La segunda parte del libro de Johnson se titula Judaísmo, frente a la primera, titulada Israelitas. Para Johnson el Judaísmo se formó con la experiencia del exilio en Babilonia. Al desaparecer el estado judío, el exilio supuso la ruptura con el pasado tribal, de hecho diez de las tribus habían ya desaparecido en el sumidero de la historia. Al dejar de lado el tribalismo, se introduce la idea de la responsabilidad individual, la esencia de la religión judía. Esta idea sería muy influyente también, y se fundiría con la idea del individuo de la cultura clásica. [Nota: decir que el judíasmo abandono el tribalismo, es bastante curioso]
Otra de las consecuencias de la desaparición del estado judío y de las deportaciones fue el desarrollo de nuevas formas de mantener su identidad y de actividad económica. Estos cambios se efectuaron básicamente mediante la pluma, es decir, los escritos. Surgen entonces los escribas (en la capa superestructural) y los comerciantes, en la infraestructural.
Fue durante el exilio cuando los judíos introdujeron prácticas religiosas regulares, con un calendario semanal basado en el sábado y cuajado de celebraciones: Pascua, Pentecostés, Tabernáculos, Año Nuevo…. que hemos heredado los cristianos.
Además, las reglas de higiene y dieta se hicieron más importantes como “señas de identidad”. Nunca en la historia ha sucedido que un grupo humano sin estado haya conservado su cultura (haciéndola evolucionar en función de las circunstancias), En ese sentido, los judíos son también únicos. Los posmodernos, que han desviado el mensaje progre de la emancipación a la identidad traicionando el espíritu de la Ilustración, no han inventado nada nuevo. [Hay una diferencia no obstante; en el caso de los judíos fue una respuesta adaptativa a la pérdida del estado; en el caso de los postmodernos se trata de un llamamiento al abandono del timón que ha dejado nuestras sociedades políticas en manos de la fortuna].
A consecuencia de esto se desarrolló la idea de que el estado es esencialmente malo. Otra idea progre donde las haya, que trajo consigo milenarismos, utopías, mitos como “el buen salvaje”… El judaísmo ha sido desde entonces subversivo. No hace falta recordad que comunismo y marxismo son judíos.
«A consecuencia de esto se desarrolló la idea de que el estado es esencialmente malo. Otra idea progre donde las haya,»
Eso no es del todo cierto.
Algunos sectores progres (snarkas y demás especímenes) ciertamente así lo creen.
No, en cambio, socialistas y comunistas que creen en el poder del estado (socialista, claro) para resolver los problemas de la sociedad. De la cuna a la tumba, a la sueca (o a la soviética).
Por otro lado, cierto sector de los liberales también sostienen ese argumento (el columnista Valín y otros de su cuerda).
Parece que estábamos mejor en la Prehistoria, en la que no existía el estado.
«snarkas»
Quise decir anarkas.
Con el estado y la libetad pasa como con las armas y las letras.
En efecto, hay mucho liberales que se creen que le liberalismo se impuso por la fuerza de la razón, algo así como una docena de tipos como ellos escribiendo en blogs.
Pero despues rascas la historia y ves que tuvieron que matar mucha gente, en Inglaterra, en Francia. En España todos los gobiernos «liberales» del XIX empezaron con un golpe de estado.
Y respeto del derecho de propiedad, tampoco les gusta reconocer que el liberalismo empezó con la expropiación masiva de propiedades eclesiásticas y comunales.
«Pero despues rascas la historia y ves que tuvieron que matar mucha gente, en Inglaterra, en Francia»
En Francia no se mató para traer el liberalismo.
Los Capetos eran muy liberales comparados con los ‘ciudadanos’ del Terror.
«En efecto, hay mucho liberales que se creen que le liberalismo se impuso por la fuerza de la razón, algo así como una docena de tipos como ellos escribiendo en blogs.»
Si, lo peor de todo es cuando se ponen a utilizar argumentos pseudomoralizante y teológicos.
http://www.elcato.org/node/760
Este es el artículo, lo vi navegando, y cuando terminé de leerlo no daba crédito.
09 de agosto de 2004
El socialismo es maligno
por Walter Williams
Walter Williams es profesor de economía en la Universidad George Mason y académico asociado del Cato Institute.
¿Qué es el socialismo? Según la doctrina marxista, el socialismo es una etapa de la sociedad entre el capitalismo y el comunismo, donde el control sobre la propiedad privada queda eliminado. La esencia del socialismo es el debilitamiento de los derechos de propiedad que luego desaparecerán. Los ataques a la propiedad privada incluyen, pero no se limitan, a la confiscación de la propiedad de una persona para traspasarla a otro, a quien no le pertenece. Cuando eso se hace a nivel personal lo llamamos robo. Cuando se hace de manera colectiva se utilizan eufemismos: transferencias o redistribución de ingresos. No son sólo los izquierdistas y miembros del Partido Demócrata quienes claman y admiran el socialismo, derechistas y miembros del Partido Republicano también.
Los republicanos y derechistas apoyan el despojo de las ganancias de un ciudadano para traspasarlas a agricultores, banqueros o líneas aéreas. Los demócratas e izquierdistas apoyan el despojo de las ganancias de un ciudadano para traspasarlas a los pobres, a las ciudades y a los artistas. Ambos apoyan quitarle a uno para darlo a otro; difieren sólo en cuanto al receptor. Este tipo de actividad legislativa constituye no menos de dos terceras partes del presupuesto federal.
Cualquiera que sea el propósito, tal comportamiento es inmoral. Es un tipo reducido de esclavitud. Después de todo, ¿qué es la esclavitud? La esclavitud es la utilización de la fuerza para obligar a alguien a hacer lo que otro quiere que haga. Cuando el Congreso, a través de los impuestos, toma las ganancias de uno para transferirlas a otra persona como medicinas, seguridad social, cupones de alimentos, subsidios agrícolas o a las líneas aéreas para que estas no quiebren, se está forzando a una persona a servir los propósitos de otra (1).
La inmoralidad salta a la vista cuando tales programas del Congreso no implican que los congresistas metan las manos en sus propios bolsillos, sino que lo hacen en los bolsillos nuestros. En la capital no hay hadas madrinas ni tienen a San Nicolás dándoles dinero. El hecho es que el gobierno no tiene recursos propios, por lo que para darle un dólar a un ciudadano tiene primero que quitárselo a otro, a través de coerción y amenazas.
Algunos argumentarán que ese es el resultado del proceso democrático y que es legal. La legalidad por sí sola no es una buena guía de moralidad. Muchas cosas en el mundo y a través de la historia han sido legales sin ser morales. La esclavitud fue legal. El apartheid en Sudáfrica, la persecución nazi de los judíos y las purgas de Stalin y de Mao fueron todas legales(2).
¿Se puede argumentar la moralidad de quitarle la propiedad a alguien para traspasarla a otro? No lo creo. Por eso el socialismo es maligno. Utiliza métodos perversos (la coerción) para alcanzar fines considerados buenos (ayudar a la gente). Debemos también aclarar que un acto inherentemente malo no se convierte en bueno simplemente por que una mayoría lo apoya.
Pero los argumentos en contra del robo legalizado no deben entenderse como argumentos en contra de ayudar a alguien que necesita ayuda. La caridad es un instinto noble. El robo, legal o ilegal, es despreciable. Es decir, meternos la mano en nuestro bolsillo para ayudar a alguien es un acto noble que merece aplausos, pero meter la mano en el bolsillo de otro para ayudar a un tercero es un acto despreciable.
Para los cristianos entre nosotros, el socialismo y el estado benefactor son pecaminosos. Cuando Dios le entregó a Moisés el Mandamiento “No robarás”, estoy seguro que no le dijo “exceptuando que la mayoría lo pida”. También estoy seguro que si se le preguntamos a Dios si está bien que recibamos propiedades robadas, nos dirá que también es un pecado(3).
Algunas anotaciones mías:
(1) Es curioso como no utiliza ese argumento para condenar, por ejemplo, que se invada un país a cargo del contribuyente. Los gastos que esta gente siempre considera ilegítimos son los de educación, sanidad, vivienda… Nunca los militares.
(2) Nuestro amigo confunde el término legal con el hecho de que algo sea amparado por un gobierno. Aún asi es inmoral meter en el mismo saco el genocidio con el pago del 40% del IRPF; como tampoco se puede comparar una dictadura (o un gobierno nacido del sufragio de una minoría racial como en Sudáfrica) con un gobierno cuya legitimidad se basa el el sufragio universal.
