Nos lo cuenta Daniel Pipes en La Razón. Ojo a estos detalles:
Para ver un ejemplo de tales ejercicios gramaticales, véase el libro recién publicado de Shukri Abed, «Árabe contemporáneo: conversaciones con practicantes nativos» (Yale University Press), un capítulo del cual se titula «La cuestión de Palestina». Sus lecturas, intensamente politizadas, serían inimaginables en un libro de conversación español o francés.
La dimensión islamista también me preocupa. Una fundación que presiona en favor de la enseñanza árabe, el Instituto de Lengua Árabe, afirma que el conocimiento del lenguaje sagrado del Islam puede ayudar a Occidente a recobrarse de lo que su líder, Ajtar H. Emon, llama «su decadencia moral». En otras palabras, los musulmanes tienden a ver a los no musulmanes que aprenden árabe como un paso hacia una conversión eventual al Islam, una expectativa con la que me encontré mientras estudiaba árabe en El Cairo en los años 70.
Qué sutiles son estos mahometanos. Hasta que se cansan de tanta predicación y sacan la espada, claro está.
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