A la Iglesia hay que leerle el Catecismo (yo se lo he leído a media docena de curas, y contando)

Como oportunamente avisa Rutger:

Lejos quedan los tiempos de la Reconquista y de las Cruzadas, cuando la Iglesia era la principal promotora de la lucha contra el bárbaro del sur. Hoy en día los obispos parecen vulgares presidentes de vulgares ONGs, y colaboran en gran medida a la inculcación de la “tolerancia”, esa pasividad suicida que llevará a la destrucción de Europa. Si la Iglesia no es capaz de mantener un discurso firme sobre la invasión musulmana que sufrimos, no la necesitamos para nada. Si ella misma no se defiende y prefiere librarse a las pasiones etnosuicidas tan de moda hoy en día, no merece que la defendamos. Es una vergüenza que la “unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam” haya permitido en varias ocasiones que grupos de inmigrantes (pakistaníes sobretodo) se hayan encerrado en sus templos como medida de presión para obtener su regularización en España. ¿Por qué no van los obispos -y los progres- a encerrarse en una mezquita en Marruecos o Argelia, a ver cuánto tardan en cortarles el cuello?

Estoy de acuerdo al 100% con esto:

Pero la Iglesia no puede fallar. Ahora no. La Iglesia debe ser un pilar para el sostén del sentido común como lo fue en el pasado. Antaño sus monasterios preservaron la cultura occidental, y hoy en día la Iglesia debería defender su espacio vital y no adoptar el discurso hipócrita y lastimero del “todos somos iguales”. Y mucho menos debería ceder ante el Islam.

Léelo entero en Los Colaboracionistas: La tolerancia de los que quieren que toleremos

2 comentarios

  1. Creo que ya basta de la violencia musulmana. Si la policia no hace nada debido a las leyes filo-islamicas de Europa, entonces se desatará una violencia callejera de europeos contra moros, y fijate tuha´saber si los europeos no somos brutales….. dos guerras encarmizadas muestran nuestra crueldad. Despues que los musulmanes no se quejen de lo que les espera En el séptimo coloquio (διάλεξις, controversia), editado por el profesor Khoury, el emperador toca el tema de la yihad, la guerra santa. Seguramente el emperador sabía que en la sura 2, 256 está escrito: «Ninguna constricción en las cosas de fe». Según dice una parte de los expertos, es probablemente una de las suras del período inicial, en el que Mahoma mismo aún no tenía poder y estaba amenazado. Pero, naturalmente, el emperador conocía también las disposiciones, desarrolladas sucesivamente y fijadas en el Corán, acerca de la guerra santa. Sin detenerse en detalles, como la diferencia de trato entre los que poseen el «Libro» y los «incrédulos», con una brusquedad que nos sorprende, brusquedad que para nosotros resulta inaceptable, se dirige a su interlocutor llanamente con la pregunta central sobre la relación entre religión y violencia en general, diciendo: «Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su disposición de difundir por medio de la espada la fe que predicaba».[3] El emperador, después de pronunciarse de un modo tan duro, explica luego minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo insensato. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. «Dios no se complace con la sangre —dice—; no actuar según la razón (συν λόγω) es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma, no del cuerpo. Por tanto, quien quiere llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas… Para convencer a un alma racional no hay que recurrir al propio brazo ni a instrumentos contundentes ni a ningún otro medio con el que se pueda amenazar de muerte a una persona».

  2. Yo creo que no están dadas las condiciones para que la Iglesia se involucre de la manera en la que sugiere Rutger. No es debilidad, es simplemente prudencia.

    De hecho, el Papa sí se ha involucrado de muchas maneras (Ratisbona, Allam, Turquía, etc.). Maneras que yo calificaría de interesantísimas y -desde ciertas perspectivas- agresiva.

    Los sarracenos tuvieron que saquear Roma en el 846 para que -después de dos siglos y medio de meditación- se convocara en Clermont la primera cruzada.

    Con perspectiva de eternidad no resulta difícil tener paciencia. Mientras tanto hay que hacer lo que se puede.

    En relación a José María Cañas (por lo del vínculo que no servía en mi blog) trataré de postear algo. Era un salvadoreño que le partió la madre a un temible equipo de mercenarios WASP esclavistas que pretendían hacer del caribe un paraíso de esclavos en el siglo XIX.

    Saludos

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