(3) Lc 20, 20-25
Se quedaron al acecho y enviaron espías que simularan ser justos, para sorprenderlo en sus palabras y así entregarlo al al poder y a la autoridad del gobernador. Le preguntaron, pues: > Dándose cuenta de su falsedad, les dijo: > Ellos le contastaron: > El les respondió >.
(3) Lc 20, 20-25
Se quedaron al acecho y enviaron espías que simularan ser justos, para sorprenderlo en sus palabras y así entregarlo al al poder y a la autoridad del gobernador. Le preguntaron, pues: > Dándose cuenta de su falsedad, les dijo: > Ellos le contastaron: > El les respondió >.
(3) Lc 20, 20-25
Se quedaron al acecho y enviaron espías que simularan ser justos, para sorprenderlo en sus palabras y así entregarlo al al poder y a la autoridad del gobernador. Le preguntaron, pues: «Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud y no tienes miramientos, sino que enseñas de verdad el camino del señor. ¿Nos es lícito dar trbuto al césar o no?» Dándose cuenta de su falsedad, les dijo: Mostradme un denario. ¿De quien es la efigie y la inscripción?» Ellos le contastaron: «Del César» El les respondió «Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Se habrá leído la biblia?
«Algunas anotaciones mías:
(1) Es curioso como no utiliza ese argumento para condenar, por ejemplo, que se invada un país a cargo del contribuyente. Los gastos que esta gente siempre considera ilegítimos son los de educación, sanidad, vivienda… Nunca los militares. »
Eso no siempre es cierto.
El liberal Valín condena la guerra de Irak por eso: por hacerse con dinero del contribuyente.
Menudo elemento el Valín ese:
http://www.jorgevalin.com/artic/heroes_libertad.htm
Lo malo es que reescribió parte del artículo, el original era increíble, cada párrafo terminaba con frases del tipo «por tanto podemos considerar a la prostituta infantil como una heroína de la libertad porque…» Jesús, no esntiendo que tiene que ver la iglesia católica con esta gente.
El original estaba en la página del instituto Juan de Mariana. Cambió el lenguaje, pero el fondo es el mismo.
¿Ha cambiado el artículo?
Porque hará unos meses se armó un escándalo en varios foros de internet por su ¿apología? de la prostitución infantil, el narcotráfico, el contrabando, la venta de armas, el chantajismo, etc.
Sólo el lenguaje, el artículo dice lo mismo, el original lo tiene un amigo mío (se lo envié por e-mail, pues no pensaba que lo iban a retirar), a ver si me lo pasa y lo cuelgo. Si te fijas en el artículo sigue defendiendo el matonismo, y la prostitución infantil, (mira el enlace que puse mas arriba) es lo mismo, solo cambió un poco la forma.
No lo calificaría de apología.
Héroes de la libertad
Jorge Valín
“En el libre mercado cada uno se beneficia en concordancia a su valor productivo satisfaciendo las decisiones del consumidor.
Bajo la distribución estatal, cada uno se beneficia en relación a la cantidad que puede saquear del productor.”
Murray N. Rothbard
—Man, Economy, & State—
La base de la ética liberal es muy simple:
El Axioma de la No Agresión.
No agresión, no significa que no podamos defendernos de agresiones o invasiones externas.
No agresión significa, no agredir a otra persona o a su propiedad privada sino ha habido un ataque previo.
El ilustre filósofo John Locke lo expresó así:
“[…] aquél que, en estado de sociedad [de paz], arrebate la libertad que pertenece a los miembros de dicha sociedad o estado, debe ser tenido por alguien que se propone arrebatarles todo lo demás y así considerárselo en estado de guerra.”
“Porque cuando alguien, haciendo uso de la fuerza, me pone bajo su poder sin tener derecho alguno para hacerlo, sea cual fuere su pretensión, no tengo razón para suponer que quien me arrebata mi libertad, cuando me tenga en su poder, no me quitará todo lo demás.
Y, por lo tanto, es legal que yo lo trate como alguien que se ha puesto en estado de guerra conmigo, es decir, matándolo si puedo, pues a ese riesgo se expone con justicia quien introduce el estado de guerra y dentro de él es agresor.”[1]
El acto que no vulnere el axioma de la no agresión, no puede considerarse contra la ética —aunque sí podría ser considerado inmoral.
Aquellos que desafían las leyes y se enfrentan al estado y grupos de presión para servir a la sociedad y ganar un beneficio no son miserables, ni delincuentes, ni antisociales; sino héroes de la libertad que actúan bajo su propio riesgo beneficiando a toda la comunidad:
La prostituta (adulta).
La prostitución se está sometiendo a tela de juicio en algunos países de Europa.
Los políticos quieren prohibirla alegando falsos pretextos sobre la moral y la salubridad.
Ciertamente a ningún padre le gustaría que el primer trabajo de su hija fuese el de prostituta, pero quien en última instancia decidirá y correrá con los riesgos y beneficios del oficio no será el padre, ni el político, sino la chica.
Sólo de ella depende su elección.
La prostituta ejerce un servicio a la comunidad donde su herramienta de trabajo es su cuerpo.
Evidentemente, la prostituta tiene total derecho de propiedad sobre su cuerpo, y por lo tanto puede explotarlo como quiera.
La prostituta sabe muy bien que existen otros tipos de trabajos, pero ella quiere ejercer la prostitución y no montar piezas en una fábrica ganando una décima parte.
Por otra parte, el cliente se beneficia del servicio que ofrece la prostituta —como de cualquier otro servicio.
En este intercambio (sexo por dinero y al revés) todas las partes ganan sin dañar a nadie.
La prostitución infantil.
Si usted mantiene una relación sexual con una joven de trece años y después se va, eso no es ilegal (en España).
Pero si usted le paga, está cometiendo un acto ilegal y puede ingresar en la cárcel incluso.
La ley no está castigando el hecho en si, sino las relaciones mutuas y consentidas del comercio:
“[…] En la misma pena incurrirá el que se lucre explotando la prostitución de otra persona, aun con el consentimiento de la misma”[2].
Si usted compra una fotografía de un menor de edad que se pueda considerar pornográfica, también será castigado por la ley.
Probablemente la prostituta infantil no quiera serlo, pero a nadie le gusta trabajar.
Nosotros trabajamos para vivir mejor y satisfacer a la comunidad lucrándonos por ello.
La prostituta menor de edad, suele trabajar, no para vivir mejor, sino para sobrevivir en la mayoría de casos.
Al prohibirle su libre elección a trabajar y obligarla a estudiar, le estamos negando una fuente de financiación fundamental para ella y su familia.
La prostituta infantil suele estar en países pobres donde apenas tiene alternativas.
Su trabajo le permite sobrevivir, y no vivir mejor.
El turista sexual.
El eminente economista David Ricardo nos mostró el significado de la “Ley de las ventajas comparativas” (más propiamente llamada ley de asociación ricardiana).
La ley de Ricardo nos dice que cada país obtiene mayor beneficio de aquello que mejor sabe producir en relación a otros países (es bien conocido el ejemplo que mostró el autor con el vino de Portugal).
En algunos países, la ventaja comparativa es el turismo.
Algunos de esos países viven del turista sexual.
Cuando el estado lucha contra el negocio del turismo sexual por razones morales, lo único que está haciendo es ayudar a que la nación no obtenga el capital necesario para conseguir otras formas de producción en escenarios futuros.
Algunos países pobres viven, por el momento, del turista sexual que a la vez alimentan otros sectores, como el de la hostelería, alimentación, ocio, etc.
Si el estado crea trabas a su principal “ventaja comparativa” el turismo desaparecerá empobreciendo el resto de sectores y al país entero.
El “matón”.
Un matón es alguien que vive de su capacidad para aplicar la fuerza física contra terceras personas por encargo de un segundo.
Intentar prohibir este trabajo no ha provocado que desaparezca la coacción o violencia, sino que la ha incentivado.
El “matón legalizado” lo representan los sindicatos con los “piquetes informativos”, las fuerzas del estado como la policía, bandas de delincuentes que la policía no puede neutralizar, etc.
Desregularizando este oficio, cualquier tienda estaría libre del peligro ante la agresión de delincuentes, atracadores, y “piquetes informativos”.
El matón del libre mercado no es el que ejerce la violencia gratuita, sino el que nos defiende de los “auténticos malos”.
El traficante de drogas.
Nunca ha existido una lucha contra las drogas hasta que el estado entró en escena gastando enormes cantidades de dinero del pagador de impuestos.
El traficante de drogas es un empresario más que quiere beneficiarse dando a la gente lo que pide.
Aquí no se engloban sólo las drogas blandas y duras, sino también aquellos medicamentos que el estado decreta partidariamente ilegales.
