Francia: Campamento turco de “vacaciones” cerrado por “excesivamente riguroso, rayando en lo disciplinario”

Parece ser que están ya preparando a los guerreros que se enfrentarán en unos años a nuestros mimados hijos. El campo se centraba en proporcionar “prácticas intensivas y obligatorias de religión y cultura turca”. El lenguaje burocrático es así de neutral, pero eso más está mas cercano a un campo de entrenamiento paramilitar para los cadetes turcos que a un campamento de vacaciones.

El campamento estaba situado en l’Epinal (Alsacia), pueblo del que hablamos aquí.

 France: Muslim camp closed

8 comentarios

  1. Me salió un morito bajo el brazo. Al principio no me preocupé especialmente. Después de todo, al tendero de la esquina le habían salido un par de moros a cada lado de su tienda. Que te saliera un moro del sobaco no podía ser tan grave. La costa está llena de moros y nadie se inmuta. Incluso en la tele hay un programa de enorme éxito llamado PON UN MORO EN TU VIDA. Los moros han aportado grandes descubrimientos al mundo. El ajedrez, la danza del vientre y la danza de los siete velos, el fez, con esa borlita que te deja bizco, la ablación del clítoris, la muñequita fulla sustituta de la Barbie son sólo algunas de sus brillantes aportaciones. El cuscús y el ir vestido como un fantasma hasta en la ducha son las otras. Total que me salió un morito en la axila izquierda. Escocía un poco cuando iba a misa los domingos, así que dejé de ir. Bueno en realidad tampoco iba antes, pero una vez que fuí a un bautizo el morito se hinchó y picaba como un enjambre de abejas africanas y hasta supuraba un poco. Así que empecé a frecuentar las mezquitas, lugares de recogimiento místico que apaciguaban el efervescente comportamiento de mi morito sobaquero. Me vestí con chilaba. Y ello porque cada vez que me vestía a mi estilo de siempre el morito se encendía y empezaba a chirriar y a emitir molestos zumbidos que desconcertaban a mis conciudadanos en el autobús. Una vez que cogí un taxi el taxista se bajó en marcha diciendo que lo sentía, que tenía cita con el ginecólogo. Pero bueno, la vida es bella. Yo iba con mi morito a cuestas. Tan feliz. Dejé de comer mortadela. Juro que yo no sabía que la mortadela llevaba cerdo hasta que el morito me lo aseveró concienzudamente en el supermercado depilándome con los dientes cada uno de los pelos del sobaco. Intenté demostrarle que se equivocaba mostrándole el envase del producto (3 por ciento de porcino) y me dijo que si quieres arroz, Aladina. Que la mortadela ni olerla. Lloré amargamente por los morcones, jamones serranos, chorizos y butifarras que iban a esquivar mis dentelladas de manera tan artera. Una tarde que entré en el bar a tomarme un chato vino, se tiró un sonoro pedo que me dejó en evidencia ante toda la concurrencia. Serviría tan poco explicarle al morito de mis entretelas que ya que frecuento el bar tan poco como la iglesia se podía cortar un poquito caramba como decirles a los asistentes que el sonoro y pestilente pedo no me lo había tiradoyo. Que se trataba de un morito que me había salido en el sobaco. nada grave. Que después de todo a la mujer de mi vecino le ha salido un moro en la entrepierna, y ahí tienen a su marido, llevando una estoica vida de perchero en un banco. No hay de qué preocuparse. El Gobierno lo dice. PONTE MORADO, MORO A MORO. Y la patronal de empresarios. CONTRATA MOROS Y DÉJALOS CRECER. Y hasta la mujer de mi vecino. HAZ EL AMOR A UN MORO. TE ENAMORARÁ. Todo iba pues así. O sea jodidamente mal. Y un día que me estoy cambiando la chilaba, se ve que se molestó. No sé, yo pensaba que ellos llevaban siempre la misma por alguna razón sentimental. Pero la mía, después de dos meses, ya picaba un poco y me la fuí a cambiar, como digo. Y cuál no sería mi sorpresa cuando vi que se sacaba una granada de detrás de una oreja. Llegué a un acuerdo con él. Le cedí mi empleo, con bastante ilusión no crean. Ahora te vas a enterar de lo que es un jefe imbuído del ardor capitalista, morito de las narices, pensé. Le cambié a mi esposa por un par de camellas. Creo que fué buen trato. Finalmente le cambié mi chalet adosado con plaza de garaje por una chabola en casablanca con plaza de burro y mosquitos. Y no vean qué liberación. Lo tenía que haber hecho hace siglos. A veces, en la larga noche africana, sueño que mi morito se frota la barriga con complacencia y le brota un genio oocidental del ombligo y le atiza un lamparazo maravilloso en toda la cresta. Creo que tendré que visitar a mi psicoanalista.

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