Paul Johnson: Una historia de los judíos. Los judíos en España

Paul Johnson, una historia de los judíos
Paul Johnson, una historia de los judíos

La situación de los judíos en la Cristiandad latina fue bastante tolerable hasta la primera Cruzada, que empezó con matanzas de judíos en las ciudades del Rin. Los cargos que se hacían contra los judíos eran el rechazo del cristianismo aun a sabiendas de que era la religión verdadera. (p. 206).

Dice Johnson que frente a los demás pueblos, que tienen una literatura nacional épica y gloriosa, los judíos registran en la Biblia hechos como su idolatría (el becerro de oro) y denuncias continuas de la impiedad del pueblo por parte de sus profetas. Esto pone de manifiesto el grado de autocrítica –y por tanto de madurez- que alcanzaron, pero también un complejo de culpa que puede llegar a ser patológico y que ha heredado del cristianismo en parte. (p. 206).

Generalmente, los reyes protegieron a los judíos, pues les proporcionaban servicios para los que es mejor no tener muchos escrúpulos. Era “el pueblo” el que el organizaba las venganzas. Las acusaciones era diversas: asesinatos de niños cristianos, desecraciones de la Hostia… El hecho de que fueran prestamistas usureros se volvía contra ellos (209-13).

En los siglos XI a XIII empezaron a ser expulsados de varios países, incluidos Francia e Inglaterra. Además dejaron de ser útiles, porque para entonces los cristianos ya habían aprendido, y en muchos casos sobrepasado, los conocimientos administrativos, médicos y comerciales que eran antes de su exclusiva competencia. Además, se les pasó a considerar gente subversiva. Ciertamente, lo han sido; sólo hay que recordar la cantidad de judíos entre los intelectuales marxistas (p. 214-5).

Además en el s. XII surgen las Universidades, que son gremios de profesores de las ciudades. Están dominadas por las órdenes religiosas, dominicanos y franciscanos; los judíos quedan excluidos. Los frailes empezaron a predicar contra los judíos, y lideraron muchas de las revueltas populares. (p 215-6).

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Trata aquí de los judíos en la España cristiana hasta su expulsión el 1492, un tema siempre espinoso. Seguiré al judeofilo Johnson, y, cuando proceda, comentaré su discurso.

Hasta finales del s. XIV, España fue el lugar de Europa en que mas medraron los judíos. Llegó a haber hasta debates teológicos entre cristianos y judíos. El rey Jaime I de Aragón fue el anfitrión del más relevante de esos debates, que tuvo lugar en Barcelona entre el 20 y el 31 de julios de 1263. Fue idea de un judío converso sincero (p. 218).

No se sabe qué pasó realmente en el debate, porque cada parte contó una historia distinta. Las alegaciones de los judíos es que los cristianos hicieron perder al imperio romano, que los cristianos habían hecho correr más sangre que nadie y que la Encarnación –el dogma central del Cristianismo- es absurdo. En el último punto hay que darles la razón: supera a la razón. (p. 219)

Johnson dice que es imposible que ambas religiones se pongan de acuerdo, pues el judaísmo es un conjunto de normas, la Ley, mientras que el cristianismo en una teología: la Encarnación. Los judíos pueden dedicar a una argumentación sobre el descanso de sábado cinco páginas, cosa que para los cristianos es un asunto ridículo, por el contrario los judíos encuentran simple materia de opinión una discusión teológica que para los cristianos es esencial (p. 216). Por todo ello, dice Johnson, en esos debates los judíos no tenían nada que ganar, porque además los cristianos los usaban como ejercicios de propaganda.

En el s. XIV el progreso de la Cristiandad hizo que los judíos fueran empezados a ver como gente atrasada. En ese ambiente se produjeron abandonos del judaísmo. Además, en las comunidades judías empezaron a surgir y propagarse ideas apocalípticas y mesiánicas. Tras la Peste Negra se produjeron las primeros disturbios y matanzas.

Johnson compara la labor de San Vicente Ferrer con la de los nazis. Pedía evitar los disturbios populares, ejercitando una persecución estatal, conforme a norma, para buscar “una solución” (p. 222). Aquí la judeofilia de Johnson (posiblemente interesada profesionalemente) desbarra: En España la población cristiana se sentía amenazada por los conversos y la situación era muy tensa. Johnson pone a la misma altura una explicación y una mala excusa.

El último de los debates –disputas, se decía entonces- fue el de Tortosa en 1413-14. No hubo igualdad de condiciones, fue más bien un juicio con parte acusada. El resultado fue desastroso para el judaísmo. “Por primera vez en la historia de España los judíos fueron vistos como grupos cerrados, atrasados y oscurantistas en medio de una cultura superior”. Provocó una estampida de conversiones. (p 223)

Sin embargo, esto no resolvió el problema, sino que lo hizo más difícil de tratar. El converso, o marrano, pasó a ser mucho más odiado que el judío. Johnson no dice ni palabra sobre la falsedad de tantas conversiones de conveniencia.

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