¿Por qué algunos medicamentos son ilegales en Estados Unidos o Japón, y no lo son en España, Bolivia, Venezuela, Argentina, etc.?
¿Es que el medicamento afecta de forma diferente según se sea español, americano, alemán, etc.?
Evidentemente no.
El estado y las leyes no están interesados en la salud, sino en su propio beneficio.
Si nosotros somos los propietarios de nuestro cuerpo, nadie ha de prohibirnos qué hacer con él.
Las obstinadas prohibiciones al tráfico de drogas no han evitado su creciente consumo, sino a juicio de las estadísticas, parece ser lo contrario.
El estado también defiende que “las drogas generan delincuencia y dependencia”.
En los años veinte en Estados Unidos se prohibió el alcohol por factores similares.
La prohibición hizo aumentar la delincuencia popularizando los famosos gángsteres y la corrupción policial.
La prohibición de las drogas no lucha contra el crimen, sino que lo incentiva.
La adicción, ya sea a las drogas, al chocolate, a la colección de música, o a comprarse trajes de forma compulsiva, es una elección libre del individuo que nadie nos puede prohibir[3].
El empresario que suministra cualquier tipo de droga, es un héroe que lucha para satisfacer las necesidades de los demás.
El corredor de apuestas ilegal.
En la mayoría de países occidentales el juego “es un mal que necesita ser controlado por el estado”.
En este marco, el empresario del juego es gravado con fuertes impuestos que actúan como barrera de entrada al sector.
Cuando el estado ha tomado el monopolio del juego a gran escala, no elimina el “dañino vicio de jugar”, sino que utiliza estas barreras para ser el mayor productor de juego y así aumentar sus ingresos.
Cualquier lotería del estado mueve más dinero que cualquier otro tipo de juego ilegal a escala nacional.
El traficante de armas.
Los delincuentes están encantados con las leyes anti–armas.
Saben que cualquiera es un objetivo fácil para su agresión armada.
Las leyes contra las armas no han impedido la delincuencia, muertes, ni “violencia de género” con resultado de muerte en más de cien años.
El hombre desarmando es la víctima fácil del delincuente doméstico.
La Carta Magna fue creada en el S. XIII por el miedo que tenía el rey a una revuelta popular.
Tanto el rey como los ciudadanos disponían de las mismas armas.
Cuando el estado se asegura que nadie se pueda defender, se vuelve omnipotente y tiránico.
El traficante de armas ilegal nos da la oportunidad de poder defendernos de las pequeñas y grandes agresiones.
Aquel empresario que nos provee de armas sin estar registradas es un héroe.
El chantajista.
Si usted descubre que su amigo Juan comete adulterio y se lo cuenta a todos sus amigos, nadie puede acusarle de haber cometido un delito.
Pero si en cambio, usted va a su amigo Juan (el adúltero) y le pide 100 dólares para no difundir su secreto, entonces estará cometiendo un acto ilegal: el de chantaje.
Otra muestra donde ley y justicia no tienen nada que ver.
El término “chantaje” proviene del francés “chantage”, de “chanter”, que a la vez viene del latín “cantare” que significa “cantar”.
La definición es importante ya que no tenemos que confundir chantaje con “extorsión”.
Extorsión implica el uso de la fuerza física (el recurso preferido del estado contra el individuo).
El chantaje, por el contrario, nunca llega a la fuerza física, y cuando lo hace, deja de ser chantaje para volverse extorsión.
Chantaje es no difundir el secreto de otro a cambio de dinero, y por lo tanto, es una transacción comercial pacífica del libre mercado —tal vez nos parezca inmoral, pero no vulnera la ética.
En este proceso, se intercambia la libertad de expresión de uno (el derecho del chantajista a expresar lo que sabe) por el dinero de otro (el chantajeado).
Prohibiendo el chantaje, el estado incentiva precisamente aquello contra lo que quiere combatir: más chantaje.
En este marco, el chantajista puede chantajear mil veces a otra persona por el mismo hecho.
Legalizando el chantaje las partes pueden hacer un contrato que plasmase el intercambio de los dos (dinero por silencio).
Siendo así el chantaje no podrá repetirse.
Que se firme un contrato no significa que en caso de incumplimiento el “problema” se haga público —puede mediarlo un árbitro o notario individual.
El contrato es la garantía natural que ha establecido el libre mercado para asegurar los derechos de oferta, demanda y del individuo que vive en sociedad.
(segunda parte)
El capitalista explotador.
En el lenguaje coloquial “capitalista explotador” es simplemente una persona o empresario rico —el político, que vive mejor que un rico, y ha amasado su fortuna con la extorsión, es considerado en cambio un “benefactor”.
El capitalista explotador (empresario rico) es aquel que se ha sabido adaptar mejor a aquello que la gente pide.
Cuanto antes ofrezca el empresario las más urgentes necesidades del consumidor, más rico será.
Además, el empresario rico, si quiere mantener su fortuna, enfoca sus decisiones al futuro, es decir, ahorra y mantiene unas preferencias temporales bajas (tiene visión y previsión de futuro por así decirlo).
Esta previsión, no sólo le permite su auto–subsistencia sin depender de nadie más, sino que su esfuerzo permite crear más trabajo, más producción, más satisfacción para el consumidor y más riqueza para la sociedad.
La figura opuesta al capitalista explotador, es la “clase marginal explotada”.
En la actualidad se tiende a creer que la causa que lleva a la pobreza es la falta de oportunidades que brinda la sociedad, el Capitalismo y la globalización.
Asumir estos falsos pretextos implica aceptar que todos somos culpables de la pobreza menos el pobre.
Si un “sin techo” pide dinero en la calle, la culpa no es de él, sino de la sociedad que no le ayuda, y la sociedad somos todos, es decir:
¡usted es el culpable que ese hombre sea pobre!
Por regla general el pobre o “explotado” tiene unas preferencias temporales muy altas, sólo valora el presente y no el futuro.
La valoración extrema del presente, en decremento del futuro, significa enfocar su vida hacia gratificaciones inmediatas como el hedonismo, la ociosidad, la baja producción y el parasitismo.
(El caso extremo, es el homeless que se emborracha cada día para no pensar en el mañana).
Las ayudas del estado, especialmente las del “estado del bienestar”, incentivan esta clase de aptitudes.
El pobre no demanda más libertad e independencia para labrarse un futuro mejor nacido de su esfuerzo, sino más salario mínimo, más bajas por estrés, más subvenciones, más ayudas estatales, más sanidad pública, más privilegios sectoriales, y más leyes que le permitan vivir bien sin hacer nada a expensas de los productores. Mantener las leyes del “estado benefactor” que luchan contra el “capitalista explotador” y pretenden defender al “explotado” sólo implican luchar por el hedonismo, el parasitismo, la dependencia, la servidumbre y la paulatina pobreza de todos.
El capitalista explotador combate día a día para evitar este colapso, y por lo tanto es un héroe.
El especulador económico.
Si todos pudiésemos gozar de lo que nos apetece en ese momento, eso significaría que no hay escasez de recursos.
En este entorno la economía no haría falta, todos viviríamos en el fabuloso Jardín del Edén.
Pero los recursos son escasos, y el mecanismo natural para regular esta escasez es el precio.
Gracias al especulador podemos disfrutar de los bienes según nuestras valoraciones subjetivas y según el esfuerzo que hemos creado para obtenerlos.
La función del especulador es “regular” las relaciones entre oferta y demanda de forma natural.
Cuando alguna ley prohíbe los “precios altos” o la especulación, el colapso es inevitable creando continua escasez en el proceso.
Los únicos beneficiados a las prohibiciones de la especulación y “precios altos” son unos pocos privilegiados:
grupos de presión, y los que acceden primero a esos recursos gracias a los derechos positivos que otorga el estado (otra vez “la clase explotada”).
La gran mayoría de la sociedad sólo se podrá conformar con más escasez, menor calidad y racionalizaciones estatales sin poder hacer nada para evitarlo.
Otra vez, mediante la regulación e intromisión estatal, se ha conseguido el objetivo contrario al deseado.
El especulador económico al intentar evitar la garra del estado, es un héroe.
El especulador financiero.
No hay diferencia entre el especulador financiero y el especulador económico, sólo la forma cambia.
El especulador financiero es aquel que mantiene las naturales relaciones entre oferta y demanda.
No es él el causante de las crisis ni “burbujas”, sino la intermediación estatal.
El estado toma un altísimo grado de endeudamiento que es incapaz de cubrir mediante la expropiación de los impuestos.
Este endeudamiento lo cubre con deuda (nacional, local, etc.) emitiendo una cantidad de dinero extra al mercado que desmonta la estructura natural.
