Paul Johnson: Una historia de los judíos. La monarquía. David y Salomón.

El profeta Samuelrecorrió el país y acabó ungiendo a Saúl como primer rey, aunque con dudas (p. 52). Se trata de otro personaje judío salido de la nada. Su ejército fue aniquilado y él muerto en batalla (p. 53). Tomó el mando David, otro don nadie (un pastor joven) que acabaría siendo el gran rey de Israel (p. 54). Consiguió consolidar un gran reino entre Egipto y Mesopotamia. Además tomó Jerusalén, que hizo capital de su reino. Jerusalén era muy importante porque controlaba la principal vía de comunicación norte-sur en Israel. Anteriormente había un reino de Israel al norte y un reino de Judea al sur. David creyó poder unificarlos al tomar Jerusalén.

Sin embargo, se dio cuenta de que era imposible gobernar Israel como un rey oriental, de forma arbitraria. La relación directa de cada hombre con Dios dificulta la constitución de estados despóticos. De ahí surge un dilema: si Israel no se hubiera constituido como estado, los filisteos la hubieran hecho desaparecer, pero al crear un estado sobre la base de la religión, esta puede quedar meutralizada, al tener que servir a los intereses del Estado (p. 57).

David intentó una centralización suficiente, y estableció una monarquía hereditaria, pero sin primogenitura. Además trajo el Arca de la Alianza a Jerusalén, aunque no quiso construir el templo. Eso lo haría Salomón, su sucesor. Era este de un carácter muy diferente. David era irascible, pero noble y religioso, Salomón era una persona cultivada, secular y despiadado. Eliminó a sus oponentes, introdujo el trabajo público obligatorio, para realizar obras públicas, creo un ejército de caballería considerable, aumentó los impuestos, traficó con armas…

Es recordado por el Templo que mandó construir. El templo tenía poco que ver con la religión judía original; el Arca era portátil, no hacía falta crear un gran edificio para albergarla. Se trató de una jugada política destinada a fortalecer una monarquía absoluta. Esto levantó ampollas, sobre todo en el norte, donde estaban los altares de Sechem (Abraham) y Bethel (Jacob). Por eso, a la muerte de Salomón, los del norte rechazaron a Rehoboan y se separaron: Israel al norte, Judea al Sur (p.64).