a. Según un estudio, «hacia finales de 2005, más de 300 instituciones en más de 65 jurisdicciones estaban gestionando activos por valor de entre 700.000 millones y un billón de dólares americanos de una manera compatible con la shari’a».

Las prácticas islámicas de gestión del dinero se convierten cada vez más en una fuerza con la que competir, debido a las pujantes carteras de exportadores de crudo y productos financieros islámicos en expansión (tales como las hipotecas sin intereses o los bonos sukuk). Pero ¿a qué se reduce todo? ¿Pueden instrumentos respetuosos con la shari’a desafiar el orden financiero internacional existente? ¿Un orden económico islámico implicaría realmente, como afirma un entusiasta, el final de la injusticia debido a «el compromiso legal del Estado con el bienestar de todo el pueblo»?

Para comprender este sistema, el lugar ideal es El Islam y Mammon, un brillante texto de Timur Kuran, redactado mientras era (irónicamente, teniendo en cuenta el contundente respaldo saudí a la economía islámica) Profesor Rey Faisal de Pensamiento y Cultura Islámica en la Universidad del Sur de California.

Impartiendo docencia hoy en la Universidad de Duke, Kuran concluye que la economía islámica no se remonta hasta Mahoma, sino que es «una tradición inventada de la nada» que surgió en los años 40 en la India. La noción de una disciplina económica «que sea distintiva y auto-conscientemente islámica es muy reciente». Hasta los musulmanes más eruditos de hace un siglo se habrían quedado incrédulos con «las prácticas económicas islámica».

La idea fue principalmente el embrión de un intelectual islamista, Abul-Ala Mawdudi (1903-79), para quien las prácticas económicas islámicas servían como mecanismo para lograr muchos objetivos: minimizar las relaciones con los no musulmanes, reforzar la sensación colectiva de identidad musulmana, extender el islam a un campo de actividad humana nuevo, y modernizar sin occidentalizar.

En calidad de disciplina académica, la economía islámica despegó a mediados de los años 60; adquirió peso institucional durante el boom petrolero de los años 70, cuando los saudíes y los demás exportadores musulmanes de petróleo, que poseían por primera vez sumas sustanciales de dinero, proporcionaron al proyecto «enorme peso».

Los partidarios de las prácticas islámicas económicas aducen dos afirmaciones básicas: que el orden capitalista imperante ha fracasado, y que el islam ofrece el remedio. Para examinar la segunda afirmación, Kuran pone intensa atención en comprender el funcionamiento real de las prácticas económicas islámicas, centrándose en sus tres principales rasgos: que han abolido los intereses sobre el dinero, que han logrado la igualdad económica, y que han sentado una ética empresarial superior. En cada uno de los tres rasgos, concluye un estrepitoso fracaso.

1) «En ninguna parte de las transacciones económicas se eliminan los intereses, y en ninguna parte la islamización económica disfruta de apoyo masivo». Las técnicas de equilibrio beneficios-pérdidas económicas y complejas, tales como la ijara, la mudaraba, el murabaha o el musharaka, todo implica cargos de intereses pobremente disfrazados. Los bancos que afirman ser islámicos en realidad «se parecen más a las demás instituciones financieras modernas que a nada que haya en la herencia del islam». En pocas palabras, casi no hay nada islámico en la banca islámica — lo cual explica en gran medida cómo Citibank y los demás pesos pesados occidentales albergan muchos más depósitos respetuosos con el islam que los bancos específicamente islámicos.

2) «En ninguna parte» tuvo éxito el objetivo de reducir las desigualdades mediante la imposición del impuesto zakat. En la práctica, Kuran concluye que este impuesto «no transfiere recursos al pobre necesariamente; puede privarle de recursos a él». Lo que es peor, en Malasia, la gravación del zakat, supuestamente concebido para ayudar al pobre, parece servir en su lugar como «un pretexto conveniente para impulsar objetivos islámicos casi por entero y para llenar los bolsillos a los funcionarios religiosos».

3) «El renovado énfasis en la moralidad económica no ha tenido ningún efecto apreciable sobre el comportamiento económico». Eso se debe a que, en común con el socialismo, «ciertos elementos de la agenda económica islámica chocan con la naturaleza humana».

Kuran desecha el concepto entero de prácticas económicas islámicas. «No existe ninguna manera característicamente islámica de construir un barco, o defender un territorio, o curar una epidemia, o pronosticar el tiempo», de modo que ¿por qué la economía? Concluye que el significado de las prácticas islámicas económicas no yace en la economía, sino en la identidad y la religión. El esquema «ha fomentado la expansión de corrientes… anti modernas de pensamiento por todo el mundo islámico. También ha fomentado un entorno centrado en la militancia islamista».

De hecho, las prácticas islámicas económicas probablemente contribuyan a la inestabilidad económica global «obstaculizando las reformas sociales necesarias para el desarrollo económico sano». En particular, si los musulmanes prohibieran de verdad pagar o gravar intereses, quedarían relegados «a los márgenes de la economía internacional».

En resumen, las prácticas islámicas económicas son una importación económica trivial, pero plantean un peligro político sustancial y perverso.

 

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