Mediante el llamado “control de precios” los bancos centrales varían los flujos de capitales entre diferentes mercados creando una continua sobre oferta de medios fiduciarios.
Cuando las diferencias son insostenibles, el especulador financiero es el encargado de devolver el equilibrio a este desajuste creado por el estado, bancos centrales y otros órganos supranacionales.
Además, los órganos reguladores del mercado financiero en su “lucha contra la especulación” sólo la favorecen más creando mayores desequilibrios y haciendo que sólo pierdan aquellos que nada tienen que ver directamente con el mundo financiero, entorpeciendo y expulsando el capital extranjero y nacional.
Cuando entra en escena la figura del especulador financiero, la estructura de capitales vuelve a su cauce natural.
El especulador financiero nos defiende de la sobre oferta de medios fiduciarios del estado.
En ese momento el especulador financiero es un héroe.
El empresario contaminador.
Los economistas neoclásicos (keynesianos, monetaristas, etc.) mantienen que la contaminación es un coste social pagado por una mayor producción y bienestar.
La suma agregada de “bienestares” es mayor al coste agregado de la contaminación, por lo tanto, la contaminación ha de prevalecer.
Apoyándose en esta absurda teoría, el estado ha encontrado un arma fantástica para legislar las empresas privadas y ser el principal comerciante de contaminación entre países.
Al nacionalizar el aire, calles, espacio aéreo, etc. ha generado la llamada “tragedia de los comunes”.
Es decir, cuando un bien económico no es gestionado por medio de las valoraciones subjetivas del individuo, éste se extingue.
El problema de la contaminación yace en el principio de los títulos de propiedad.
En una sociedad libre, si alguien invade nuestra propiedad con contaminación —es una agresión a la propiedad privada— podemos defendernos contra el contaminador mediante demandas individuales.
Cuando el estado considera suyo el aire, calles, ciudades, etc. la contaminación es inevitable generando un entorno y economía insostenible.
El empresario contaminador es el que lucha contra estos falsos títulos estatales.
La solución a la contaminación, es la privatización de lo que en origen siempre ha sido del individuo (y sociedad civil).
El empresario sumergido.
El empresario sumergido es aquel capaz de esquivar la extorsión estatal creando productos y servicios más baratos al consumidor: CDs de música piratas, video juegos, tabaco ilegal, exportaciones clandestinas, etc.
Su acción genera riqueza adicional a la sociedad con más trabajos, más riqueza dentro del mercado (no recaudado por la estéril mano del estado), etc.
Su contribución social es innegable.
El empresario sumergido permite dar trabajo al inmigrante, al joven sin empleo y favorece al consumidor dejando el dinero dentro del sector privado.
El empresario sumergido es uno de los grandes héroes del libre mercado.
El falsificador de marcas.
Usted quiere comprarse unos tejanos que ponga bien claro “Levi’s”, pero no quiere pagar su precio porque lo considera muy alto.
¿Le daña a usted, como consumidor, comprar unos tejanos que ponga “Levi’s” por una tercera parte de su precio aunque realmente no procedan de tal empresa?
Evidentemente no.
Si los compra es porque quiere, nadie le obliga.
En este intercambio, tanto usted, como el falsificador de marcas han salido ganando de una pacífica transacción comercial.
Pero, ¿el falsificador de marcas daña al mercado?
Desde el punto de vista de la oferta, la libertad total de mercado favorece a los productores que mejor se adapten a las necesidades del consumidor.
Para conseguir este fin no hacen falta leyes antipirateo, antidumping, ni barreras comerciales, ni subsidios, ni impuestos.
Al revés, estas acciones estatales incentivan aún más la falsificación de marcas.
Sin restricciones a la economía privada, el productor puede crear una mayor variedad generando “multimarcas” para un mismo producto satisfaciendo así a los diferentes clientes potenciales[4].
Si el estado aumenta los controles a las mercancías, vigilancia aduanera, burocracia, etc.
financiándolo todo con más impuestos sólo conseguirá que entren menos productos legales en el país.
En reacción aumentarán las entradas de productos ilegales que no pagan impuestos ni pasan aduanas.
El traficante de niños.
Hay padres que desean tener hijos pero la naturaleza no les ha otorgado este don.
Desde hace unos años en España se ha puesto de moda adoptar niños y niñas procedentes de China.
El periodo de espera es superior a tres años y los padres han de invertir una enorme cantidad de dinero y esfuerzo personal para conseguir un hijo.
Por otra parte, hay padres que tienen demasiados hijos, o hay orfelinatos repletos de infantes bajo la perniciosa tutela del estado.
El estado tiene el monopolio del tráfico de niños haciendo que su gestión sea muy dañina para los países oferentes de niños, y los países demandantes de niños.
Si se eliminan todas las leyes sobre el tráfico de niños se crearán empresas intermediadoras entre oferta y demanda.
Eso mismo es lo que hacen las empresas de viajes programados.
Si el estado considerase inmoral hacer un viaje programado y lo gestionase el propio estado, no viajaríamos más de una vez en nuestra vida y supondría un coste inmenso.
El traficante de niños privado (ilegal), es un héroe que satisface las necesidades de aquellos que desean un hijo hasta el punto de saltarse la ley y asumir las posibles consecuencias.
En conclusión
Con esta somera revisión de puntos, donde podríamos enumerar muchos más, podemos sacar dos claras conclusiones.
Una es que las acciones del estado, aún luchar por valores tan elevados como la igualdad, la ley, contra la pobreza, etc. siempre llevan a sus consecuencias inversas.
El salario mínimo crea más desempleo, los subsidios crean dependencia y parasitismo incentivando la ociosidad, delincuencia, etc.;
la fijación de precios crea más escasez;
la prohibición de los “matones” y armas crea más inseguridad;
La prohibición del chantajista, crea mayores chantajes;
las leyes en contra de la falsificación generan más falsificaciones;
la lucha estatal contra la especulación genera más especulación y posteriores crisis;
y un largo e interminable “etcétera”.
La segunda conclusión a la que podemos llegar, es que es muy pernicioso mezclar la moral con el mercado.
La moral es un concepto subjetivo, la “ética política” del derecho natural u orden natural en cambio, es la que nos da el arsenal para colocar a cada definición en su lugar entendiendo el mercado como un proceso natural y libre que se retroalimenta siempre de una forma sostenible.
Moralmente podemos estar en contra de algunos oficios o actos, pero eso no significa que sean dañinos o que perjudiquen a los demás.
El libre mercado se basa en la interacción pacifica de los participantes.
Una sociedad libre también nos permite defendernos de aquellas acciones no pacíficas —que en realidad son minoritarias aunque el estado las magnifique para su propio beneficio.
La función del estado, durante más de un siglo y analizada por sus hechos y no intenciones, es hacer perdurar la violencia de los grupos de presión, los privilegios de unos a expensas de los otros, la creación de monopolios, el camino a la pobreza y la guerra total a escala internacional.
La “izquierda” al examinar estos casos sólo ve relaciones directas y lineales donde su solución siempre es la misma:
más leyes, más prohibiciones, más privilegios a las “elites”, más interferencia estatal, etc.
Sus conclusiones se basan en conceptos morales incapaces de solucionar “ese gran problema” que tanto quieren restringir.
Desde hace más de cien años los políticos siempre nos están diciendo lo mismo:
“aún hay mucho por hacer”.
Y de aquí 300 años, seguirán diciendo lo mismo.
Cuando alguien tiene la capacidad de imponer su moral al resto de la comunidad, es cuando nace la tiranía y la esclavitud;
y en la era moderna estos conceptos se llaman:
estado y grupos de presión.
No niego que en algunas cosas pueda tener razón y otras se puedan interpretar de varias formas.
Pero en conjunto, me parece intolerable.
Yo me quedo con esta ‘perla’:
«Probablemente la prostituta infantil no quiera serlo, pero a nadie le gusta trabajar.»
Creo que no hacen falta ocmentarios.
(P.D.: voy a vomitar)
Pues aquí Somalia como «modelo referencial».
Y aqui tira de principios y olvida que los israelitas tuvieron que nombrar un rey para hacer frente a los filisteos:
http://www.jorgevalin.com/weblog/2005/08/samuel-810.html
Ellos son así.
que tipo
En lo que tiene razón es en lo de la prostitución infantil,en España un hombre que se acuesta con un niña de 13 años no va a la cárcel y sin embargo nos están machacando continuamente con la prostitucióninfantil en paises subdesarrollados ¡no seamos hipocritas!
En España hay que prohibir sopena de prisión cualquier relación sexual con menpores de 16años y punto la gente no se puede acostar con niñas.
