Paul Johnson: Una historia de los judíos. Nacimiento del sionismo.

Paul Johnson, una historia de los judíos
Paul Johnson, una historia de los judíos

En 1895 tuvo lugar la ceremonia de degradación pública de Dreyfus, un oficial judío injustamente acusado de espía. Johnson da por bueno que un asunto tan trivial haya puesto fin a la ilusión judía sobre la posibilidad de asimilación en Europa. Dice que incluso las liturgias se estaban empezando a parecer. Los rabinos se vestían en la sinagoga de forma muy similar al sacerdote católico y había muchas ceremonias equivalentes (p. 381).

Sin embargo, resurge el racismo, que tiene tres apoyos. El primero es el “científico”, que clasifica a las razas en inferiores y superiores. Las razas semíticas se consideran inferiores a las caucásicas. El segundo es la envidia, ante el éxito de los judíos en los negocios y en el ámbito académico. El tercero el religioso. La Iglesia Católica “necesitó un enemigo” y produjo tres: protestantes, judíos y masones. [Aquí me hace gracia Johnson. Como que la iglesia no hubiera sido realmente atacada en Francia y en toda Europa durante el s. XIX por protestantes y masones] (p. 383) Además, la persecución en Rusia hizo que llegaran a Francia 120.000 refugiados judíos. Haciendo visible “la cuestión judía”.

El caso Dreyfus conmocionó la vida pública de Francia durante un decenio. Un ejemplo de agitación progresista. La condena injusta de un inocente (lamentable en todo caso) nunca debe de llevar a semejantes extremos. Por supuesto, si sucedió fue porque fue utilizado por terceras personas (Clemenceau) para sus propósitos políticos. Es decir, el caso es la punta de un iceberg de propaganda política. En particular, desató una furibunda campaña contra la Iglesia. Acabaría también institucionalizando el antisemitismo en Francia (p. 390).

Empezó a acusarse a los judíos de hacerse con la cultura nacional. En Francia, Gide lamentaba que los judíos escribieran en francés. En Viena la aportación judía a las artes y las letras era aún más impresionante. Se les empieza entonces, por ejemplo en Alemania, de envenenar la cultura nacional con su cosmopolitismo. Aparecen diversos movimientos medievalistas, ruralistas… antecesores de los actuales ecologistas (p. 394)

Teodoro Herzl, el creador del moderno sionismo, presenció todos estos sucesos, incluida la ceremonia de degradación de Dreyfus. Al final del siglo publica Der Judenstaat (La nación judío), en el que propone que se conceda a los judíos un pedazo de tierra en el que establecerse, no necesariamente Israel. La idea no fue bien recibida por la comunidad judía, especialmente en el oeste. Sin embargo, entre los judíos pobres del este se convirtió en un mito. (p. 398)

Sus seguidores se reunieron públicamente por primera vez en Basilea el 29 de agosto de 1897, en el llamado Primer Congreso Sionista. El movimiento cuajó. Herzl fue recibió por los principales actores políticos de Europa, incluidos notorios antisemitas, contentos de poder enviar sus judíos a otro país. El emperador alemán apoyó el establecimiento en Palestina, peor no se pudo convencer al turco. Se recurrió a Gran Bretaña (p. 401)

En Gran Bretaña las élites eran favorables al proyecto. El asunto clave era decidir dónde. Se pensó en sitios como Uganda, pero fueron rechazados. Los sionistas se decantaron por Israel, su tierra histórica.

Con esto acabo la reseña del libro de Johnson.

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