Cristo rey, una fiesta contra el laicismo liberal

No conocía ese detalle:

Después de la Revolución de 1789, cuando los poderes temporales dejaron de ejercer su función, los Papas debieron tratar detenida y explícitamente este punto.

Todos los Papas, hasta Pío XII, son unánimes; y Pío XI instituyó la fiesta de Cristo Rey contra el «liberalismo», que afirma la laicidad del Estado y niega los Derechos de Jesucristo.

El laicismo, la separación de la Iglesia y del Estado, fue condenado por varias Encíclicas y documentos romanos, incluidos Mirari Vos, Quanta Cura, Syllabus, Vehementer, Gravissimo Officio Munere, Iamdudum y Quas Primas.

Pío XI instituyó la fiesta de Cristo Rey. Ahí aquí lo que escribió:

«Es Nuestra resolución proveer a las necesidades del tiempo presente, de aportar un remedio eficaz a la peste que corrompió a la sociedad humana. Lo hacemos prescribiendo al universo católico el culto de Cristo Rey. La peste de nuestro tiempo es el laicismo, con sus errores y sus empresas criminales.

Una fiesta celebrada cada año en todo el pueblo en honor de Cristo Rey será soberanamente eficaz para incriminar y reparar de alguna manera esta apostasía pública, tan desastrosa para la sociedad, que generó el laicismo.»

La Historia pone de manifiesto rápidamente que el «laicismo liberal», que se pretende neutro frente a la religión, le es realmente profundamente hostil. Terminó por deificar al Estado y se organizó esto en un sistema filosófico monstruoso e idolátrico la «estato-latría»…

El liberalismo generó el modernismo, la última herejía, que, más aún que las herejías anteriores, niega de una manera feroz y radical los Derechos de Cristo.

Por cierto, lo tradicionalistas celebran la fiesta el último domingo de octubre, los conciliaristas el último (más o menos) de noviembre, justo antes del adviento, coincidiendo con el fin del ciclo litúrgico ordinario. Me gusta más así. Antes de prepararse para celebrar su primera venida, recordamos la vuelta.

Pero a lo práctico, ¿qué podemos hacer?:

Preparémonos para su Venida… y aceleremos su Venida por la oración y el sacrificio.

Podemos ser soldados de un gran Rey; nuestras vidas transitorias y pobres pueden unirse a algo grande, triunfal, absoluto.

Dejemos de lado el egoísmo, nuestros pequeños caprichos, las ambiciones y los objetivos personales.

El que puede practicar la caridad, que se sacrifique por su prójimo…

Aquél que puede hacer el apostolado, que confiese y predique a Cristo el Rey…

Aquél que puede enseñar, que enseñe…

Y el que puede quebrar la iniquidad, que la persiga y la requiebre, incluso a riesgo de su vida…

Para eso, purifiquemos nuestra vida de toda falta y de todo error.

Vayamos a la Inmaculada Madre de Dios, Reina de los Ángeles y de los hombres, para que se digne elegirnos para militar con su hijo Jesucristo, no sólo ofreciendo nuestras personas al trabajo, como el dice San Ignacio, sino también comprometiéndonos con determinación en este combate por el Reino de Cristo contra las fuerzas del Mal…

Combate que es el eje de la historia del mundo, sabiendo que nuestro Rey es invencible, que su Reino no tendrá fin, que su Venida y su triunfo no están lejos, que su recompensa supera todas las vanidades de este mundo…

Adveniat Regnum tuum… ¡Jesucristo, que venga tu Reino!

Ut adveniat Regnum tuum, adveniat Regnum Mariae… ¡A fin de que venga tu Reino, que venga el Reino de María!

