En el s. XIX la conversión al cristianismo dejó de ser vista como una traición por la comunidad judía. Entre los conversos famosos están Disraeli, la familia de Marx, Heine. No se consideraba tanto una cuestión religiosa como un billete de entrada en la sociedad europea, que también se estaba secularizando. El cristianismo no era tanto una religión como una cultura, la dominante entonces. Seguir siendo judío conllevaba desventajas económicas (p. 312).
Las limitaciones de residencia de los judíos se empezaron a levantar durante el s. XIX, en algunos países antes que en otros. En general, antes en el oeste que en el este (incluido el Imperio austrohúngaro). (p. 313)
La fortuna de los Rothschild empieza en el XIX. La historia de la familia está llena de oscuridad, porque sistemáticamente destruían sus archivos personales para evitar problemas. Además, como banqueros privados, la confidencialidad les era esencial. (p. 314)
Los Rothschild fueron un producto de las guerras napoleónicas. El creador de la dinastía financiera fue Natán Mayer R., de Londres, aunque la familia tiene su origen en Frankfurt. Natán fue enviado a Londres, donde se dedicó al crédito y al transporte de fondos. El Tesoro británico necesitó un crédito anual de 20 millones de libras para la guerra (p. 316).
Tras la guerra, la familia abre sucursales en todas las capitales de Europa, poniéndose al servicio de la Restauración tras el Congreso de Viena. En 1815 tenían un capital de 1,77 millones de libras, en 1875 alcanzaron los 24,35 millones. A mediados de siglo, otro judío crea Reuters, la primera agencia de noticias global. Su influencia política también creció consecuentemente (p. 316).
Disraeli es el paradigma del orgullo y la arrogancia incipientes de los sefardíes. Frente a la tendencia autodestructiva de los asquenazíes, que tienden a considerar los sufrimientos de los judíos como la consecuencia de sus pecados pasados, tomó el punto de vista sefardí, según el cual los judíos son el corazón de la humanidad, que ha sido hecho responsable injustamente de la maldad de esta. (p. 323)
Para Disraeli, los hebreos son una raza pura, la raza superior. Es este un privilegio que comparten son los árabes, que son “judíos a caballo». Para él, el declive de una raza es un hecho inevitable, salvo que viva en desiertos y no mezcle su sangre:
“son la sangre pura más antigua, incluso la única, de entre los pueblos que habitan en ciudades. Una raza sin mezcla con una organización de primera clase forman la aristocracia de la naturaleza… no han sido absorbidos por esas razas mixtas que presumen de perseguirlos, pero que acaban por decaer y desaparecer, mientras sus víctimas florecen con el rigor primaveral de las razas puras de Asia” (p. 324)
¿Aún no te convence?, pues mira esto:
“Ni las leyes penales ni la tortura física funcionan. Las razas mixtas perseguidoras desaparecen, las razas puras perseguidas permanecen” (p. 234)
Sí, es racismo, puro racismo. Pero esto es historia. Otras cosas: “Acusaba a los cristianos de no reconocer las virtudes del judaísmo y a los judíos de no entender que el cristianismo es un judaísmo consumado”
Detectaba el genio judío por doquier: “Los primeros jesuitas fueron judíos. Los mejores mariscales de Napoleón, Soult y Massena, judíos. Mozart, judíos”. (p. 325). Ahora la moda es ver musulmanes: Goethe, Cervantes, Da Vinci… todos musulmanes.
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