La prostitución en nuestro país es un tema muy confuso la figura del proxeneta esilegal pero la mayoria de chicas trabaja en bares de carretera ¿son cooperativas? lo dudo
En los periódicos aparecen anuncios de prostitutas ¿os ponen todas la que trabajan juntas? esta prostitutas trabajan en pisos ¿a nombre de quién se alquilan?
Una persona alquila un piso lo llena de prostitutas se lucra, la mayoría de prostitutas son inmigrantes incluso sin papeles ¿y qué pasa?
Pues nada.
El No–Estado de Somalia. Van Notten
Artículo publicado en Amsterdam el 24 de abril del año 2000 con el nombre de «From Nation–State to Stateless Nation: the Somali Experience».
Michael van Notten 1934—2002. Abogado alemán interesado en temas sobre la libertad de mercado y social. Muy pronto dejó Europa para hacer una empresa en Zambia, participó con varias instituciones liberales y a mediados de los años 80 se fue a vivir a Somalia. País que estudió profundamente.
De la nación estado al no estado: la experiencia somalí
por Michael van Notten
Hace casi diez años, la nación somalí abolió su gobierno central y se convirtió así en una nación sin estado. Como resultado, el pueblo somalí es hoy más pacífico y ha llegado a ser más próspero que antes. Este acontecimiento único en la historia política del mundo merece toda nuestra atención. Sobre todo ahora que por todas partes los pueblos piden una alternativa a la democracia. La democracia llegó a ser popular porque prometió menos impuestos y más libertad que la que existía bajo la monarquía. Pero no pudo cumplir su promesa; los impuestos se llevan hoy en promedio la mitad de la riqueza de cada uno sin darle mucho a cambio. Y sus regulaciones limitan seriamente la libertad y la productividad de los ciudadanos. Se estima que la gente produciría de 4 a 8 veces más abundancia sin esas regulaciones democráticas.
Permítame, primero, contarle un poco de la historia política del pueblo somalí, una nación en el este de África cuya población actual es de unos 15 millones de personas. Esta nación habita un territorio semiárido del tamaño de Francia. Mide aproximadamente un millón de kilómetros cuadrados. Poco después de la construcción del canal de Suez en 1869, el territorio somalí fue invadido y ocupado por cuatro potencias coloniales: Gran Bretaña, Italia, Francia y Etiopía. Al final del período colonial, cada una de estas cuatro partes tuvo su propio gobierno central, manejado por los políticos locales, que fueron entrenados para ello por las potencias respectivas. En enero de 1991, los gobiernos centrales de la Somalia británica e italiana fueron desmantelados. Al mismo tiempo, cada una de las sesentaitantas tribus somalíes reafirmaron su independencia política. Los jefes de cada tribu asumieron la responsabilidad de mantener ley y el orden.
Esto, «ley y orden», no tiene nada en común con la democracia. Sería mejor describirlo como «un mercado libre para el suministro, la adjudicación y el cumplimiento y aplicación de la ley». La ley somalí consiste en leyes consuetudinarias. Estas leyes existen en muchos países, pero solamente en Somalia son la ley suprema. Como uno puede imaginar, las leyes consuetudinarias son de dos clases, unas que oprimen a las personas, y otras que reconocen su derecho a la vida, a la libertad y a la prosperidad. En Somalia, la mayoría de estas leyes consuetudinarias son del segundo tipo. Exceptuando unas pocas reglas, las leyes somalíes reconocen a todo mundo su derecho a la propiedad privada, lo que incluye el principio del libre cambio. De esa manera, la ley consuetudinaria somalí es muy cercana a la ley natural. (Y por esto, para una mejor comprensión de la ley somalí, será útil entender más acerca de tal ley natural).
Ley natural
Antes de definir «ley natural» investigaremos qué significa el término «ley». La mayoría de los juristas piensan que la raíz etimológica de este término es la palabra romana lex, que significa «obligar» (to conscript) o «imponer». Pero el verdadero origen del término «ley» es la palabra germánica laeg, cuyo significado es «orden», «paz», o «relaciones amistosas». Su opuesto es orlaeg, que todavía sobrevive en la lengua holandesa, en la palabra oorlog, que significa «guerra» o «relaciones no amistosas». Así pues, la ley es un estado de paz y de relaciones amistosas entre los individuos. De hecho, así era originalmente: «ley» no tenía el significado que tiene hoy: mandato, regla, norma o declaración directiva, sino que, en lugar de eso, denotaba ese estado de paz y relaciones amistosas.
Ahora, el término «ley natural» denota ese significado antiguo del término «ley». De hecho, la ley natural es algo que los pueblos han conocido desde tiempos inmemoriales, sin identificar su naturaleza exacta ni la razón por la cual debe respetarse. (En lo que sigue me ocuparé de estas dos cuestiones; para ello resumiré las enseñanzas de Frank van Dun, que enseña filosofía del derecho en las universidades de Gent y de Maastricht).
El concepto de ley natural fue desarrollado durante 2.500 años por sabios y humanistas que observaban la gran variedad de sistemas políticos. Ellos se preguntaban: ¿cuál de todos podría ser llamado el orden natural de la humanidad? En su búsqueda, esos pensadores imaginaban un orden ideal, uno en el cual nadie pudiera ocultar por mucho tiempo su responsabilidad por lo que dijo, hizo o causó. Consecuentemente, no habría confusión en cuestiones como: quién le debe a quién, quién hizo o prometió hacer tal, quién participó voluntariamente y quién fue forzado o engañado, etcétera. Además, estos sabios imaginaban un orden en el que ninguna persona sufriera daños o perjuicios por causa de otros, y le fuera posible vivir su vida y disfrutar sus propiedades en un ambiente de paz y relaciones amistosas. Esas personas honrarían sus contratos y entregarían una total restitución o compensación cuando faltaran a este orden y causaran daño a otros.
Tal conjunto de características constituye, ciertamente, un orden —un orden atractivo—; pero ¿es el orden natural de la humanidad? Sólo podremos afirmarlo si las características de ese orden son hechos naturales, esto es, categorías objetivamente descubribles.
Hechos de la naturaleza
Exceptuando a los gemelos siameses, los seres humanos son seres diferenciados, seres separados entre sí. Esta «separación» es ciertamente un hecho natural. Las diferencias entre las personas —en edad, talla, talento, así como sus capacidades para la acción, el lenguaje, el pensamiento y la comunicación racional— les fueron «dadas» genéticamente por la naturaleza. Son, pues, hechos de la naturaleza. También esas capacidades lo son. Las personas necesitan ejercerlas para existir y sobrevivir como seres humanos. El ejercicio de esas capacidades les es tan fundamental para tener «su lugar en el mundo», como lo es poseer un cuerpo físico. Este «su lugar en el mundo» consiste en el espacio que coincide con su ser físico, con sus actividades y con el fruto de su trabajo. Por tanto, este «su lugar» pertenece naturalmente a cada persona. De ahí su nombre, «derecho natural». Los filósofos se preguntan si realmente existe este derecho natural. Y afirman que, puesto que los seres humanos tienen capacidad para la acción, el habla y el pensamiento independientes, entonces pueden y deben actuar, hablar o pensar. Porque ¿cómo podría alguien negar el derecho a pensar, hablar o actuar? Sólo podría hacerlo mientras piensa, habla o actúa. Por consecuencia, afirman los filósofos, tal derecho no puede ser negado. Luego existe. Otros nombres para ese «su lugar en el mundo» son «libertad» y «propiedad», que son, por ello, sinónimos del derecho natural.
Una persona puede aumentar su derecho natural ejercitando su capacidad para la acción, el lenguaje, el pensamiento y la comunicación, pero solamente en la medida en que respeta los derechos naturales de las otras personas. Si una persona aumenta su lugar en el mundo violando el lugar en el mundo de otras personas, el resultado de ello no es propiedad, sino robo o botín. Para encontrar los límites exactos del derecho natural de cada uno, debemos regresar al derecho a pensar, hablar, juzgar, elegir y actuar. Uno no puede hacer eso sin tener el dominio exclusivo de su propio cuerpo. Por lo tanto, este dominio sobre su propio cuerpo es parte de su derecho natural. Así también, cuando nos apropiamos de objetos que no pertenecen a otros, no violamos los derechos de nadie. Lo mismo cuando hacemos con otros hombres contratos voluntarios convenientes para ambas partes. Así pues, todo ello es también parte del derecho natural. Por último, cada uno tiene el derecho a defender sus derechos. Estos cinco derechos son los derechos fundamentales del ser humano, y de ellos deriva cualquier otro derecho natural. Ningún derecho natural puede existir fuera de ese marco.
