Hace unos días tuvimos una discusión sobre los puntos de vista católicos y protestantes acerca de «la justificación». Fue este uno de los asuntos causantes de la «Reforma». Simplificando, los protestantes afirmaban que lo importante era la Fe, los católicos las Obras, pero en realidad esa dicotomía queda en nada ya que unos y otros tienen que matizar: quien realmente tiene fe obra bien, porque el buen obrar es consecuencia de la fe (en esto no estoy muy de acuerdo, hay buenísimas personas descreídas).
Este asunto es muy interesante no solo teológicamente sino filosóficamente: está directamente relacionado con la explicación de la existencia de mal en el mundo y con su eliminación. No voy a desarrollarlo, pero quiero traeros este artículo: Benedicto XVI explica cómo entendía san Pablo la justificación. Si os preguntáis qué hacen nuestros hermanos judíos (en realidad padres) en el título, aquí tenéis la respuesta:
¿Pero qué significa por tanto la Ley de la que hemos sido liberados y que no salva? Para san Pablo, como para todos sus contemporáneos, la palabra Ley significaba la Torá en su totalidad, es decir, los cinco libros de Moisés. La Torá implicaba, en la interpretación farisaica, la que había estudiado y hecho suya Pablo, un conjunto de comportamientos que iban desde el núcleo ético hasta las observancias rituales y cultuales que determinaban sustancialmente la identidad del hombre justo. Particularmente la circuncisión, la observancia acerca del alimento puro y generalmente la pureza ritual, las reglas sobre la observancia del sábado, etc. Comportamientos que aparecen a menudo en los debates entre Jesús y sus contemporáneos. Todas estas observancias que expresan una identidad social, cultural y religiosa, habían llegado a ser singularmente importantes en el tiempo de la cultura helenística, empezando desde el siglo III a.C. Esta cultura, que se había convertido en la cultura universal de entonces, era una cultura aparentemente racional, una cultura politeísta aparentemente tolerante, que ejercía una fuerte presión de uniformidad cultural y amenazaba así la identidad de Israel, que estaba políticamente obligado a entrar en esta identidad común de la cultura helenística con la consiguiente pérdida de su propia identidad, perdiendo así también la preciosa heredad de la fe de sus Padres, la fe en el único Dios y en las promesas de Dios.
Contra esta presión cultural, que amenazaba no sólo a la identidad israelita, sino también a la fe en el único Dios y en sus promesas, era necesario crear un muro de distinción, un escudo de defensa que protegiera la preciosa heredad de la fe; este muro consistía precisamente en las observancias y prescripciones judías. Pablo, que había aprendido estas observancias precisamente en su función defensiva del don de Dios, de la heredad de la fe en un único Dios, veía amenazada esta identidad por la libertad de los cristianos: por esto les perseguía. En el momento de su encuentro con el Resucitado entendió que con la resurrección de Cristo la situación había cambiado radicalmente. Con Cristo, el Dios de Israel, el único Dios verdadero, se convertía en el Dios de todos los pueblos.
Lo he dicho anteriormente: el Cristianismo es judaísmo universal. Tras el Cristo, el judaísmo tuvo que convertirse en una doctrina de oposición numantina a la asimilación, aun declarando una guerra solapada de odio sin cuartel a toda la humanidad.
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A propósito: Los judíos italianos no celebrarán la Jornada del diálogo con los católicos:
En la nueva fórmula, se invoca a Dios para que «ilumine» los corazones de los judíos y «reconozcan a Jesucristo salvador de todos los hombres».
Esta es la oración que ha reemplazado el «»Oremus et pro perfidis Judaeis…». A veces es mejor no dialogar.
Relacionado: ¿Tenemos derechos los judíos a exigir cambios a la liturgia católica?:
Respecto de la petición del Comité Internacional Judío de que la oración por la conversión de los judíos no se reintroduzca, el rabino se pregunta qué derecho tienen los judíos a exigir cambios en la liturgia de otros credos. En particular se pregunta si ellos tendrían que eliminar unos versos de la Aleinu en la que piden por el día en que los gentiles dejen de adorar ídolos.
Más claro, agua. Lo que no me explico es porqué insisten en diálogos que no tienen sentido. Lo que para unos es blasfemia para otros es dogma. Eso no se va a solucionar, lo único que hay que hacer es aceptar que es así. Además, el caso es que el propio papa sabe que el fondo el diálogo de religiones en imposible (Le dialogue entre les religions est imposible) ¿Entonces?
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