Valentí Puig, en el menguante ABC, a propósito de la presidencia finlandesa de la UE:
Euroislam con muebles finlandeses (público solo algunos días), Por VALENTÍ PUIG
(…) Hablamos de islamo-fascismo, de Londonstán, de Euro-Islam. La terminología puede ser desacertada pero las realidades son tangibles. Las manchas del antisemitismo son la consecuencia de esa nueva «jihad» en complicidad con una nueva izquierda, algo así como un neocomunismo antisistema, nutrida de auto-odio, antisemita. Véase el comportamiento del nuevo Consejo para los Derechos Humanos de la ONU: se creó para aliviar el escándalo sectario de la anterior Comisión de Derechos Humanos, pero en realidad viene a ser lo mismo porque condena las operaciones militares israelíes en Gaza, pero no menciona los misiles palestinos dirigidos contra núcleos urbanos de Israel. Esa es la misma doble medida que impone la presencia creciente del Euro-Islam: todavía repercute el caso de la diputada Irsi Ali en Holanda.
No quiere uno practicar la paradoja al decir que, en todos estos casos, la mejor tolerancia es la tolerancia cero. Es decir: atajar con la ley la mínima trasgresión contra la tolerancia hubiese sido la mejor manera de evitar algunas de las consecuencias negativas -que no son todas- de la inmigración en Europa. Con todo, ahí también ha prosperado la doble vara de medir: es la consecuencia buenista de un multiculturalismo que patrocina toda identidad que no manifieste voluntad de integración y demoniza la idea de una concepción de Occidente fundamentada en el imperio de la ley y en la asunción de unos valores comunes para todos. Ha ocurrido en Holanda y en Francia, en el Reino Unido, en Dinamarca.
El islamismo predica abiertamente la homofobia y discrimina a las mujeres, al tiempo que aprovecha los sistemas de protección social de los países europeos. En Holanda, por ejemplo, la población musulmana es un 5 por ciento del total, pero tiene acceso al 40 por ciento de las ayudas del Estado de bienestar.
Oculta entre líneas aparece una sospecha que gradualmente fue tomando cuerpo y que de repente se planta en primera línea: si el inmigrante musulmán adicto al islamismo radical rechaza las oportunidades que ofrecen las sociedades receptoras, con todo lo bueno y lo malo que tienen por ofrecer, la única alternativa real es la fragmentación de Europa en guetos, en un rompecabezas de comunidades sin cohesión alguna, en frentes de fricción constante, en un Euro-Islam sin norte. En estos casos, la demografía manda mucho. Moteada de mini-comunidades islamistas, la Unión Europea perdería su razón de ser histórica y el Estado de Derecho iría dando saltos de un lugar a otro, en busca de permiso para aterrizar. Son muchas las razones y precedentes que han llevado al Euro-Islam a pensar que la Europa de siempre es propensa a la autodestrucción.
Pocos periodistas hablan actualmente con esta Valentía.
(Gracias, Gracias Aznar)
Un placer temas revueltos tengo a ver cuando charlamos