El orden compatible con los derechos naturales se llama generalmente «el orden natural de la humanidad». Es un nombre apropiado, dado que los derechos naturales son acordes a los hechos de la naturaleza. De ese orden natural pueden derivarse principios o reglas de conducta destinadas a establecer y mantener tal orden. Tales reglas son las «leyes naturales». Pero su única finalidad es definir el concepto de derechos naturales y sus obligaciones correspondientes. Las leyes naturales nunca son órdenes.
A la luz de lo anterior, debe ser claro que en principio es posible dar una respuesta objetiva a cuestiones sobre los límites o violaciones del derecho natural de cualquier persona; para ello es suficiente con señalar hechos objetivos de la naturaleza, es decir, el cuerpo de una persona, su trabajo, sus logros.
Respeto a la ley
Habiendo definido los conceptos de ley natural y derecho natural, preguntemos por qué todo mundo debiera respetar esta ley y estos derechos. Esta cuestión surge en el contexto de la interacción humana, donde las personas enfrentan a otras. La respuesta llega a ser evidente cuando alguien afirma que no es necesario respetar esos derechos de otros, porque eso implica una contradicción dialéctica. Porque su argumento será como sigue: «Le respeto como persona; por tanto, voy a apelar a su razón y conocimiento para demostrarle que no debo respetarle como persona». Esta contradicción muestra que no hay manera de refutar la proposición de que la gente debe respetarse entre sí. Y si no puede de ser refutado, el argumento de que la gente debe respetarse tiene que ser verdad. Y ese respeto es exactamente aquello de lo cual habla todo el derecho natural. El derecho natural es el orden en el cual la gente puede argumentar racionalmente y puede cumplir sus compromisos.
Por tanto, si hemos de tomarnos en serio, no podemos escapar a la conclusión de que estamos obligados a respetarnos unos a otros. Esto significa que estamos relacionados unos con otros en la medida en que nos respetemos, y que tenemos el derecho a ser respetados por otros en tanto respetemos a esos otros. Y si alguno deja de respetar a los otros, está fuera de la ley y puede ser forzado por los otros a respetar sus derechos.
Derechos humanos
Vimos que el concepto del derecho natural implica el derecho al propio cuerpo y a sus posesiones y el derecho a actuar respetando el orden natural. La célebre fórmula de John Locke, «vida, libertad y propiedad», resume lo anterior. Tales derechos naturales no deben confundirse con los llamados «derechos humanos» que aparecen en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, 1948. Dicha declaración autoriza a cualquier gobierno democrático a ordenar la vida, la libertad y la propiedad de toda persona según su propia estimación de lo que es factible y apropiado «de acuerdo a la organización y recursos de cada estado». Esto se funda en la creencia errónea de que los seres humanos tienen el «derecho» a que sus necesidades y deseos sean satisfechos a expensas de los otros. Lo cual quiere decir que los seres humanos tienen el «derecho» a no respetar a los otros. Como hemos visto, tal idea es absurda.
Critarquía (kritarchy)
Debe ser claro ahora que la «ley natural», en el sentido de «orden natural de los seres humanos», no es una cuestión de especulación ociosa, sino de hechos naturales. Esto conduce a la pregunta de si existe un sistema político que respete estos hechos. De hecho hay tal sistema. Se llama critarquía. Difiere de la democracia y de otros sistemas similares en que su gobierno no tiene poderes especiales. Se le niegan los mismos poderes, privilegios e inmunidades que también se niegan a los seres humanos. Eso significa que las fuerzas policíacas de la critarquía no pueden utilizar legalmente sus armas y poderes coercitivos, a no ser para mantener los derechos naturales. A diferencia de lo que ocurre en una democracia, las cortes y los policías de una critarquía no son parte de un monopolio coercitivo. En una critarquía, toda persona puede legalmente ofrecer servicios judiciales y policiacos a otros que así lo quieran; nadie puede ser forzado u obligado a ser un cliente de alguna corte de la ley o de alguna fuerza policiaca.
Una critarquía no tiene sujetos y reglas. Carece de un gobierno en el sentido moderno de la palabra, esto es, de una organización con poderes coercitivos que exige obediencia a todos los que habiten su reino. Gobernar y gravar con impuestos a la gente no son funciones del sistema político de la critarquía. Las personas son libres para dirigir sus propios asuntos, individualmente o en asociación con otras. La libertad es la ley fundamental de una critarquía.
La palabra «critarquía», mencionada en varios diccionarios bien conocidos, se compone de los términos griegos kriteis (juez), o de krito (juzgar), y de archeh (principio, causa). Fue acuñada en 1844 por el autor inglés Robert Southy. Por su construcción, critarquía se asemeja a términos como monarquía, oligarquía y jerarquía. Según sus raíces etimológicas, critarquía es el sistema político en el cual los jueces, o sus juicios, son el principio directivo. Similarmente, una monarquía es el sistema en el cual una persona es el principio directivo o la primera causa de cada acción legal. En una oligarquía, unas pocas personas, actuando en concierto pero sin una jerarquía fija entre ellos, son la fuente de todas las acciones humanas. Esta oligarquía es lo que tenemos en una democracia moderna. Los miembros de un parlamento democrático tienen igual rango y sus decisiones en común obligan a todos los ciudadanos. A diferencia de las monarquías u oligarquías, las critarquías no establecen reglas políticas. Los jueces de una critarquía no legislan, sino que encuentran caminos o medios para resolver conflictos y disputas de manera compatible con el orden natural de seres humanos. Se asume que este orden está dado objetivamente (consiste en gente que respeta el espacio de los otros), y no es algo que corresponda a, o satisfaga, los deseos o ideales que los jueces pudieran tener.
En contraste con otros sistemas políticos, los jueces en una critarquía no tienen sujetos o personas sometidas. No tienen actores o fiscales que arrastren a la gente ante sus tribunales. No pueden «escoger» sus asuntos o sujetos. En lugar de eso, son «escogidos» por aquellas personas que desean resolver sus conflictos y disputas mediante las decisiones judiciales de estos jueces. La característica distintiva de una critarquía es ser un sistema político sin reglas políticas. Sus jueces no gozan de privilegios o poderes especiales. No gobiernan a las personas. Su única ocupación es proteger el orden voluntario, el orden natural de los seres humanos.
Hay muchos ejemplos históricos, algunos recientes, de critarquías o de cuasi–critarquías. También se ha intentado utilizar las constituciones (como la Carta Magna o la Declaración de Derechos en Inglaterra, las enmiendas a la constitución original de Norteamérica, o la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y el Ciudadano) para introducir elementos de critarquía como frenos a los poderes de gobiernos opresivos.
Al final del segundo milenio antes de Cristo, los judíos vivían en un sistema descrito en el libro bíblico de Jueces. Sus «jueces» no lo eran en el sentido técnico de los sistemas legales modernos, sino más bien eran hombres respetados que actuaban como líderes o consejeros, sin tener poder coercitivo o poder para imponer contribuciones. Otras critarquías existieron entre los pueblos celtas y germánicos antes y durante su confrontación con el imperialismo romano. Hubo una critarquía firmemente establecida en Islandia, Irlanda y Frisia medievales. En la primera mitad del siglo XIX, los colonos europeos en el medio y lejano oeste norteamericanos desarrollaron su propia critarquía. En África y Asia las sociedades tribales continúan hasta el presente adhiriéndose a formas de critarquía, cuando no se sumergen en las estructuras gubernamentales impuestas por las colonias europeas o por los políticos nativos.
Aunque estos ejemplos históricos pueden sugerir que la critarquía es un sistema primitivo, hay que tener en mente que la mayoría de ellas han caído víctimas de jefes militares. Frecuentemente estos jefes transformaban las estructuras temporales de la guerra en aparatos permanentes de control político. Y organizaban el aparato de tal manera que sus sometidos no pudieran abolirlos, pudiendo sólo elegir entre los varios tipos de control político. Los partidarios de la critarquía han sido siempre conscientes del carácter artificial y destructivo de los sistemas políticos alternos. El hecho de que una critarquía se pierda y sea reemplazada por un sistema destructivo no la convierte en algo primitivo. Puede pasar que una economía progrese a pesar del sistema político. El progreso económico puede coincidir con el retroceso político.
Defectos de la democracia
Cada vez más la gente se queja de los resultados de la democracia. El problema es que muchos piensan que la democracia es en sí mismo un sistema legal y que sus resultados se perfeccionarán tan pronto se remedien sus defectos. Sin embargo, su defecto principal es que permite que algunos hombres gobiernen a todos los demás sin tomarles parecer. No hay autoridad en una democracia que escuche a las personas cuyos derechos naturales han sido violados. Los gobiernos democráticos monopolizan la policía y el aparato judicial precisamente porque desean impedir que los derechos naturales sean invocadas en contra suya.