El que se declare católico, que tome nota. No hay otra receta. Entero: Padre Ceriani: En la Fiesta de Cristo Rey

Para completarlo: LA DOCTRINA DE LAS RELACIONES ENTRE LA IGLESIA Y EL ESTADO FRENTE AL LAICISMO (3 de 5)):

Pío XI instituyó la fiesta de Cristo Rey contra el liberalismo, que afirma el laicismo del Estado y niega los Derechos de Nuestro Señor. He aquí lo que escribe en la Encíclica Quas primas:

«15. Por otra parte, erraría gravemente el que negase a Cristo-Hombre el poder sobre todas las cosas humanas y temporales, puesto que el Padre le confirió un derecho absolutísimo sobre las cosas creadas, de tal suerte que todas están sometidas a su arbitrio (…) Por tanto, a todos los hombres se extiende el dominio de nuestro Redentor, como lo afirman estas palabras de nuestro predecesor, de feliz memoria, León XIII, las cuales hacemos con gusto nuestras: El imperio de Cristo se extiende no sólo sobre los pueblos católicos y sobre aquellos que habiendo recibido el bautismo pertenecen de derecho a la Iglesia, aunque el error los tenga extraviados o el cisma los separe de la caridad, sino que comprende también a cuantos no participan de la fe cristiana, de suerte que bajo la potestad de Jesús se halla todo el género humano.»

«16. Y respecto a ello, no hay lugar a hacer ningún tipo de diferencia entre los individuos, las familias y los Estados; puesto que los hombres no están menos sometidos a la autoridad de Jesucristo en su vida colectiva que en su vida privada. El es, en efecto, la fuente del bien público y privado. Fuera de El no hay que buscar la salvación en ningún otro; pues no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo por el cual debamos salvarnos.

El es sólo quien da la prosperidad y la felicidad verdadera, así a los individuos como a las naciones: porque la felicidad de la nación no procede de distinta fuente que la felicidad de los ciudadanos, pues la nación no es otra cosa que el conjunto concorde de ciudadanos.»

«23. Y si ahora mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy inficiona a la humana sociedad.

Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos; y vosotros sabéis, venerables hermanos, que tal impiedad no maduró en un solo día, sino que se incubaba desde mucho antes en las entrañas de la sociedad.

Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad.

Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados.

Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios.»

«25. Nos anima, sin embargo, la dulce esperanza de que la fiesta anual de Cristo Rey, que se celebrará en seguida, impulse felizmente a la sociedad a volverse a nuestro amadísimo Salvador.

Preparar y acelerar esta vuelta con la acción y con la obra sería ciertamente deber de los católicos; pero muchos de ellos parece que no tienen en la llamada convivencia social ni el puesto ni la autoridad que es indigno les falten a los que llevan delante de sí la antorcha de la verdad.

Estas desventajas quizá procedan de la apatía y timidez de los buenos, que se abstienen de luchar o resisten débilmente; con lo cual es fuerza que los adversarios de la Iglesia cobren mayor temeridad y audacia. Pero si los fieles todos comprenden que deben militar con infatigable esfuerzo bajo la bandera de Cristo Rey, entonces, inflamándose en el fuego del apostolado, se dedicarán a llevar a Dios de nuevo los rebeldes e ignorantes, y trabajarán animosos por mantener incólumes los derechos del Señor.

Además, para condenar y reparar de alguna manera esta pública apostasía, producida, con tanto daño de la sociedad, por el laicismo, ¿no parece que debe ayudar grandemente la celebración anual de la fiesta de Cristo Rey entre todas las gentes? En verdad: cuanto más se oprime con indigno silencio el nombre suavísimo de nuestro Redentor, en las reuniones internacionales y en los Parlamentos, tanto más alto hay que gritarlo y con mayor publicidad hay que afirmar los derechos de su real dignidad y potestad.»

La imagen es de Colombia.

4 comentarios

  1. Confundir laicismo con la separación de la Iglesia y el Estado es un gravísimo error. LA doctrina católica es muy clara en este sentido. Una cosa es la IGlesia y otra el EStado y son cosas distintas y diferentes.
    Pretender restaurar el cesaropapismo no está mal, lo que sí está mal es confundir. Especialmente porque el laicismo es la oposición del Estado a la manifestación religiosa, no únicamente la católica, que es algo muy diferente a que el Estado y la Iglesia sean instituciones diferentes, lo que sí forma parte de la tradición católica.
    Sobra con leer el nuevo testamento para darse cuenta de que es parte de la esencia cristiana no formar parte de ningún gobierno.

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