El fracaso histórico de los imperios centroeuropeos. ¡Que Santiago nos proteja!

Escudo del Ayuntamiento de Amberes
Escudo del Ayuntamiento de Amberes

Es un fenómeno histórico curioso: los imperios centroeuropeos han fracasado sistemáticamente, en contraste con el éxito de los que podríamos llamar periféricos. Hay que advertir que fracaso o éxito históricos serán siempre relativos, por lo que procede poner un límite –discutible en razón de este carácter relativo- entre éxito y fracaso. Ese límite será el alcanzar una fase de estabilidad, una paz que de nuevo será también relativa, parcial, temporal y pedirá una adjetivación como romana, hispánica, británica…

Entre los imperios periféricos, citados por orden cronológico y a la vez en el sentido de avance de las agujas del reloj, tenemos el ateniense y el macedonio-helenístico, el romano, el portugués y el británico. Nótese que hemos cubierto todas las penínsulas e islas suficientemente grandes de Europa, una península de Asia ella misma.

El imperio ateniense fue efímero, se formó tras las guerras contra el Persa y acabó con la guerra del Peloponeso. Se podría aceptar que no alcanzó esa estabilidad pacífica que exigíamos; el verdadero imperio griego fue el helenístico. El imperio portugués tuvo un perfil bastante bajo, no alcanzó el período de hegemonía que se espera de todo imperio. Los imperios romanos y británico, por el contrario, han sido imperios de pleno derecho, con su correspondiente pax, y con tal influencia en la configuración del mundo que aun hoy en día se sienten sus efectos

Entre los intentos imperiales centroeuropeos se pueden citar el de Carlomagno (que inicia la serie de los imperios romano-germánicos), el de Napoleón y el de Hitler. Se podría añadir el de Lenin-Stalin. En relación con este ultimo hay que advertir que, al igual que Carlomagno intenta instituir una segunda Roma en Aquisgrán, en Moscú se intenta una segunda Constantinopolis (a su vez Constantinopolis fue una segunda Roma, la del Imperio Romano de Oriente, con unos mil años de duración). Moscú es europea sin lugar a dudas, aunque europea del Este. Como se indicaba, todos estos imperios han fracasado, y algunos de ellos han resultado desastrosos.

He dejado sin mencionar al imperio español, por estar a caballo entre el imperio marítimo y el continental. Además, para confirmar nuestro modelo, el imperio hispánico tuvo éxito en cuanto imperio europeo periférico que desde una isla o península de Europa se extiende hacia fuera, buscando las costas que se alcanzan desde sus puertos. Solo por la expansión ultramarina sigue teniendo significación e implicaciones practicas el imperio español, que fracasó en cuanto imperio centroeuropeo. Fue precisamente la envenenada herencia centroeuropea de la Monarquía Hispánica (Flandes, Imperio romano-germánico, y en menor medida Italia) la que causaría su ruina.

Resulta inexcusable referirse al actual intento imperial europeo, la Unión Europea, que habría que encuadrar dentro de los centroeuropeos, como pone de manifiesto que se hable del “corazón de Europa”. Este intento imperial es visto por los políticos españoles bajo una luz sorprendentemente optimista ¿Será acaso cierto que los españoles, como los Borbones en sentencia famosa de Talleyrand, “ni olvidan ni aprenden”?. Además, los enemigos interiores de España ven a «Europa» como una manera especialmente efectiva para vaciar el poder soberano de España. Se presenta a esta como un modelo ejemplar de paz (frente a un imaginario pasado español lleno de guerras), de solidaridad (frente a los egoísmos nacionales tan frecuentemente utilizados como chantaje emocional), de convivencia intercultural (protestantes, católicos, ortodoxos… y, por supuesto, mahometanos) y de otros “valores” al uso.

La derecha al uso es incapaz de rebatir esta argumentación y se ve forzada a seguir de forma vergonzante y pasiva una estrategia a la que ni quiere ni sabe ni puede hacer frente. Es el habitual seguidismo conservador triste y acomplejado de las propuestas de la izquierda.

La historia muestra sin embargo la incapacidad de constituir un imperio sobre la base de un estado centroeuropeo (Francia o Alemania). La Unión Europea, quizás por eso, se construye mediante agregación de las naciones europeas a ese eje francoalemán, lo que cambiaría las características del modelo imperial.

En el análisis de ese modelo, dejamos a un lado las interpretaciones de esta unión “pacifica, solidaria y multicultural” como un paso en la superación de los estados nacionales (belicistas, insolidarios y monolíticos culturalmente) conducente a la unión de la Humanidad; y lo hacemos, por ingenua, por falsa y por suicida para Europa y para España. Una unión de este tipo solo se puede entender como oposición a terceras unidades imperiales. Es fácil constatar que la estrategia que acompaña a la UE desde que se quiere constituir como entidad política es la oposición a los EE.UU. de América. Una oposición solo retórica, y por tanto falsa y engañosa.

Esta estrategia desastrosa para Europa en el medio plazo resulta suicida para España en el corto. ¡Que el patrón Santiago nos proteja!

3 comentarios

  1. Yo estoy a favor de la Union Europea,

    pero desde luego no de que francia domine, se hagan las cosas segun ellos dictan, que europa se islamice y se deje entrar a los inmigrantes como pedro por su casa.

    ojala haya otra via, o la union europea sea dirigida de otra forma.

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