En una democracia, los funcionarios del gobierno son investidos con poderes que se niegan a las mismas personas que les otorgaron tales poderes. En un mundo natural, eso no es posible. La democracia intenta «justificar» su monopolio creando una ficción, creando personas artificiales llamadas «ciudadanos», y derechos artificiales llamados «derechos humanos». Se sostiene que tales «derechos» son de naturaleza conflictiva. Esto puede leerse en el Artículo 29 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y debido a esta naturaleza conflictiva, los gobiernos democráticos se dan a sí mismo poderes especiales para restringir tales «derechos». Es así como los gobiernos democráticos pasan por alto y niegan la ley natural: introduciendo un nuevo concepto de la ley, uno que hace aparecer a la democracia como legal.
Una mirada a Somalia
El sistema político somalí no impone reglas políticas a los somalíes. Por tanto, parece una critarquía. Sin embargo, el sistema legal somalí muestra algunas desviaciones respecto del derecho natural. Por lo que el orden actual en Somalia debiera calificarse como algo próximo a una critarquía. Varias cuestiones se presentan: Cómo se llegó a ello, qué problemas surgieron, qué soluciones hay y qué se ha alcanzado hasta el momento.
1. La decisión
Ante todo, ¿quién tomó en Somalia la decisión de abolir el gobierno central? No fue el gobierno, por supuesto. Tampoco fue un parlamento o mediante un referéndum. Nada de eso; simplemente sucedió, y pudo suceder porque había consenso popular. Este consenso empezó en 1978, cuando el gobierno central somalí emprendió, y perdió, una guerra contra la vecina Etiopía. Desde entonces, el pueblo somalí estuvo listo para regresar a su sistema político anterior, la critarquía. Esto fue posible 13 años más tarde, cuando el pueblo expulsó y se deshizo de su dictador. Por un mero golpe de suerte, ninguno de los dos candidatos que podrían sucederlo estaba dispuesto a dar ventajas al otro. Fue un impasse similar al que se dio ese mismo año en Moscú, entre Yeltshin y Gorbatchov.
Como resultado de este limbo en Somalia, los empleados del gobierno no recibieron más pago. De cualquier modo el pueblo los consideraba criminales, y fueron expulsados, igual que el dictador. Después de ello, la población desmanteló todos los edificios del gobierno, incluyendo las fábricas. Esto en parte fue obra de bandas de bandidos, pero también se debió a un esfuerzo deliberado por evitar que los políticos retornaran al gobierno central.
2. Disturbios
No todos los resultados de este cambio a un nuevo sistema político fueron positivos. Como en la Unión Soviética, el cambio permitió que el banditismo actuara con impunidad. Los generales y coroneles se aliaron a políticos y soldados e intentaron reestablecer los monopolios gubernamentales pueblo por pueblo. Crearon impuestos, e incluso algunos de ellos establecieron relaciones cuasidiplomáticas con gobiernos extranjeros.
3. Problemas
Mientras tanto, los líderes del nuevo sistema político somalí tuvieron que encarar algunos problemas difíciles:
3.1. En las áreas urbanas, donde está la mayoría de los negocios modernos, los leyes consuetudinarias fueron reemplazadas por leyes estatutarias. Por ello, las leyes consuetudinarias, que habían continuado existiendo en el medio rural, no han podido desarrollarse en consonancia con los requisitos de la economía global. Y las tribus, que antes de la independencia eran principalmente vehículos para proteger la ley consuetudinaria, han llegado a ser ahora grupos de presión política.
3.2. Muchos somalíes ya acostumbrados al sistema legal de la República de Somalia están ahora poco dispuestos a someterse otra vez a los leyes e instituciones consuetudinarias.
3.3. Los reporteros extranjeros llenan los periódicos con historias de horror para hacer valer su muy personal opinión de que una nación sin el monopolio gubernamental es una nación condenada a muerte. Estas historias de horror desalientan a los inversionistas extranjeros.
3.4. Los intelectuales somalíes están escribiendo libros y artículos en los cuales presentan el gobierno tribal como arcaico y proponen reestablecer el monopolio gubernamental.
3.5. Los fundamentalistas musulmanes somalíes promueven la idea de sustituir el sistema tribal por una teocracia. Ocasionalmente, sus militantes emprenden pequeñas guerras contra lo que conciben como obstáculos para tal fin.
3.6. Los Naciones Unidas invadieron Somalia con un ejército multinacional de 30.000 hombres, para reestablecer una democracia. Además, lanzaron una campaña diplomática para reclutar a todos los políticos anteriores, con el fin de reestablecer el monopolio gubernamental en toda la nación. A la vez, entrenaron a miles de somalíes para emplearlos en tal gobierno, y están estableciendo centros de discusión en los pueblos para dirigir a la gente hacia la democracia.
3.7. Por ultimo, hay muchas localidades donde los políticos han confiscado la tierra de las tribus y la han entregado a sus partidarios leales. Las tribus están ahora reposesionándose de esas tierras.
4. Soluciones
La mejor manera de consolidar el actual sistema de ley y orden de los somalíes es exponerlo y enfrentarlo al tráfico y bullicio (hustle–bustle) de la vida cotidiana. Su sistema legal es de tal manera que puede adaptarse a las circunstancias cambiantes. A más gente se inserte en ese tráfico, más pronto la ley se adaptará a los requisitos de la moderna sociedad de libre mercado. Esta adaptación de la ley puede acelerarse de dos maneras. Una es publicando libros acerca de la ley somalí y estableciendo centros de documentación para la jurisprudencia. De esta manera, los leyes de las sesentaitantas tribus somalíes se combinarán gradualmente en un solo cuerpo de reglas para todos los somalíes. La otra manera es establecer puertos libres para inversionistas foráneos. Eso aumentará la interacción entre hombres de negocios locales y extranjeros, y provocará una fertilización mutua de diferentes éticas, leyes y métodos de negocios. De hecho, dos tribus han dado ya este paso y han creado puertos libres, el Majerteen en Bosaaso, y el Samaron en Awdal.
5. Resultados positivos
Han pasado casi diez años desde que los somalíes cambiaron su sistema político. La paz se ha establecido en la mayor parte del país y la prosperidad crece lenta pero firmemente. Esta paz se ha conseguido sosteniendo la ley consuetudinaria somalí. Conviene analizar esta ley con algún detalle.
Las cinco principales características de la ley somalí son:
No castigo para los crímenes; solamente restitución o compensación.
No fiscales públicos, no crímenes sin víctimas.
Las multas son limitadas y deben pagarse a la víctima o a su familia.
Toda persona está asegurada por sus obligaciones o responsabilidades (liabilites) ante la ley.
Los jueces son elegidos por los litigantes, no por «la sociedad».
5.1 Restitución y compensación en lugar de castigo
Los somalíes saben que el castigo no funciona. Saben que las democracias imponen multas y prisión a los criminales. Pero el castigo no anula la violencia original perpretada contra la víctima. Sólo añade más violencia a la violencia total que se comete en el mundo. En segundo lugar, tales castigos raramente disuaden a la gente de seguir cometiendo crímenes. Si así fuera, hoy mismo tendríamos un mundo sin crimen. En tercer lugar, como es bien sabido, las cárceles son lugares donde la gente aprende a cometer más crímenes. Y el enorme costo de mantener las prisiones es pagado por los contribuyentes, no por los criminales. Por tanto, es muy razonable que la ley somalí sólo exija a los criminales que restituyan los derechos que han violado. Si la restitución es imposible, los criminales tendrán que ofrecer compensación.
5.2 Definiendo el crimen
En una democracia, casi cualquier conducta es susceptible de ser declarada crimen. Puede ser un crimen fumar algo más fuerte que Marlboro, o leer algo más picante que Playboy, o criticar al gobierno, o emplear una moneda no autorizada, o evadir el reclutamiento militar, etcétera. Las democracias «justifican» esta plétora de prohibiciones llamando a eso «crímenes contra la sociedad», aun cuando no hay víctimas reales. Por otra parte, hay democracias que cierran los ojos cuando las mujeres son raptadas o golpeadas, o cuando la policía detiene y tortura inocentes. Todas esas prohibiciones e inmunidades son autorizadas por la legislatura. Por tanto, es muy razonable que los somalíes no quieran emplear legisladores y fiscales públicos. Bajo la ley somalí, sólo la víctima, o su familia, puede iniciar al procedimiento criminal. No existe el crimen cuando no han sido violados los derechos naturales de nadie.
