¿Un Quijote pacifista?

Así nos lo han querido vender quienes probablemente no lo han leído, entre ellos algún antiguo ministro de Defensa, quien insultó a los soldados españoles declarando “prefiero que me maten a matar” ¿Querría acaso mostrar su superioridad moral ante la tropa?.

Don Quijote, Daumier

Este artículo (Guerra y Paz en El Quijote) refuta el imposible pacifismo del Quijote, que algunos atribuyen a la presunta influencia erasmista (Bataillon). El bello Discurso de las Armas y las Letras, y la propia experiencia bélica de Cervantes en Lepanto son pruebas suficientes, a las que se añaden diversas alusiones en su obra a la política timorata de Felipe II, que prefirió generalmente usar la diplomacia a sus ejércitos.

El artículo repasa las contradicciones de la postura de Erasmo sobre la guerra y la paz, caso bastante parecido al del Cardenal Cusano:

La guerra, las armas con las que se defiende la República Cristiana (especialmente el «Papa guerrero», Julio II, será blanco de las críticas de Erasmo) no hacen sino canalizar esta desviación en sentido opuesto al buen mensaje cristiano, de manera que, cuanto más se insiste en la defensa armada de la fe cristiana, con los ejércitos de los príncipes cristianos (incluyendo al Papa), menos sitio queda (utopía, es la expresión de Moro para concebir esta idea para la sabiduría cristiana y sus verdaderas «armas».

(…)

«Pero después de que Cristo ordenase envainar la espada no es digno de cristianos hacer la guerra, a excepción de aquella hermosísima contienda contra los enemigos más terribles de la Iglesia: contra el afán de dinero, contra la ira, contra la ambición, contra el miedo a la muerte. (…)

«ni siquiera creo que se deba aprobar nuestra insistencia en hacer la guerra a los turcos. ¡Mal va la religión cristiana si su conservación depende de tales defensas!. Y no es lógico que bajo tales auspicios nazcan buenos cristianos. Lo que se consigue por la espada se pierde a su vez por la espada. ¿Quieres atraer a los turcos hacia Cristo? No hagas ostentación de riquezas, ni de ejército, ni de fuerzas. Que vean en nosotros no sólo el rótulo sino también los atributos auténticos del cristiano: vida intachable, deseo de hacer el bien incluso a los enemigos, paciencia inalterable frente a todas las ofensas, desprecio del dinero, indiferencia a la gloria, vida modesta. Que comprendan la doctrina celeste por su concordancia con esta forma de vida. Con tales armas se subyuga perfectamente a los turcos.

Según esto, Constantinopla y su Imperio fenecieron por el mal ejemplo que les dieron a los mahometanos. Pero aquí recoge velas Erasmo:

«Ahora me las entenderé con aquellos que pecan por el lado opuesto [opuesto al belicismo, que acaba de criticar: es decir, contra aquellos que pecan de irenismo], con error más especioso quizás, pero pernicioso no obstante. Los hay que juzgan que el derecho de guerrear está en absoluto prohibido a los cristianos; opinión, a mi entender, demasiado absurda para que merezca ser refutada. Y, siendo ello así, no faltaron quienes calumniosamente me la atribuyeran, porque en mis lucubraciones acaso me excedo en las alabanzas a la paz y en la detestación de la guerra; pero las personas que me leen íntegramente, aunque yo lo silencie, perciben de modo inequívoco la imputación de la sicofantía.

Pobre Erasmo, menudo cacao mental tenía al respecto de la guerra y de la paz.

En fin, aquí va la clave del Discurso de las Armas y las Letras de Don Quijote.

dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados. A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de cosarios; y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus previlegios y de sus fuerzas.

Pues eso.

3 comentarios

  1. «Si a ésta [historia] se le puede poner alguna objeción cerca de su verdad, no podrá ser otra sino haber sido su autor arábigo, siendo muy propio de los de aquella nación ser mentirosos; aunque, por ser tan nuestros enemigos…»

    –El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, capítulo IX

  2. «responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de cosarios; y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus previlegios y de sus fuerzas.»

    Ohhhh… (ola) Si es que el que vale, vale, y el que no, para muslim.

  3. «Súpose que venía por general desta liga el serenísimo don Juan de Austria, hermano natural de nuestro buen rey don Felipe. divulgóse el grandísimo aprato de guerra que se hacía; todo lo cual me incitó y conmovio el ánimo el deseo de verme en la jornada
    que esperaba ; y aunque tenía barruntos, y casi promesas ciertas de de que en la primera ocasión que se ofreciese sería promovido a capitán, lo quise dejar todo y venirme, como me vine, a Italia. Y quisó mi buena suerte que el señor don Juan de Austria acabab de llegar a Génova; que pasaba a Nápoles a juntarse con la armada de Venecia,, como después lo hizo en Mecina. Digo, en fin que yo me hallé en aquella felicísima jornada, ya hecho capitán de infantería, a cuyo honrroso cargo me subió mi buena suerte, más que mis merecimientos. Y AQUEL DÍA, QUE FUE PARA LA CRISTIANDAD TAN DICHOSO, PORQUE en él se desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban, creyendo que los turcos eran invencibles por la mar, en aquel día, donde quedó el orgullo y soberbía otomana quebrantada, entre tantos venturosos como allí hubo….» Miguel de Cervantes Saavedra. EL Quijote.
    Este relato aparece en el capitulo del cautivo.
    ¿Pero de verdad alguien cree que don Miguel de Cervantes era pacifista?
    Si estuviera vivo seguro que lo retaba a un duelo, ya se vería ese don nadie las caras con don Miguel en el campo del honor.

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