5.3 Las multas, para la víctima
En una democracia, el gobierno puede imponer casi cualquier tipo de multas, y puede determinar que esas multas deben pagarse al gobierno. Ello le genera un ingreso considerable. Lo cual, a su vez, es un incentivo para promulgar más y nuevos crímenes e incrementar las multas lo más posible. Por tanto, es muy razonable que la ley somalí estipule que las multas —impuestas por la violación intencional de los derechos de alguien— deben ser limitadas por el valor de aquello que fue destruido, y que deben ser pagadas a la víctima, no a la corte ni a la tribu como un todo.
5.4 Seguro
En una democracia, nadie está obligado a tomar un seguro para sí mismo. Por lo cual hay un gran número de personas que nada tienen que perder si cometen un crimen, a no ser la posibilidad de pasar algún tiempo en prisión. Ciertamente, esta situación es un incentivo para cometer crímenes. Por tanto, es muy razonable que los somalíes exijan que toda persona tenga un seguro y un representante permanente, es decir, alguien que actuará en su nombre si la persona comete un crimen o es víctima de uno.
5.5 Jueces
En una democracia, los tribunales de justicia son establecidos por el gobierno y los jueces son pagados por él.. Con ello se asegura que esos tribunales no aceptarán ninguna queja o defensa que se funde en derechos naturales. Consecuentemente, el gobierno puede promulgar casi cualquier regla que infrinja estos derechos. Por tanto, es muy razonable que la ley somalí estipule que los tribunales deben aplicar solamente aquellas reglas que la población ha admitido voluntariamente como consuetudinarias.
Este sistema de ley ha producido la paz entre los somalíes y ha posibilitado el retorno a la prosperidad. Pero eso no es todo. Lo ha hecho a casi ningún costo para la nación, y lo ha logrado sin impuestos. Los jueces y los policías de Somalia hacen su trabajo sin remuneración y por tiempo parcial. Se considera un gran honor ser un juez. De hecho, en una critarquía los mejores hombres intentar estar en la cima del sistema, mientras que en las democracias…
Otra virtud del sistema somalí es que es bastante inmune contra la manipulación política. No hay leyes que sirvan primariamente a los interesas particulares de grupos de presión. Así también, la ley somalí tiende a ser acorde con los valores creídos por la población entera, porque ha sido construida para adaptarse a dichos valores.
Hay varias características de la ley somalí que no son compatibles con la ley natural. No las mencionaremos, sin embargo. Lo que nos interesa es saber cómo los somalíes lograron —en un tiempo relativamente corto— un cambio completo en su sistema de gobierno. La respuesta es que su nuevo sistema es de hecho su viejo sistema. Ciertamente, en las áreas rurales, que son probablemente 90 por ciento del país, la ley consuetudinaria ha gobernado, y los tribunales de ley consuetudinaria jamás dejaron de operar. A este respecto, la situación en Somalia se asemeja a la de Norteamérica en 1776. La revolución americana nunca fue una revolución. Más bien fue un esfuerzo de los colonos por preservar la libertad que habían gozado durante los 150 años precedentes. De igual modo, la preocupación principal de los somalíes desde el fin de la dictadura no fue innovar, sino preservar su sistema indígena de gobierno.
Lecciones a aprender
La experiencia en Somalia muestra que hay un sistema político mejor que la democracia. Se llama critarquía, y parece ser viable y de aplicación universal. Los somalíes han mostrado cómo efectuar el cambio hacia ese nuevo sistema, a pesar de los esfuerzos masivos de la ONU para reestablecer la democracia en Somalia.
La principal lección a aprender es, probablemente, que las democracias nunca accederán ni se apresurarán a abandonar tal sistema. En lugar de eso, resistirán hasta que el sistema se colapse. Es bien sabido que cuando un dictador emerge en una democracia, pero no intenta conquistar otros países, las democracias del mundo serán pacientes. No harán nada; sólo esperarán el día en que los ciudadanos del país reúnan el poder suficiente para volver a la democracia. Pero si una nación desea intentar la critarquía, no les parece demasiado alto el costo de intervenir para reestablecer la democracia.
Así, todos aquellos pueblos que desean el cambio hacia la critarquía en su país deberán prepararse para el día en que la democracia no tenga más ni el apoyo popular ni el dinero. En ese momento, la política se dirigirá o hacia la dictadura o hacia la critarquía. Para ese momento la experiencia somalí podrá ofrecer alguna guía. Como hemos visto, los somalíes pudieron cambiar hacia la critarquía por tres razones: Primero, había el consenso en todo el país para abolir el sistema de gobierno central. Segundo, los «operarios» de la critarquía estaban en el escenario y listos para poner en práctica su sistema. Y, por último, los gobiernos democráticos del mundo estaban mal organizados para el esfuerzo conjunto de invadir Somalia.
Para que la critarquía prevalezca, es en verdad necesario que sus «operarios» asumen sus responsabilidades y formen la nueva supra–estructura del país. ¿Quiénes son estos operarios? No solamente los jueces y policías privados, sino también, y principalmente, las compañías de seguros. En una critarquía, todo mundo está asegurado por sus obligaciones y responsabilidades (liabilites). Aquellos que no tengan seguro encontrarán casi imposible hacer negocios o encontrar empleo; serán tratados como ilegales. Violar las leyes puede implicar primas de seguro muy altas para el perpretador. Eso constituye un aliciente muy fuerte para respetar los derechos naturales de la gente. Por sí mismas, las compañías de seguros juegan un papel muy importante en la prevención de crímenes. A menos crímenes, menos tendrán que pagar a sus clientes. Es muy alentador ver cómo en Europa y los Estados Unidos hay un gran incremento en el número de compañías privadas que ofrecen servicios judicial y policiacos. Además, las aseguradoras cada vez amplían más sus coberturas. En vista del cada vez mayor descontento con la democracia, no es exagerado decir que la tendencia hacia la critarquía ha comenzado ya. La experiencia somalí muestra cuán importante es que los operarios estén preparados. Sin las leyes e instituciones tradicionales listas para asumir el control del estado, la nación somalí habría caído en el caos. Y entonces la ONU habría tenido éxito en reinstalar la democracia entre los somalíes.
Además de jueces, policías y compañías de seguros, la critarquía dependerá de empresarios expertos que provean infraestructura tal como caminos, transportes, comunicaciones, educación, etc. A estos empresarios se les encuentra en compañías y universidades que proveen ya estos servicios en el mercado libre. Cuanto más rápidamente crezcan y se extiendan estas compañías y universidades, más fácil será el cambio hacia la critarquía. Por último, está la cuestión del consenso popular en favor de la critarquía. En alguna medida, tal consenso dependerá de la presencia de formadores de opinión (opinion makers). Pero la experiencia somalí muestra que será muy útil que el gobierno democrático cometa uno o dos errores grandes. Mucha gente elegirá la critarquía no tanto por sus muchas virtudes, sino porque pensará que tendrá menos vicios que los sistemas políticos actuales. Luego de las experiencias amargas, todos sabemos sobre el eterno péndulo entre la democracia y la dictadura.
Propongo deportar a Jorge Valín a Somalia para que pueda vivir su utopía anarquista.
«Propongo deportar a Jorge Valín a Somalia para que pueda vivir su utopía anarquista.»
¿Dónde hay que firmar?
¿Quién propone deportarme?
¡¡¡Qué horrible intervencionismo!!!
Sólo cuando las libres fuerzas del mercado lo determinen partiré hacia la patria del anarquismo.
Yepaaaaa.
¿Qué dicen las fuerzas del mercado?
¿Alguien sabe como ha cerrado hoy la Bolsa?
¿Cuánto cotiza el kilo de riñón?
¿Y la cadena de prostíbulos NiñaTailandesa S.A.?
¿Y la empresa armamentística PlutonioGate S.A.?
A este respecto, la situación en Somalia se asemeja a la de Norteamérica en 1776. La revolución americana nunca fue una revolución. Más bien fue un esfuerzo de los colonos por preservar la libertad que habían gozado durante los 150 años precedentes. De igual modo, la preocupación principal de los somalíes desde el fin de la dictadura no fue innovar, sino preservar su sistema indígena de gobierno.
TODO este texto es producto de un borracho o alguien que consume drogas o un esquizofrenico.
Compara a estas bestias somalies que solo conocen el machete para matar y la violación con los colonos americanos??
Pedir cita con un médico en verdad lo necesitais.
El texto lo escribió Valín el Proxeneta.
Unos mensajes más arriba hay otro texto suyo donde glorifica la prostitución infantil, el tráfico de armas, el sicariato y otras aberraciones.